En Chongquing o Chongoing o Chungking, según desde que latitud se escriba o lea
el nombre de la ciudad, tuvimos el primer contacto con el río Yangtze, que —a fuerza de ser
sincero— no resultó tan impresionante como esperábamos. Las expectativas, cuando son muchas,
acostumbran traicionar y en este caso lo que se presentaba ante nuestros ojos no se correspondía
con la imagen grabada en la imaginación, esculpida en clases de geografía, cuando la escuela
primaria nos enseña lo que algún día se podrá ascender, caminar o navegar.
El Yangtze, sin ser el más ancho, ni el más caudaloso,
postergado en longitud por sus primos Nilo y Amazonas, parecía el más exótico, cualidad que nuestra
mente de niño privilegiaba.
No obstante, y para ser justos, quizás el problema no
estuviese en el cauce o sus reflejos, sino en los nuestros, cansados después de horas de viaje,
primero en avión desde Xian, luego en autobús hasta el jardín zoológico, donde crecen y se dejan
fotografiar una decena de osos pandas.
Finalmente andando sobre un muelle primitivo, al final del cual esperaba el
barco que nos ayudaría a remontarlo.
Ya tendría tiempo el río para demostrarnos que nuestros
prejuicios, eran absurdos; tiempo y más de 2000 kilómetros de los 6397 que acumula, atravesando 11
provincias, humedeciendo los nombres de 185 ciudades y posibilitando el riego de más de 3 millones
de hectáreas, casi el 25 por ciento de todo los terrenos de cultivo de China.
Anclados en el muelle, frente a la gran ciudad, no sabíamos
que el nivel del agua en ese punto varía 30 metros según las estaciones. Nuestro observatorio no
podía ser mejor, a tiro de piedra de la tierra que nos había mostrado un cicerone exultante,
ejemplificando como lo que es grande puede convertirse en grandísimo y lo grandísimo mutar a
enorme.
Habitada por 6 millones de personas tiene a su alrededor
distritos suficientes como para albergar a 30 millones más, y de hecho lo hace, por algo China es
el país más populoso del mundo y Chongquin, que se pronuncia Chonchin, una de sus ciudades más
grande, convertida en una especie de "estado" independiente, que sólo rinde cuentas al gobierno
central. Las primeras referencias que escuchan los visitantes tratan sobre niebla y montañas,
glosadas por poetas y reseñada por la gente común.
No hay que hacer ningún esfuerzo para descubrirlas, a la
niebla porque forma una sombrilla gigantesca donde se mezclan humedad y contaminación, y a las
montañas porque son tantas que imposibilitan a los vecinos una práctica común en el resto del
territorio: desplazarse en bicicleta.
Con una historia milenaria la ciudad alcanzó celebridad
durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue nombrada capital provisional de la China. Los
japoneses la dañaron seriamente, y sólo los inviernos largos y muy nublados impidieron que los
bombardeos —que eran implacables— terminaran por destruirla.
Las conflagraciones, revueltas y política en general, con el tiempo suelen
ser utilizadas como reclamos históricos. De allí que las guías mencionen el lugar donde estaba
acantonada la escuadra americana de "Los Tigres Voladores" durante la contienda, o el sitio en el
que Mao Zedong y Chiang Kai-Sek discutían la mejor forma en no ponerse de acuerdo, para iniciar las
luchas fratricidas que librarían comunistas y nacionalistas. Tras decenios de paz Chongquing
se transformó en un polo industrial formidable y, aunque parezca un contrasentido, en destino
turístico. La culpa de esto último la tienen "Las Tres Gargantas" del río
Yangtze.