“El gordo”, como le decían en su barrio a José Eduardo Fernández, tenía 58 años, ocho hijos y otros tantos nietos. Trabajaba como albañil y la tarde del viernes, cuando regresó de la obra, fue a tomar una cerveza a la esquina de España y Lamadrid con otros vecinos del barrio. Pasadas las siete llegó a esa esquina Lucas C., un muchacho muy conocido de la cuadra y ligado a un búnker de venta de drogas de las inmediaciones. Sin decir demasiado se la agarró con el grupo. “El gordo” tenía “calle” y lo enfrentó. Tres minutos después el joven sacó dos armas de fuego y disparó varías veces contra Fernández. A las 20.35 el hombre murió en la guardia del hospital Roque Sáenz Peña.
La tarde de ayer José Fernández fue velado en su humilde casita de material de Margis 5011 (paralela a Italia a la misma altura), a 30 metros de donde cayó herido de muerte. La zona es una confusión de calles y pasajes en la cual las casas del barrio se mezclan con un asentamiento precario que se erige junto a la vía y está rodeada de pasillos que desembocan en lugares inesperados: un baldío en medio de un plan de viviendas sociales, otros pasadizos y diagonales que llevan a ninguna parte y callecitas de tierra sin fin. “El gordo” era muy querido en el barrio y hace al menos veinte años que su familia vive allí. Algunos de los vecinos y amigos de Fernández, por lo bajo y entre líneas, contaron en el velorio las circunstancias de la muerte.
Le sobraba calle. s“El gordo estaba con nosotros tomando un porrón y se acercaron los transas de acá a la vuelta. Lucas estaba re puesto y fue de de «cheto» y «El gordo» no se lo bancó, porque si algo le sobraba a él era calle. Detrás de Lucas vinieron otros transas y empezaron a pegarnos y el pibe éste sacó dos fierros y «El gordo» lo enfrentó. Duró nada la pelea y empezaron a los tiros y Lucas le dio a Fernández”, sostuvo un vecino y amigo de la víctima que estaba en el grupo esa tarde fatal. Fueron dos tiros y el impacto final ingresó por el pecho.
Como Fernández vivía a pocos metros de allí, su mujer al escuchar las detonaciones y el griterío salió a la calle y encontró una escena que preferirá olvidar por siempre. El hombre estaba tirado en el piso, con mucha sangre en la camisa y moviéndose con dificultad. Al lado, el muchacho que le disparó tenía un arma de fuego en cada mano.
Un minuto después llegó a la esquina del centro de salud del barrio un móvil de Gendarmería Nacional y la mujer, a los gritos, les dijo que habían disparado contra su marido y señaló al matador. Los efectivos se desplegaron entre las casas y las casillas para perseguir al joven que, conocedor de los pasadizos, pudo huir e ingresar a su territorio.
Los efectivos se comunicaron con el Sies y una ambulancia trasladó a Fernández al hospital Roque Sáenz Peña, pero murió instantes después de entrar por la guardia.
Nada que ver. El apellido Fernández y la situación de que el homicidio fuera cometido por una persona vinculada al narcomenudeo, llevó a los investigadores a asociar esta muerte con la de Darío Sebastián Fernández, un joven al que encontraron muerto en las afueras de barrio Rucci (ver página 38), pero la familia se encargó de desligar los casos: “Se llamaban los dos Fernández nada más. Ni sabemos quien es el otro”, manifestaron ayer por la tarde.
“El gordo” Fernández fue velado en el comedor de su casa. Sus hijos insultaban y maldecían a quien lo mató. “Diablo, te desafió. Voy a matar a estos transas y al pelado, a todos”, gritaba enardecido un hijo de la víctima. “Todos sabemos que los milicos cubren a estos transas, son todos asesinos”. Hijas y nietas lloraban por el hombre abrazadas al féretro y con los llantos de otros familiares y amigos se formaba un eco impiadoso.
Un vecino fue contundente: “Esto lo arreglamos nosotros. Estos transas se creen los dueños del lugar pero los vamos a quemar vivos”. Por entonces, el barrio ya había sido escenario de la primera consecuencia del crimen. El mismo viernes a la noche un grupo de desconocidos la emprendió contra la casa del presunto asesino y se la incendiaron.
El caso cayó en la fiscalía en turno a cargo de Florentino Malaponte y las actuaciones en la seccional 15ª, que atiende por jurisdicción.