Un dúo de cineastas construye una zorra ferroviaria para viajar desde Rosario a Espora y en el camino, retratar una región marcada por la desaparición del tren: la pampa húmeda argentina. De esto se trata “La zorra y la pampa”, el documental de Leandro Rovere e Ignacio Sánchez Ordoñez, que después de proyectarse en varias de las localidades en las que se filmó, y de pasar por la competencia santafesina del Festival de Cine Latinoamericano de Rosario, se estrenó a comienzos de octubre. Desde entonces, más de 2500 espectadores la vieron y, a pedido del público, suma su quinta semana consecutiva en cartelera. Este fin de semana, se podrá ver el sábado 2 y el domingo 3, a las 22.30, en el Cine El Cairo (Santa Fe 1120).
Si bien la filmación comenzó en 2018, el camino de la zorra comenzó mucho antes. El proyecto, de hecho, tiene más de veinte años de gesta entre la dupla de realizadores. Lo que comenzó como un guion para hablar específicamente de las consecuencias del desguace ferroviario en la zona, se convirtió en otra cosa: un retrato luminoso, aunque sin ingenuidad, de una seguidilla de pueblos del sur de Santa Fe (y el norte de Buenos Aires) con idiosincrasias y problemáticas particulares. La identidad regional se teje entre viejas estaciones de tren, historias mínimas, transformaciones estructurales y un ejercicio activo y colectivo de memoria.
Más de noventa personas, desde ferroviarios hasta poetas, hicieron avanzar la zorra por más de 390 kilómetros. Desde el ingeniero mecánico Jorge Mario Gil, que en su taller Metalum modeló la pieza, hasta los organizadores de “La fiesta de la zorra” en la localidad de Espora (que actualmente tiene 20 habitantes), pasando por la escritora Diana Bellessi, activistas ambientales y bailarines de zamba.
Antes de todo, estuvo el deseo de dos cineastas de viajar en tren por la provincia, como habían hecho las generaciones anteriores. Ante la ausencia, pusieron manos a la obra. “Es difícil identificar un momento en que dijimos de hacer una zorra. Pero sí está esto de encarar una narración en relación a una causa desde el lugar de la acción y no desde la melancolía. Y mostrar una característica que tiene nuestro pueblo que es el ir para adelante. El acto de andar en zorra va por ahí. No sólo es un acto de resistencia, es una acción. También es la intención de compartir, y de ir juntos para el mismo lado”, contó Rovere en diálogo con La Capital.
La inspiración para la aventura fueron las asociaciones ferroviarias de distintos lugares, que recuperan kilómetros de vía con zorras a motor y por puro “amor al tren”, sin apoyo del Estado. “La zorra también te da la posibilidad narrativamente atractiva, de que todo se convierta un poco en una aventura, que aparezcan cosas que no se pueden controlar. Eso es algo que tiene el cine que hacemos con Ignacio, que venimos trabajando juntos hace muchos años, y no nos gusta controlar todo. Nos gusta que haya algo imperfecto. Y ahí también hay una postura en torno al cine documental”, agregó el realizador. Por supuesto, hay desperfectos técnicos, reparaciones en ruta y demás vicisitudes propias de un viaje de tracción a brazos.
La película contó con el apoyo de Espacio Santafesino del Ministerio de Cultura de la provincia de Santa Fe, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, Fondo Nacional de las Artes, Crédito ADERR y de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario.
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De Rosario a Espora en zorra
Uno de los méritos principales del documental es que logra ilustrar con elocuencia cada localidad por la que pasa la zorra en su ramal, a través de personajes únicos, terrenales, reconocibles. “Hay un imaginario que tenemos de la pampa, por la generación a la que pertenecemos, bien Molina Campos: el gaucho, el ombú, la tranquera, el molino. Y todo ese imaginario se fue degradando porque cambiaron los modos de producción y de habitar esos lugares”, contextualizó Leandro. Además de la ausencia del tren, la tecnologización de muchas tareas rurales, así como el uso de agrotóxicos, cambió de formas profundas el paisaje y la vida de la región.
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“La película también plantea una pregunta sobre esos imaginarios, y en la búsqueda del retrato aparecen otros temas, otras problemáticas, que surgían de la impronta propia de cada localidad: Chabás con las producciones alternativas, Melincué con la voces de los pueblos originarios, Wheelwright es la capital de la música, Pérez tiene uno de los talleres ferroviarios más importantes de Latinoamérica”, compartió Rovere.
Para producir estos encuentros potentes con los habitantes de cada lugar, la dupla de cineastas hizo un trabajo arduo de construcción de vínculos. “Durante el 2018, tuvimos todo un año de scouting, de ir mucho a todas las localidades, hablar con las autoridades políticas, empezar a conocer a la gente, a ver instituciones, historias. Ir mucho, sin cámara, con una cámara de fotos y un grabador”, contó el realizador.
El documental recupera una serie de temáticas sociales de total vigencia. Pero su principal intervención política tiene que ver con la mirada que propone de ese mundo que explora, a contracorriente de los mandatos contemporáneos. “La peli tiene claramente algo muy fuera de moda: la ternura. Hoy parece que la moda es el cinismo y la crueldad. Aunque uno después la muestra, la gente te abraza y ves que la ternura persiste en nosotros, a pesar de los discursos hegemónicos, de la competencia, de hacer las cosas solos. Acá hay un planteo diferente, colectivo. No es una película de nicho, está hecha para que la vea todo el mundo, de todas las edades. Su bandera, su espíritu es la ternura, desde lo narrativo, lo estético, la recepción”, cerró el realizador.