“El miedo está antes del hecho artístico, después desaparece”. Quien lo dice es Ale Gigena, actor y director de “Los miedos”, la puesta que tras siete años de exitosa cartelera en Buenos Aires llega por primera vez a Rosario, ganó público en base a una propuesta original. Y no es casualidad que la traiga justamente un rosarino como Gigena, radicado en esa ciudad desde 2012 y con una década de experiencia al mando de su gimnasio actoral en Capital Federal. La obra tendrá cuatro funciones el jueves 29 de febrero a las 21 (agotadas), viernes 1º, a las 21 (agotadas), nueva función a las 23 y domingo 3 de marzo, a las 21, en La Orilla Infinita (Colón 2148), con anticipadas en venta a través de laorillainfinita.com.ar. En diálogo con La Capital, el intérprete que tuvo repercusión mediática tras su notable labor como uno de los hermanos Gómez en el film de Sebastián Borensztein “La odisea de los giles”, reflexionó sobre la temática del título de la obra (“Quizá uno de los mayores miedos es no divertirnos”, dijo) y marcó posición en defensa de los trabajadores independientes de la cultura en el marco de las nuevas disposiciones del gobierno nacional: “Pensar un Estado separado de la cultura es no mirar ni escuchar a un pueblo, es perder sensibilidad y empatía por el otro”.
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Ale Gigena es un director rosarino residente en Buenos Aires, donde está a cargo de un taller actoral.
En “Los miedos” la actuación, la música y las luces van creando imágenes a través del sentido que va dando un director en escena. Nada está preparado ni planeado. Y el equipo artístico que lleva esa idea sobre tablas son Javier Abril Rotger, Sofía Brihet, Débora Nishimoto, Camila Peralta, Max Suen, María Soldi, Román Martino, Yasmin Eisenberg, Luciana Lifschitz, Lautaro Bakir y Franco Quercia, en actuación; los músicos Juan Lepiscopo, Joaco Vitola y Fede Pellegrini, más la escenografía de Gina Mantegna y la iluminación de Ana Hochnadel, con asistencia de dirección de Carla Scolari.
En “Los miedos” no hay guión ni se sabe hacia dónde va la narración, según la gacetilla informativa, pero la propuesta es que, más allá de los actores, los músicos, las luces y la puesta, hay miedo. ¿Cómo surge ese miedo, a quién o a qué hay que temer?
El miedo surge, porque nuestra propuesta es un arrojo a lo incierto al crear desde el vacío, es la incertidumbre de la propuesta misma. Miedo a que salga mal, miedo a estar frente al público, es el miedo que creemos que tiene cualquier artista que está a punto de ofrecer su propuesta. En nuestro caso creemos que es mayor porque no sabemos ni siquiera qué es lo que vamos a ofrecer. Lo que sí sabemos es que existe una conexión entre todos nosotros que genera contención, nos contiene la música, la actuación, las luces y entonces ese miedo muta a un disfrute, a un goce que nos pertenece a todos.
La obra está hace siete años en la cartelera porteña con una propuesta atípica en donde “el motor es el disfrute por el error”. ¿Qué sucede con el público cuando se enfrenta a esta obra?
Varias cosas, en principio el público se siente parte porque ve la cocina de la creación artística, genera empatía, genera pertenencia y se celebra. La propuesta muchas veces tiene que ver con el humor, porque es algo que nos divierte hacer y compartir. Pero también al estar ahí creando desde cero ocurren cosas inesperadas y misteriosas que salen de lugares profundos que algunas veces ni sabemos que existen y esa profundidad también llega al público. Y nos gusta darnos el permiso para que esas cosas ocurran.
¿En “Los miedos” dirigís solamente o también actuás?
Yo soy director en escena, voy dirigiendo a actores, actrices, músicos e iluminadora en el momento sin planificar nada de antemano, desde el vacío, no sabemos cómo arranca, cómo transcurre, mucho menos cómo termina la obra.
¿Por qué se te ocurrió configurar una propuesta tan anticonvencional para abordar un tema tan complejo como el miedo?
No se aborda el tema del miedo. El nombre de la obra tiene que ver con lo que nos ocurre a nosotros haciéndola. La obra no aborda ningún tema en particular, porque nunca sabemos qué temas se tocarán, es una obra de improvisación. A lo que le tememos es a lo que más nos moviliza a nosotros como artistas, salir a escena, que a la gente le guste, poder divertirnos entre nosotros, quizás uno de los mayores miedos es no divertirnos. El miedo está antes del hecho artístico, después desaparece.
Los miedos fueron cambiando con el paso del tiempo, miedo a la grieta, miedo a la discriminación, miedo a la pobreza, miedo a los robos, miedo a los narcos, miedo a la pandemia, ahora miedo al poder libertario. ¿Se ven representados algunos o todos esos miedos, o la obra va hacia otra dirección?
No planificamos lo que vamos a representar pero sí estamos atravesados por todos esos miedos y seguro se cuelan durante la función.
Sos un rosarino radicado en Buenos Aires, es la primera vez que la obra llega a la ciudad y es en un teatro independiente. ¿Cuál es tu mirada sobre el teatro independiente local y nacional y qué lucha todavía hay que dar en este espacio, en momentos en que el miedo también sobrevuela al futuro de los actores independientes?
Mi mirada sobre el teatro es la mirada de un teatrero independiente, tanto en Rosario como en Buenos Aires. Entiendo la lucha del artista independiente, entiendo la lucha del productor, del gestor de producciones independientes, de los dueños de los teatros y de la militancia de todas esas partes para que el teatro siga existiendo, porque el teatro y el arte es existencial para el artista independiente, y lamentablemente si no somos nosotros los que lo sostenemos y defendemos muchas veces se lo relega al peor lugar. Nosotros no hacemos teatro para hacer una obra porque solo nos gusta hacerla, lo hacemos con un fin mayor, que es social, que es cultural y es imprescindible. Es fundamental que el Estado también pueda sentir que la razón de la existencia es importante incluso para el Estado mismo para que de esta manera se pueda traducir en puestos de trabajo, de retribución de dinero pero no solo eso, sino en inversión, de becas, de posibilidades de crecer, que haya más salas, más escuelas, más investigación. Pensar un Estado separado de la cultura es no mirar ni escuchar a un pueblo, es perder sensibilidad y empatía por el otro.
Como actor te destacaste en “La odisea de los giles” como uno de los Hermanos Gómez. ¿Qué te dejó en lo profesional esa experiencia y qué implicancia tuvo en tu carrera a partir de allí?
Me dejó una de las experiencias más divertidas y humanas que pude haber transitado en mi carrera como actor. Yo soy maestro de actores, tengo mi escuela propia en Buenos Aires y ver trabajar a muchos de mis compañeros y compañeras de elenco fue un placer muy gratificante. Supongo que, como en muchos trabajos, a veces el ambiente laboral puede ser hostil, de mucho ego y subestimación por el otro. En este caso, estar trabajando con un elenco donde todos son unos artistas del carajo y sentir que no tienen que hacerte parte porque ya sos parte es un acto generoso enorme. Trabajar con libertad de creación y en estado de equidad hace que puedas encarar otros proyectos de otra manera, sobre todo en los más hostiles.
Por último, ¿qué mensaje deja la obra “Los miedos” que pueda servir para reflexionar sobre ellos, más allá de que sean temporales o eternos?
No sé si deja el mensaje que al menos yo quiero que en algún momento se visibilice, ese mensaje tiene que ver con algo que trabajamos internamente nosotros, tiene que ver con el trabajo colectivo, con la no verticalidad, con la valorización del error y sobre todo con el acompañamiento en esos momentos más vulnerables de creación. Ojalá la gente pueda divertirse como nosotros lo hacemos en escena, ojalá se sientan parte de todo esto que queremos ofrecer.