Celebro que el gobierno avance en el proceso de reforma del Poder Judicial. Este poder, la tercera pata del Estado, está desprestigiado. Dos de sus máximos exponentes aceptaron ingresar por la ventana; es duro con los débiles (las cárceles están repletas de pobres con baja escolarización) y blando con los poderosos (no hay ningún rico perseguido penalmente por la fenomenal evasión que se registra contra el fisco –casi una deuda externa completa–). Y un amplio etcétera. Aporto entonces a los legisladores dos breves propuestas: 1- que los jueces sean elegidos por voto popular y periódico. De esta manera los jueces probos demostrarán su idoneidad en forma transparente y accesible. 2- que se elimine la obligación de poseer título de abogado para ejercer la magistratura: estoy seguro que cualquier persona que fue sometida al escrutinio público, con debido asesoramiento técnico jurídico, podrá ejercer la judicatura con responsabilidad y ecuanimidad.