Chicas que trabajan en la industria textil, changuitos afectados casi con naturalidad a las
cosechas y cientos de nenes apostados en las esquinas de las ciudades. Esta realidad fue el foco de
numerosas actividades el pasado 12 de junio, en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. El lema
de este año apuntó a destacar a la educación de calidad como la respuesta para revertir esta
realidad. También la Organización Mundial del Trabajo (OIT) propuso promover la sensibilización
sobre la necesidad de luchar contra este flagelo.
“Hay pocos números oficiales porque nunca se hizo en Santa Fe un relevamiento de datos
para saber la cantidad de niños esta en situación de trabajo”, comenta Silvina de Valle,
coordinadora de la Comisión Provincial Contra el Trabajo Infantil (Copreti), que aúna el esfuerzo
entre el gobierno, empresarios, gremios y ONGs. Si bien la funcionaria santafesina admite esta
situación como un déficit, reconoce que es una problemática difícil de cuantificar.
“Cualitativamente sabemos que hay trabajo infantil urbano como la mendicidad o los chicos
limpiavidrios, y también en ámbito rural, pero es muy difícil que una familia diga en una encuesta
que manda a su hijo al trabajar”, dice. Una situación que se agrava en el sector
agropecuario, donde el trabajo infantil “está casi naturalizado”. “Incluso nos
hemos encontrado con situaciones en donde los docentes rurales también naturalizan el trabajo
infantil o adolescente”, agrega.
Por eso, para la funcionaria, las acciones para erradicar esta realidad debe iniciarse en
algunos casos mediante una estrategia de concientización, que permita “visibilizar la
problemática, porque es imposible que sea abordado si no es primero valorado como
problema”.
Sin escuela. De Valle señala que no se puede entender el tema sin comprender que tiene su origen
en una realidad económica familiar precaria. “El modo de pago en algunos sectores, como la
frutilla y el algodón, es por producción y en general magro, por eso los jefes de familias llevan a
todo su grupo familiar a trabajar”.
La preocupación sobre el trabajo infantil fue manifestada por la Asociación de Maestros Rurales
Argentinos (Amra), reunida en enero pasado en Tandil. “Muchas veces las familias privilegian
que sus hijos trabajen en el campo antes que seguir en la escuela”, apuntó a La Capital
una de las maestras presentes en el encuentro. El rural es uno de los sectores de la economía donde
se concentran los índices más preocupantes de chicos que trabajan, incluso en condiciones que
afectan su salud, como el caso de los niños banderilleros en los campos santafesinos.
El del ámbito rural es sólo una muestra de la realidad nacional, ya que según datos de la
Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna), uno de cada cuatro adolescentes que
trabajan en Argentina dejó las aulas, un porcentaje que trepa al 62 por ciento en la zona rural. De
acuerdo a esta encuesta —uno de los pocos registros oficiales que cuantifica la realidad de
los chicos que trabajan— el 6,5 por ciento de los niños de entre 5 y 13 años desarrolla
actividades laborales, pese a que la ley establece que pueden trabajar desde los 14 años. El
congreso nacional elevó esa edad mínima a los 16 (ver aparte).
Además, el estudio nacional indica que el 10 por ciento de los niños de 5 a 13 años que trabajan
en áreas rurales no va a la escuela, y que el 30 por ciento de los que trabajan repitieron.