Si hay una figura que definió al Festival de Cannes que está a punto de acabar esa es la altísima australiana que este año presentó cuatro proyectos, tres para cine y uno para televisión.
Por Gabriel Lerman
Si hay una figura que definió al Festival de Cannes que está a punto de acabar esa es la altísima australiana que este año presentó cuatro proyectos, tres para cine y uno para televisión.
Con su habitual glamour, su impactante belleza y suficientes cambios de vestuario como para no aburrir nunca en la alfombra roja, Nicole Kidman no paró un segundo durante su paso por la Riviera francesa, pero aún así hizo una pausa para hablar con Escenario sobre "The Killing of a Sacred Deer", el filme que hizo junto a Yorgos Lanthamos, el director de "Langosta". Allí encarna a una médica oftalmóloga que junto a su esposo cardiocirujano (Colin Farrell) ve como sus dos hijos sufren una inexplicable enfermedad, pero siguiendo el estilo inconfundible del realizador griego, toma toda la situación con una impasibilidad que puede poner nervioso a más de un espectador.
—Cannes parece ser una cita obligada para vos...
—He estado aquí muchas veces, pero no me canso de venir a apoyar a todos estos directores que tienen una visión poderosa. Yorgos Lanthamos es un hombre que no hace compromisos con nadie, que hace lo que quiere y que es una voz única en el mundo del cine de hoy. Recibir una ovación cuando se terminó de pasar la película fue fantástico, porque implicó que la audiencia había entendido el film. Eso es lo que yo busco como actriz, tratar de estar en algo que sea relevante. Recuerdo el año en que estuve con "Moulin Rouge". La reacción fue bastante mixta, pero poco a poco fue siendo más y más reconocida hasta que terminó ganando tres Globos de Oro y un par de Oscar.
—¿Esa fue tu experiencia más memorable del festival?
—Sí, porque bailamos en la alfombra roja y eso fue verdaderamente irrepetible. Pero no me olvido de la vez que estuve con "Todo por un sueño". Dudé antes de asistir, porque ya había estado con "Un horizonte lejano" que no tuvo una buena recepción. No quería venir, tenía miedo. Pero finalmente vine, y la recepción no pudo ser mejor. También estuve con "Dogville" que fue algo completamente diferente... Los festivales me encantan, porque aún cuando han crecido mucho y son mas corporativos que cuando comenzaron, siguen siendo una celebración del cine, particulamente de las pequeñas películas que de otro modo no encontrarían un camino para llegar a la audiencia. Por ejemplo, yo nunca hubiese visto "Yo, Daniel Blake" si el año pasado no hubiera ganado la Palma de Oro. Y es una película fantástica.
—¿Cómo fue filmar con Yorgos?
—Muy especial. El no trabaja de la manera normal. No habla sobre lo que estamos haciendo, y no quiere que le preguntes qué es lo que busca decir. El te dice que hagas tu trabajo siguiendo lo que está en el guión y que él luego con eso va a construir la película. Recuerdo que en un momento le pregunté a Colin, que ya había trabajado con él, si pensaba que el film iba a quedar bien. El me dijo que esperara a que estuviese terminado. Y cuando lo vi por primera vez, le texteé a Colin y le dije que me fascinaba la película. Es que nadie quiere financiar este tipo de cine. Lo que yo busco hacer como actriz es apoyar a los directores que hacen cine de autor para que puedan crear sus mundos y tener el dinero y los recursos que necesiten. Tienen voces muy potentes que nos hacen mucha falta, en un momento del mundo en que el cine tiene una tendencia a volverse más y más homogéneo y pasatista. El año pasado hice "Un camino a casa", que es una película muy emotiva y poder hacer una detrás de la otra fue fantástico. También busco experimentar y explorar, pero como actores sólo podemos hacer cosas diferentes si nos dan la oportunidad, salvo que nos lancemos a dirigir. Nos tienen que proponer cosas y tenemos que ser elegidos por un director. Por eso cuando alguien como Yorgos te propone que dances con él, es un verdadero privilegio...
—Si hubo una estrella este año en Cannes, esa sos vos. ¿Disfrutás de tu estrellato?
—Es que yo no me siento una estrella. Me veo como una actriz que trabaja mucho. Es exactamente así. Siento que soy parte de una comunidad. Es cierto, a veces algunos trabajos míos son celebrados pero yo siempre estoy buscando quien me invite a participar de un nuevo proyecto. Esa es la manera en la que me manejo. Por eso cuando Jane Campion me invitó volver a trabajar con ella en un papel de reparto en "Top of the Lake", me alcanzó con que me dijera que volviera a Australia por unos días a actuar para que le dijera que si. Lo bueno que tiene esta profesión es que uno nunca sabe cual va a ser su siguiente papel. Y por eso me siento como una actriz que trabaja. Es cierto, subir por la alfombra roja del festival de Cannes, sacarme fotos y caminar por las calles de esta ciudad es maravilloso. Son momentos que nunca me voy a olvidar. Pero hay una parte de mi que todavía se sorprende de que me pasen estas cosas.
—¿Y cómo te sentís cuando la gente te ve como una figura lejana e inalcanzable?
—Creo que es una imagen que tanto "Un camino a casa" como "Big Little Lies" han ayudado a disipar. Gracias a la serie de HBO las mujeres se me acercan y me abrazan. Lo mismo me pasó con "Un camino a casa". Sobre todo madres que han adoptado chicos. Cuando hice esa película jamás pensé que esa iba a ser la consecuencia. La gente que se me acerca me cuenta sus historias y sus secretos más oscuros. Además, hago muchas cosas para las Naciones Unidas, apoyando la labor que hacen contra la violencia de género. Todo eso ayuda a mostrar que no soy inaccesible.
—¿Qué es lo que te lleva a no ajustarte a las normas?
—Mi esposo siempre dice que no soy alguien que busca agradar a la gente porque todo el tiempo estoy diciendo lo que pienso, y no elijo papeles pensando en complacer a la audiencia. Es que creo que esto tiene que ver con mi infancia. Fui criada por dos padres izquierdistas que decían que uno tiene que luchar por lo que cree y que no hay que tratar de ajustarse a lo que te impone la sociedad. Además, yo he sido tan alta desde que era chica que siempre me sentí muy diferente. Había una extraña mezcla de cosas en mi niñez, una especie de estoicismo familiar pero por otro lado siempre he sido muy sensible, y trato de ser compasiva y amable con los demás. Estamos en esto todos juntos, nos tenemos que ayudar entre todos y cuanto mas amor podamos aportar al mundo, mas posibilidades vamos a tener de lograr que el lugar en el que vivimos sea mejor.
—¿Qué es lo que pensás de que Cannes acepte proyectos televisivos como "Top of the Lake" aunque sea un festival eminentemente cinematográfico?
—Me parece bien, pero a la vez creo que es importante resguardar el espacio del cine. Es importante ir a una sala oscura a ver una película. No me opongo a ver algo en la pantalla chica, pero soy fan de la grande. Nada se puede comparar con la experiencia de ver "The Killing of a Sacred Deer" en un cine enorme como el Lumiere. La experiencia no hubiera sido la misma si la hubiese visto en la televisión. De todos modos, se pueden hacer proyectos para la pantalla chica que tengan calidad cinematográfica, como "Big Little Lies" o "Top of the Lake", porque también pueden pasarse en un cine, aún cuando Jean-Marc Vallee filmó "Big Little Lies" sabiendo exactamente cual era el tamaño en el que se iba a ver. Y yo estoy dispuesta a trabajar en los dos medios, pero siempre voy a querer perderme en la oscuridad de una sala mirando una película junto a un grupo de personas. Y voy a luchar por eso hasta el amargo final...