Primera serie de eliminatorias para la Argentina de Edgardo Bauza. Un triunfo de local y un empate de visitante. Cuatro puntos sobre seis en disputa. Datos lisa y llanamente objetivos. De ahí en más, las consideraciones teniendo en cuenta de dónde se venía y para qué sirvieron estos dos partidos, qué es lo que aportaron y cuáles son las cosas en las que poner énfasis. El primer golpe de vista arroja un análisis positivo o cuanto menos signado por un alto índice de conformismo. El hecho de no haber perdido aporta en ese sentido, amén de que para la jerarquía de la que dispone el equipo argentino hace que la vara se encuentre siempre un poco por encima de la media. Hoy el Patón y su grupo de trabajo (para los jugadores también corre) deben sentir que una gran parte del deber está cumplido.
Ignorar que se trató de la primera experiencia de Bauza con el equipo no es del todo aconsejable. Es que en el medio había una sensación, lógica por cierto, de que al haber muchas cosas nuevas en el medio, el margen de error podía ser mayor al habitual. Esos períodos de conocimiento y entendimiento de los que siempre se habla existen realmente, aunque cada caso tiene su coyuntura. Aquí hay un grupo que, salvo algunas excepciones (como las de Pratto y Alario), viene trabajando desde hace años y lo que tenía que hacer era amoldar su comportamiento futbolístico a los requerimientos de entrenador, que por ahora no distaron demasiado de lo que venía ocurriendo.
En el medio, la injerencia de todo lo que genera Lionel Messi, tanto cuando está como cuando ocurre lo contrario, como fue en la noche del martes en Mérida. Es muy diferente analizar un partido de Argentina con o sin Leo en cancha. En el primer caso se lo podrá criticar o elogiar hasta el hartazgo (como generalmente ocurre), dependiendo del grado de injerencia que tenga en esos 90 minutos de fútbol, y en ausencia es algo así como una figura fantasmal que sobrevuela sobre los aciertos y errores de sus compañeros, a quienes dicho sea de paso puede resultarles cuanto menos tedioso saber que esos tipos de análisis son y serán moneda corriente.
El martes, aquí en Mérida, Messi no hubiese podido corregir ninguno de los varios inconvenientes que el equipo mostró cada vez que le tocó retroceder con Venezuela (esta endeble Venezuela) queriendo imprimirle velocidad a su ataque (en ese punto el Patón se debe haber llevado mucha tarea para el hogar). Y como ese otros tantos puntos flacos, pero lo que siempre se conjetura es que la sola presencia del astro de Barcelona invita a pensar que en cualquier jugada el desequilibrio puede llegar. En este último partido nadie contó con la sagacidad, inteligencia ni prestancia para calzarse ese traje. Y si la Argentina sin Messi se convierte en un equipo más terrenal, pero sobre todo previsible, habrá una tarea que en este caso le corresponderá a Bauza y que no es ni más ni menos que por lo que tuvieron que pasar los técnicos anteriores desde que Messi es Messi.
Por lo demás, este formato de eliminatorias, en el que cada serie se transforma en un comportamiento estanco, el análisis suele llevarse a cabo con la mira puesta exclusivamente en el presente. A esta etapa, Argentina llegó tercera y terminó como escolta (en el medio alcanzó la cima), descontándole un punto en los dos partidos al líder Uruguay. No obstante, la paridad y la escasa cantidad de puntos que separan a todos los equipos que mantienen expectativas hace que ese "no mirar más allá" de lo que realmente hay frente a las narices se transforme prácticamente en un estilo de vida.
Lo que se viene para Argentina en octubre es Perú en Lima y Paraguay en Córdoba, los que serán, a priori, exámenes más complejos de los que en la previa se pensaba sobre Uruguay y Venezuela.
Pero forma parte de lo que viene. Hoy hay otro análisis mucho más cercano, más del presente, que tiene que ver con que la serie que abrió el proceso encabezado por Bauza no sufrió ningún traspié y se mantiene entre los clasificados. En esos cuatro puntos de seis radique quizá el indicio más saliente de que los datos positivos, tal vez pocos, inclinaron la balanza a favor.