Desde los resultados no cambió demasiado Central respecto a lo que el equipo venía ofreciendo de la mano de Edgardo Bauza. El tan ansiado triunfo aún se hace rogar y por eso la racha se extiende. Ese es el dato negativo que persiste entre aquel proceso del Patón y este de Paulo Ferrari. Pero no siempre el resultado es lo que marca el ADN de un equipo. En los pocos encuentros que lleva el Loncho se empezaron a ver algunos rasgos distintivos, que lógicamente se fueron acentuando con el correr de los partidos, amén de que, se insiste, la victoria siga siendo una cuenta pendiente. El encuentro ante Gremio fue sin dudas el que mejor expuso las pretensiones del Loncho en relación a la forma de jugar que el técnico pretende. Y que se transforme en una marca indeleble. Lo del miércoles por la noche tuvo un valor especial justamente por la jerarquía del rival, algo similar a lo que le había ocurrido al canalla en el choque contra River.
Exceptuando el partido frente a Sol de Mayo, que fue el primero y con apenas dos días de trabajo del nuevo cuerpo técnico (igual ello no invalida la diferencia que debió marcarle a un equipo del Federal A), Central intentó llevar a la práctica algo nuevo. La primera y gran diferencia está en la mayor agresividad. Hoy parece no haber tiempo para ese equipo cansino, de transito lento, apostando más al error del rival que al desequilibrio que pudiera generar por mérito propio. El ritmo de juego es mucho más vertiginoso, con una clara intención de tocar menos y atacar más. Ello no implica resignar el manejo del balón, de hecho es algo a lo que se apunta, pero sí intentar que las transiciones sean rápidas y generalmente hacia adelante. Este Central de Ferrari muestra la ambición de ir al frente con mayor determinación, algo que obligará al trabajo durante la semana para amoldar a ese espíritu de juego un mejor retroceso. Es que Gremio durante varios pasajes del encuentro le hizo pasar sobresaltos cuando recuperó la pelota e intentó salir rápido de contra. No obstante, la nueva postura es clara, ya sin tanta parsimonia y sí con más ritmo.
Intentar ser un equipo un poco más dinámico no implica por ello ser más agresivo, salvo que exista una complementación entre ambas ideas. Con Belgrano ya se había notado algo, pero la cosa fue mucho más evidente frente a Gremio. Para sorpresa de muchos, Central tomó la decisión de no respetar al campeón de 2017 y semifinalista el año pasado. Lo salió a buscar desde el primer minuto con determinación y convencimiento. En esto lo que se ve es un compromiso del que deben formar parte todos los jugadores. Si bien no hay una defensa que se pare en mitad de cancha y proponga el uno contra uno con los delanteros rivales, como pasaba por ejemplo en la época de Paolo Montero, sí está la idea de achicar las líneas, pero hacia adelante. Pero esta postura más agresiva se hace mucho más visible en la tarea que cumplen los delanteros y también los volantes por afuera. La presión es más notoria e intenta ser constante. La contracara parece ser el problema físico que tiene el equipo para sostener ese ritmo y agresividad durante todo el partido. La postura del Loncho del otro lado de la línea sirve también como ejemplo. Lo que más pide es que el equipo se mantenga activo, que no se caiga e intente ser constante. El miércoles, cuando ingresó Henrique (intentó flotar en tres cuartos y de allí hacer jugar al equipo), Ferrari se cansó de pedirle a Rinaudo que se aleje de los centrales y presione más en mitad de cancha. Una indicación que marca una postura y a esta altura un claro ejemplo.
Llevar la pelota por abajo
Central tiene delanteros cuyas principales características es aguantar la pelota debatiéndose con los centrales rivales, y eso resulta siempre una tentación. No es que este Central no haga uso de esa opción, pero lo que no realiza es abuso. Es un recurso más utilizar a los atacantes con pelotazos frontales, pero no parece ser un estilo de vida. La intención es que para la dinámica antes mencionada haya un acompañamiento futbolístico con la pelota al piso tratando de buscar el desequilibrio por afuera cuando por el centro se cierran los caminos. La mejor forma de explicar esto sea el repaso por las situaciones de goles que le generó a Belgrano y también a Gremio. Quizás no hayan sido en un número suculento, pero siempre es más difícil intentando dividir y apostando al error ajeno. No siempre le sale esto de llegar al arco de enfrente con la pelota como tesoro, pero ahora es la forma con la que más se intenta.