Por Hernán Lascano
El 30 de mayo pasado fueron atacadas a balazos dos viviendas que había habitado el juez Ismael Manfrín, que presidió el tribunal que 40 días antes había condenado a 19 imputados de integrar la llamada Banda de Los Monos. Una de ellas la había vendido 14 años antes y de la otra se había mudado hacía dos meses.
A los 20 días fue baleada una casa que ocupa la ex esposa del juez Juan Carlos Vienna, que intervino en la parte más importante de la instrucción de la causa mencionada. Enseguida, para borrar cualquier duda sobre el destino buscado, atacaron a tiros la casa de su padre, que tiene el mismo nombre del juez.
Luego fueron baleadas viviendas de dos policías que actuaron en la etapa inicial de la pesquisa de Los Monos bajo órdenes de Vienna.
El último mojón es el de anoche, una vez más con ataques gemelos. En un caso una casa que Horacio Usandizaga vendió en 1975, es decir hace 43 años, al padre de un perito balístico de Tribunales. Casi al mismo tiempo atacaron el edificio donde el ex intendente de Rosario tenía su estudio jurídico. El edificio lleva por nombre "Marisol", como se llama la vocal del tribunal que condenó a Los Monos en abril pasado, Marisol Usandizaga.
Todos los ataques, que fueron perpetrados con armas de calibre 9 milímetros, tienen a la letalidad como eventualidad incuestionable. Más allá de que los agresores no se lo propongan, un ataque con armas poderosas a balazos que atraviesan aberturas conllevan la posibilidad de quitar la vida. Si eso no pasó fue porque el azar determinó que no hubiera ninguna persona en el trayecto de los disparos, en lugares que sí estaban habitados.
Luce evidente que los atacantes se interesan en personas que intervinieron en los trámites de Los Monos. Pero más lo es que no buscan un ataque directo a ellas porque atentan contra lugares que, en todos los casos, éstas no habitan. Esa circunstancia oblicua no hace sino aumentar la cantidad de blancos posibles. Ya no es la persona del funcionario judicial o policial, sino toda una red de personas cuya única vinculación podría ser la de ser familiar o haber tenido con ellas una relación comercial como comprarles una casa.
Esto reduce drásticamente las posibilidades de prevención en la calle a manera de custodias en domicilios de blancos potenciales. No se puede vigilar cada casa que haya vendido o comprado el pariente de un juez. La única manera de detectar y neutralizar a los que actúan es con inteligencia criminal que determine la identidad y los movimientos de los atacantes. Hasta ahora ese es el costado más frágil de la mayoría de las investigaciones.
La otra gran incógnita es quién está detrás de esto. Lo más obvio es que los atacantes quieren que se relacione a Los Monos con los ataques, independientemente de que sean personas del grupo de barrio La Granada o no quienes producen los disparos.Algo que no se escapa en el Ministerio Público de la Acusación (MPA) es que esto puede conllevar propósitos de amedrentamiento para los que deben seguir actuando en el caso. Justamente esta semana se integró con tres juezas el tribunal que debe revisar las condenas dictadas en abril.
Pero en momentos de dispersión criminal y de mercados delictivos en disputa, puede haber grupos rivales que produzcan estos incidentes en la creencia de que serán directamente adjudicados a Los Monos, de modo de desplazarlos, en un momento en que son frágiles por las detenciones y las condenas sufridas, de la escena de puja de bandas. Por ahora las precarias certezas pasan por la evidencia de que los ataques vienen de a dos. Lo demás es pura incertidumbre.