En menos de dos semanas, Alberto Fernández pasó de la guerra contra la inflación a pedir una oportunidad a la paz. Del exorcismo contra los diablos que remarcan los precios a la terapia de grupo. Son señales erráticas no sólo hacia la sociedad, sino también hacia los miembros de la gran familia ensamblada del Frente de Todos que observan en vivo y en directo cómo las cabezas del matrimonio por conveniencia sacan los trapitos sucios al sol.
Por un momento, la convivencia -no ya la reconciliación- pareció posible. Después de la fractura expuesta por el acuerdo con el FMI y los movimientos de tropas y misiles cruzados en el Día de la Memoria, el proyecto del bloque de senadores del Frente de Todos para cobrar impuestos a quienes tienen activos en dólares no declarados, el repudio a los afiches contra Cristina Kirchner que aparecieron en el centro porteño -al que se sumó la destrucción de una estatua de la vicepresidenta en Río Gallegos- alinearon por unos días a Fernández y Cristina.
Estas movidas permitieron por unas horas abroquelar el frente interno, señalar adversarios fuera de la coalición, y recuperar -algo- de iniciativa política. Para el kirchnerismo, el proyecto en el Congreso -del que se verá si pasa tanto el test de los votos como el de la consistencia técnica- tiene un plus: acostumbrado al papel de actor de veto de iniciativas ajenas, el texto le permite salir por la propositiva. No es poco cuando el combate a la inflación no habilita el exitismo y cuando al gobierno le cuesta capitalizar las pocas buenas noticias que arroja el frente socioeconómico, como la baja del 42% al 37,3% de la pobreza en el segundo semestre de 2021.
Pero la tregua duró poco. Otra vez, en una fecha de alta carga emocional y simbólica Alberto y Cristina encabezaron homenajes diferentes. Incluso, Cristina dijo que le regaló a Fernández por su cumpleaños el libro “Diario de una temporada en el quinto piso”, el relato en primera persona y desde la cocina del poder del sociólogo Juan Carlos Torre de los turbulentos años de gobierno de Raúl Alfonsín. Todo un mensaje. Más, cuando el lema del acto de Fernández era “Malvinas nos une”.
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En este marco, la coyuntura potencia en algunos dirigentes el instinto de supervivencia. Ese es el caso de Sergio Massa, que alterna los papeles de cardenal Samoré y de estadista que quiere sellar un pacto de la Moncloa a la criolla con la oposición. Aliado a Cristina y Máximo -que, al igual que él, debieron replegarse en la provincia de Buenos Aires- el presidente de la Cámara de Diputados se entusiasma con beneficiarse en una eventual división de bienes políticos. Sin embargo, el pragmatismo exacerbado del tigrense daña su credibilidad ante la sociedad y le complica posicionarse como posible sucesor.
Otros actores que hacen su propio juego son los gobernadores. Los mandatarios provinciales respaldaron esta semana a Fernández en su pulseada con Horacio Rodríguez Larreta por la coparticipación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pero se cuidan en su terruño de no quedar demasiado asociados a un gobierno que tiene según la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés sólo 17% de aprobación.
Un ejemplo es Omar Perotti. El mandatario santafesino participó el miércoles de la reunión en Casa Rosada y un día después recibió al presidente en Las Parejas. Después de un acto en que el gobernador se refirió a Fernández como “el presidente” y donde se evidenciaron otra vez los cortocircuitos entre ambos por la política agropecuaria, llegó un almuerzo abundante de gestos políticos.
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Se sentaron a la mesa, además de Fernández y Perotti, dos perottistas paladar negro -Roberto Mirabella y Marcos Corach-; Marcelo Lewandowski, un aliado del gobernador pero que se mueve con libertad en la cancha; tres rossistas -Germán Martínez, Leandro Busatto y Roberto Sukerman- y un referente del Movimiento Evita -la orga territorial más cercana a Fernández-, Eduardo Toniolli. Completaron la mesa el secretario general de la presidencia, Julio Vitobello, la directora del Banco Nación Julia Strada y el intendente local, Horacio Compagnucci.
“El clima del almuerzo fue distendido, pero es una relación que no goza de la confianza con la que empezó”, dijo un asistente a la comida acerca del vínculo entre el presidente y el gobernador. “La lectura es que Alberto no le entrega a Omar el monopolio de la política santafesina”, agregó.
El viernes, el gobernador y su espacio, Hacemos Santa Fe, intentaron mostrar en Rosario músculo político. En el cierre de una actividad de la que participaron, según los organizadores, 2.300 referentes provinciales, Perotti machacó con sus principales ideas fuerza: producción, federalismo, territorio y foco en la provincia.
Señales políticas
En varios campamentos opositores tomaron nota de dos datos que iluminan tanto el presente como el futuro del peronismo santafesino. Por un lado, la presencia en primera fila de los senadores Osvaldo Sosa y José Baucero, integrantes del bloque presidido por Armando Traferri, y del ministro de Cultura Jorge Llonch, esposo de la vicegobernadora Alejandra Rodenas. Por el otro, que Perotti haya dado su discurso flanqueado por Mirabella y la ministra de Gobierno, Celia Arena.
Sin reelección, Perotti tiene sobre la mesa al menos cuatro opciones para 2023: encabezar la boleta de diputados provinciales (la gran Bonfatti/Lifschitz), liderar la lista de diputados nacionales, volver al llano o la más ambiciosa: anotarse en la carrera presidencial. Se podría abrir una quinta alternativa: volver al Senado, si Marcelo Lewandowski es elegido para otro cargo.
Javkin y Pullaro, dos dirigentes con ganas de competir por la gobernación en 2023
En tanto, cerca de Maximiliano Pullaro hacen su propio fixture para 2023. Creen que al final Perotti se inclinará por Mirabella, y que el diputado nacional se impondrá en la primaria peronista, probablemente frente a Busatto y Toniolli, a quienes no ven con la fuerza suficiente para contrarrestar al aparato.
Además, ven que en el no peronismo se van agrupando dos espacios heterogéneos. Uno alrededor del ex ministro de Seguridad, en el que cuentan a su sector del radicalismo, al PRO y, a partir de diciembre, el grueso del socialismo. El otro, con Pablo Javkin como principal referencia, reúne a los sectores de Julián Galdeano, Mario Barletta y Dionisio Scarpin, además de algunos aliados más pequeños del intendente.
En el búnker del jefe del bloque Evolución indican que la semana pasada Pullaro y Javkin acordaron una competencia civilizada e integrar al sector del otro en un futuro gabinete. Aunque evitan en la pública el triunfalismo, huelen que el ganador de la interna del “frente a la santafesina” será el próximo gobernador de la provincia.