Gerardo Falconi (51) es oriundo de Correa, pero vivió parte de su vida en Rosario, hasta que los ecos de la crisis de la convertibilidad lo enviaron en 2005 a Europa. Tras 16 años en España, decidió volver al país a fines de 2020 pero se llevó un mal trago a manos de la burocracia estatal, y terminó con todas sus pertenencias atrapadas en la Aduana. Ropa, calzado, herramientas y algunos objetos personales permanecen secuestrados en un depósito de Uriburu y Circunvalación desde hace casi tres meses, luego de atravesar un angustiante laberinto de documentación y trámites, y ahora pretenden que pague más de 1.600 dólares por ellos.
Falcioni es carpintero ebanista y tenía un taller en Sabadell, una ciudad de la provincia de Barcelona. En 2019 decidió volver. Sus padres se estaban poniendo mayores, es hijo único, y empezó a prepararse. Cerró su empresa y vendió todas las maquinarias que tenía, ya que el traslado le representaba un gasto para el que no estaba preparado. “No es nada fácil a mi edad pegar la vuelta, a mitad de camino laboral y lejos de la época de jubilarme”, cuenta.
En diciembre del año pasado volvió a Rosario ya para quedarse, y empezó a pensar en traer sus enseres domésticos, junto a algunas herramientas de trabajo manual. En mayo de 2021 regresó a Barcelona para contratar una empresa para trasladar estas cosas. Regaló muebles, vendió otros objetos y decidió traer solo lo más importante. Por medio de una empresa que contrató en Madrid para asesorarlo, hizo el trámite para mudanza internacional, una figura de la ley argentina que permite por única vez en la vida hacerlo libre de aranceles y habiendo residido más de dos años en el exterior.
Embalaje, declaración jurada, y demás aspectos fueron hechos sujetos a regla y tal como dicta la normativa vigente. En agosto fueron por barco a Uruguay, y luego llegaron por tierra al Binder 2 de Rosario, previa contratación de un despachante de Aduana para presentar ante la naviera una orden de recepción, liberación y entrega. Allí comenzó la odisea. El consulado argentino en Barcelona le acreditó por error solo un año de residencia, y le negaron el permiso. Ahora, para retirar todo le exigen pagar el 50 por ciento del valor que tienen los objetos que tiene en el depósito, y para colmo en dólares.
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Pesadilla
“El cónsul me extendió el certificado haciendo referencia al último año que yo viví en la ciudad de Terrassa. Yo le comenté que le había enviado documentación de residencias anteriores, pero me dijo que no era necesario. Esa fue la equivocación”, lamentó. También le marcaron que por sus movimientos migratorios había estado en Argentina más de dos meses el último año, por lo que no le correspondía estar exento de gravamen. “Vengo todos los años en diciembre a visitar a mi familia, y me vuelvo en enero. Esos mismos movimientos demuestran que residí en España todos estos años”, aclaró.
Por eso pidió una reconsideración ante Buenos Aires, y aportó toda la documentación correspondiente que acredita que vivió 16 años en residencia permanente en diferentes ciudades, incluida sus declaraciones de rentas. “Mandé un mail y me llamó una jefa del área de Casos Especiales, pero me respondió que esos papeles que yo mandé no están dentro de la normativa, y debía enviar un documento consular que ya no sé si me darán correctamente estando yo en Argentina”, señaló.
“Como repatriado me siento tratado como si fuera un comerciante que trae mercadería importada para revender en el país. El enojo que tengo es grande por lo obtusos y cerrados que son. No miran más allá de las formalidades. Parece que para la Aduana de este país tan solo tres metros cúbicos de enseres personales es demasiado para alguien que decide repatriarse”, dice con enojo.
En la lista de objetos hay ollas y sartenes, libros, una amoladora, un taladro, lijadora, motosierra, caballetes, cinceles, una perforadora, rotopercutor, una sierra, indumentaria, zapatos, elementos de camping, un televisor, cuadros, una cámara de fotos, instrumentos musicales y algunos adornos, entre otros. “Un tipo millonario que vuelve a Argentina con tres camiones, cinco coches y seis container de maquinarias”, comenta con ironía. La Aduana le exige que pague por ellos 925 dólares, más 400 del despachante de aduana y 300 dólares por el depósito.
Gerardo vive con su pareja a metros del parque Independencia, pero casi no tiene pertenencias, en especial vestimenta y calzado. “Tengo poca ropa, me traje solo dos maletas con lo indispensable. Está todo secuestrado. Esta es la consideración que tienen con alguien que quiere volver al país”, cerró con impotencia.
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