Tres años y ocho meses pasaron desde el asesinato del comisario inspector Guillermo Morgans, la tarde del 10 de junio de 2014 en el quiosco y Pago Fácil que uno de sus hijos tenía junto a un socio en Rodríguez al 200. Morgans era en ese momento jefe de Agrupaciones Especiales (AUE) de la Unidad Regional II, tercero en la línea sucesoria de la jefatura de Rosario. Tenía 44 años y 24 al servicio de la fuerza. A poco de cumplirse cuatro años de su asesinato, la causa está inmóvil y sin avances. Estancada. "Se trató de un crimen en circunstancias de robo. No hay en la causa elementos que acrediten otra cosa. No fue un ajuste de cuentas, un crimen por venganza o por su condición de empleado policial", indicó una alta fuente tribunalicia al ser consultada por el caso en manos del fiscal Florentino Malaponte, actualmente de licencia.
Sin embargo, el asesinato de Morgans despertó desde el minuto cero un sinnúmero de suspicacias a partir de alto perfil del comisario y su participación en investigaciones resonantes (ver aparte). El entonces ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, dijo de él tras su muerte que era "uno de los más importantes investigadores de la policía". Si bien los pesquisas coinciden en que la escena del crimen "fue la de un robo seguido de muerte", con el devenir del tiempo y la lectura global del hecho, a muchos les surgieron dudas. Por eso los entrevistados por La Capital hablaron bajo reserva de identidad.
"Matar a un policía tiene un precio en la calle. Por un lado da cartel y por el otro es una condena, porque el policía que lo cruce se lo va a hacer sentir. Y por lo general los policías no olvidan a sus camaradas muertos. En muchos aspectos Morgans quedó como un muerto más porque se agotaran todas las hipótesis que se abrieron. Los ladrones son de boca floja y siempre algo los delata. No pueden mantener un secreto mucho tiempo. En casi cuatro años no hubo en la calle indicios de quién fue el asesino. Nadie «boqueó» una punta sobre el hecho. En las cientos de interceptaciones telefónicas de investigaciones nunca se escuchó un dato o una «caída» sobre el crimen de Guillermo. Se peritaron decenas de armas pero nunca se dio con la utilizada en el crimen. Por eso las dudas", indicó una fuente consultada.
"La escena del crimen es la de un robo seguido de muerte. Los delincuentes entraron y nunca se dieron cuenta que Morgans era un policía y que tenía un arma. Le pegaron un culatazo en la cabeza y lo tiraron en el cuartito contiguo al salón donde su hijo estaba haciendo el arqueo de caja. El culatazo le provocó un severo corte en la cabeza y lo desmayó. Todo hace inferir que Guillermo al volver en sí tomó su pistola y salió al salón. Hizo unos disparos y uno de los delincuentes le respondió. Ese balazo le entró por la región intercostal y lo atravesó de lado a lado, una herida que hace pensar que no hubiera sobrevivido. Cuando ya estaba en el suelo, casi sin fuerzas, le dieron el disparo de remate. Él alcanzó a agarrarle el arma al delincuente porque tenía la quemadura del fogonazo en una de sus manos. Guillermo nunca se identificó como policía. Es muy probable que el que lo mató no supiera que mataba a un policía", confió otra fuente consultada.
Quién era
Morgans era oriundo del departamento San Javier. Había ingresado a la policía en 1990 e inició su carrera en el Unidad Regional I (Santa Fe) donde desempeñó tareas en varias comisarías. También cumplió funciones en la Unidad Regional III (departamento Belgrano) para llegar a Rosario en 1995. Aquí ocupó cargos en las comisarías 10ª y 7ª, fue Inspector de la 2ª Zona, se desempeñó en la Brigada de Orden Urbano, en Leyes Especiales y en Seguridad Personal. El 23 de febrero de 2013 fue nombrado jefe de la Agrupación de Unidades Especiales (incluye Homicidios, Investigaciones y Sustracción de Automotores).
Este diario intentó dialogar con integrantes de la familia Morgans pero nadie aceptó hablar. "Para ellos todo esto es una tragedia. Creo que ni entre ellos hablan del tema", explicó una vecina del barrio donde siguen viviendo la viuda y uno de sus hijos.
"Cuando pasó todo esto Guillermo estaba más temeroso por sus funciones que de ser asesinado. No tenía miedo. Ya se había enfrentado a la muerte dos veces: una cuando era jovencito y lo quisieron robar en villa La Lata y le dieron un puntazo; y en la época de los saqueos le pegaron un tiro. Él tenía miedo a que le cortaran la carrera, a no poder ascender. Cuando lo mataron le faltaban siete años para retirarse. Hoy podría ser jefe de policía de Rosario o de la Policía de Investigaciones (PDI). El temía porque algún recelo interno le frustrara un ascenso y en la policía siempre hay recelos. Por esos días estábamos en el cambio de paradigma investigativo. Se disolvió Agrupaciones Especiales y se puso en funcionamiento la PDI", explicó un policía que se definió como "amigo" del comisario muerto.
Cambios en la fuerza
De hecho, una semana después del asesinato de Morgans el gobierno provincial anunció esos cambios y un centenar de investigadores de la AUE fueron entrevistados por fiscales que evaluaron sus competencias y examinaron sus legajos. La mayoría pasó a la PDI.
El martes 10 de junio de 2014, cuatro meses después de la entrada en vigor del nuevo sistema penal en Santa Fe, Morgans salió pasado el mediodía de jefatura en una Toyota Hilux negra. Pasó por un mecánico para un breve chequeó al vehículo y siguió hacia el negocio de su hijo, en Rodríguez al 200. Llegó poco antes de las 15. Poco después era asesinado por dos maleantes.
Las imágenes que se tiene de los matadores son difusas a partir de una cámara de vigilancia del Colegio San Patricio. A la escena del crimen llegaron el entonces Fiscal Regional Jorge Baclini y los fiscales de Homicidios Dolosos Adrián Spelta, Miguel Moreno, Ademar Bianchini y Florentino Malaponte, quien quedó a cargo de la investigación.
Un año después del crimen se hizo público un identikit a mano alzada de uno de los agresores. Tras ello los investigadores allegados a la pesquisa indicaron que se siguieron alrededor de una decena de líneas de investigación, se realizaron una veintena de allanamientos y media docena de reconocimientos de persona, todos negativos.
Pero hasta hoy el crimen sigue impune y se pide a quienes puedan aportar datos que lo hagan en la Fiscalía Regional 2ª, a los teléfonos 341-2526363 o 4721898/99.