A los 96 años falleció Isabel II. Fue reina durante más de medio siglo. Fue testigo de la guerra fría, del primer alunizaje, del asesinato de Kennedy, de la guerra de Vietnam y de numerosos hechos que sacudieron al mundo.
La reina Isabel murió a los 96 años el viernes pasado.
A los 96 años falleció Isabel II. Fue reina durante más de medio siglo. Fue testigo de la guerra fría, del primer alunizaje, del asesinato de Kennedy, de la guerra de Vietnam y de numerosos hechos que sacudieron al mundo.
La conmoción que su deceso produjo en Gran Bretaña demuestra que el pueblo inglés sigue valorando positivamente un régimen político visceralmente antidemocrático y antiliberal: la monarquía, que traza una feroz distinción entre dos clases de seres humanos: los miembros de la realeza y el pueblo.
Los primeros se consideran seres de otra categoría, seres tocados por la varita mágica para ejercer el poder. El pueblo no es más que la plebe, una masa amorfa integrada por súbditos.
La realeza nació para mandar y la plebe nació para obedecer.
Confieso que siempre me causó asombro observar al primer ministro de turno agachar la cabeza cada vez que le tocaba visitar a Isabel II. Semejante indignidad sigue siendo considerada “natural” por los británicos. Ser un rebaño no es, por ende, propiedad exclusiva de los pueblos subdesarrollados. Isabel II pasó a la inmortalidad. A Mirtha no hay con qué darle.
Hernán Kruse