Racing es hoy uno de los mejores, sino el mejor, equipo del fútbol argentino. Por ende, es mejor que Newell’s. Tiene más fútbol, tiene la confianza por las nubes, hace de la posesión, el buen manejo y la profundidad en ataque un culto. Es justo que lidere su zona y esté invicto en la Copa de la Liga. Consiguió además la clasificación a cuartos de final, como era de presumir. Ante tamañas cualidades enfrente, además con la celebración de una racha histórica de triunfos conseguidos, ¿se podía esperar acaso que los rojinegros lo superaran, que lo dominaran? No. Pero ante ese panorama previsible, la gran virtud que está evidenciando este ciclo de Javier Sanguinetti es saber adaptarse a las circunstancias, pelear dentro de ellas, disputar, abroquelarse cuando hace falta y buscar cuando puede o lo dejan. Así construyó un enorme punto en el Cilindro de Avellaneda que lo pone a las puertas de los cuartos de final de la Copa de la Liga. Pero además ante un oponente superior o de buena talla, como seguramente le tocará si, como ahora sí puede permitir ilusionarse, consigue ese objetivo. Que será estar nada menos que a tres partidos de un título.
Y este equipo de Sanguinetti esbozó ante Racing razones para creer en sí mismo. Dio un paso adelante en seguridades, porque sacarle el bocado de la boca a un local que llegaba tan gallardo, traerá sin dudas mayores convencimientos hacia adentro.
Se podrá decir que la imagen del primer tiempo, donde fue claramente dominado, no invita a tamaño análisis, pero en verdad Newell’s supo aguantar, no se desesperó ni se desordenó al punto de quedar a merced del poderío rival. Ahí se sostuvo en su zaga central, la que parece al fin haber encontrado, y también en la mejor versión del Arboleda que pretendía Sanguinetti. En las prestaciones de Cristian Lema y de Willer Ditta se explicó en gran parte ese 0 a 0 que a Racing le sonó mezquino pero que luego en buena parte del complemento llegó a no ser tan mal visto.
Es que cuando el rival la tiene tanto, es un mérito también aguantar y Newell’s lo hizo con armas legítimas. Y ahí aparece otra de las virtudes de este proceso. Sanguinetti parece hasta ahora siempre reaccionar a tiempo. El cambio del experimentado Vangioni por el voluntarioso Luciano era lo que pedía el partido, como el de Djorkaeff Reasco por el chico Nazareno Funez (que entró por la inesperada molestia de Juanchón García). El equipo ganó en firmeza atrás y empezó a complicar adelante. Un doble estándar que equilibró fuerzas y llevó a un partido claramente inclinado hacia una determinada dirección, a ser de doble mano.
Un mérito que, lo dicho, el técnico viene mostrando desde que llegó a Newell’s y no por nada consiguió muchos buenos resultados en los complementos. De hecho, ante Racing fue cuando más cerca estuvo de ganarlo.
También la dosificación de esfuerzo debe ser apuntada como un mérito. Pablo Pérez hubiera sufrido ese primer tiempo y en cambio se hizo sentir mucho más cuando entró en el complemento. Sanguinetti lo guardó porque, inteligentemente, nada se definía en la noche de Avellaneda y en cambio todo puede producirse en la próxima cita, la del miércoles en el Coloso ante el vapuleado San Lorenzo. Habrá que ver cómo entran en esa lógica el sorpresivo ausente Juanchón García y tal vez Juan Garro, aunque lo del 9 preocuparía un poco más en vistas de que se viene la definición
En la recuperación de un 5 de casta como Julián Fernández, en la necesidad de más participación de Nicolás Castro, que la tuvo ante Racing, también se encuentran esas otras razones que lo hacen creer en un sueño. Como en la mejor prestación de Arboleda, ¿por qué no?
Un sueño que está a la puerta, que puede coronar este rendimiento en alza en la Copa de la Liga y que también supo pasar por la zaranda de un partido como el Avellaneda. Razones para que Newell’s crea.