Te acordás qué lindo era, te acordás qué emoción esperar que llegara ese día en que las familias se reunían en una o dos calles de nuestro pueblo a celebrar, a reír, y por qué no, a jugar o hacer bromas. Claro, a los conocidos y también a los no tanto. Algunos desde temprano buscaban ropa, trapos, pinturas, pelucas, y cualquier otra cosa que sirviera para disfrazarse, y no ser reconocido por los demás Hasta complejas estructuras de cartón como cajas de cigarrillos gigantes, barcos, autos y cuantas otras ocurrencias para llamar la atención. Había que destacarse esa noche y se preparaban con mucha anticipación. Y cómo olvidarse de llenar los globitos con agua, comprar talco o en su defecto harina. Y por supuesto, armar con unos viejos pares de medias la famosa cachiporra. Seguro que muchos de ustedes recordarán haber recibido un "cachiporrazo" y otros haber pegado alguno de vez en cuando; pero ese dolor se trasformaba en risas, no en bronca o llanto, porque esa noche era de alegría, y ese golpe significaba que estabas invitado a divertirte y disfrutar, era tu decisión. Hoy, lejos de esos tiempos, no por la cantidad de años pasados, sino por las costumbres que perdimos, ya sea por trabajo, falta de tiempo, y otras preocupaciones las cuales creemos que nos pueden privar del derecho de divertirnos, ya no festejamos los carnavales con las mismas ganas de antes. Y sin darnos cuenta estamos quitándoles a los más chicos la posibilidad de disfrutar lo que nosotros vivimos con tanta felicidad. Está en nosotros, padres, tíos, abuelos, o todos aquellos que tengamos más de 25 años hacer lo posible para que eso no sea así y que el espíritu del los carnavales que está dentro de nuestros corazones no muera. Pongamos un poco de cada uno de nosotros para que los chicos de hoy en día sepan que la diversión no está solamente en un celular o un juego de computadora, aunque sea por estas noches de carnaval.