Gerardo Andrés Martino, hijo del Tata, es el actual técnico de Argentino de Rosario en la Primera C, donde ya está clasificado al torneo reducido por el ascenso. Gede, tal su apodo, además es contador y debutó en el Salaíto en esta temporada como entrenador principal. Antes tuvo un paso como DT en las inferiores de Newell’s y también una experiencia en el Inter Miami de Messi en el cuerpo técnico de su padre. Amante del fútbol, como jugador tuvo una hermosa experiencia amateur en el club Provincial. Siempre mantuvo un perfil bajo y nunca abusó ni sacó ventaja de la exposición a la cual está sometido su padre, uno de los máximos ídolos en la historia de Newell’s. Martino junior tiene 29 años y mantuvo una charla intimista con Ovación, donde contó su vida y el presente en el equipo de barrio Sarmiento.
—¿A qué edad empezaste a tener noción de lo que es el fútbol?
—Lo primero que se me viene a la cabeza en relación con el fútbol es algo ya relacionado con la carrera como entrenador de mi padre en su etapa de Libertad de Paraguay. Fue allá por el año 2000 o 2001. Yo tenía 4 o 5 años. Ir a Asunción, a algún partido de Copa Libertadores, pero ya vinculado con su carrera como director técnico. Eso es lo más fuerte que recuerdo y trascendental. Independientemente de jugar al fútbol en el colegio. Pero de cuestiones que tengan que ver con el fútbol profesional es el nerviosismo de esos partidos en Paraguay. Que a veces los escuchábamos por radio si es que lo encontrábamos o por Internet, algo que no era tan sencillo como ahora.
—Yendo a un estadio de fútbol mi primer recuerdo claro fue en el año 2001 cuando fuimos a cancha de Banfield. El Tata dirigía a Instituto y estaba peleando el ascenso. Era una semifinal. Fue una sensación de ser realmente visitantes y había mucho nerviosismo. No recuerdo nada de la parte futbolística, pero sí lo del tema del entorno.
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Jugó al fútbol en la Liga Rosarina
—¿Cómo fue tu pasado cómo futbolista amateur?
—Como futbolista amateur, mi época de juveniles la hice la mayor parte en Provincial, enfrente de mi casa. Tuve un paso muy fugaz por Jorge Griffa cuando era chico. Un año jugué en Sarmiento y otro en Sagrado Corazón. Pero los mejores recuerdos son en Provincial donde llegué a jugar en la primera local. Teníamos un grupo muy lindo y tuvimos la posibilidad de ascender al Molinas desde la Pinasco en 2017. Es un gran recuerdo que tengo porque éramos todos chicos que íbamos al club y significó mucho.
—¿En qué posición jugaste y a qué edad colgaste los botines?
—Siempre jugué de volante. A veces más ofensivo y en otras defensivo. Muchas veces por dentro y muy poco por afuera. Previo a la pandemia comencé a trabajar. No como técnico sino en otra profesión ya que soy contador. En 2020 pasé de ser un pasante a ser un empleado fijo cumpliendo 9 horas de trabajo. Estaba por cumplir 24 años y dudaba si seguir jugando al fútbol. La pandemia fue lo que aceleró esa decisión de dejar de ser jugador y ponerme a trabajar.
—¿Ponías a Gede Martino como titular o lo dejabas libre?
—Sin lugar a dudas al Gede Martino jugador lo hubiese dejado libre como entrenador. Más que nada porque hay un montón de cuestiones que necesitaba un futbolista que yo no las tenía. No las veía tampoco y cuando me decían o me marcaban algo tampoco lo tomaba en consideración. Decía que quería ser futbolista más de palabra que otra cosa. A la hora de actuar y entrenar no tenía ni la cuarta parte de lo que tenían un montón de chicos jóvenes que me ha tocado dirigir, y que así y todo se les hace muy difícil llegar. Bajo ningún punto de vista hubiese podido ser jugador a un nivel competitivo de las instituciones que me han tocado dirigir.
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La vocación de ser director técnico
—¿Cuándo quisiste ser técnico?
—Siempre supe que mi futuro iba a estar vinculado con el fútbol. No sabía si iba a ser como técnico o en alguna otra parte, pero es algo que me apasiona desde chico. No solamente jugarlo, sino verlo, analizarlo y pensarlo. Cuando surgió la chance de Newell’s me pidieron obligatoriamente el curso así que lo hice. No tenía previsto en esos momentos hacerlo porque no era algo que me preocupara. Desconocía esa parte. Así que lo hice y hoy estoy agradecido de eso porque sin el título de director técnico hay un montón de puertas que se cierran.
—¿Cómo manejas el hecho de que te vean como el hijo del Tata?
—Que me vean como el hijo de, a mí no me generó angustia ni mucho menos. Es lógico y normal en una ciudad como Rosario. Uno tiene que ser cuidadoso por la presión que te puede generar o sacar. Hay que saber manejarse. De alguna forma u otra a la corta o la larga, la gente valora cómo uno es independientemente de sus familiares. Y el perfil que uno tiene. Hay que ser claro. En mi caso siempre me ha ayudado el apellido Martino y nunca me trajo problemas. Pero siempre a costa de manejos personales.
—¿Cómo fue la primera experiencia como entrenador de inferiores en Newell’s?
—La experiencia en Newell’s me encantó. Los juveniles es un ámbito que me gusta mucho y en la época que estuve había un buen material humano tanto en técnicos como en jugadores. Hablo de dos años atrás que es la época que yo estuve. Ahora lo desconozco. Lo disfruté un montón y aprendí mucho de los otros entrenadores. Es un lugar bárbaro para crecer. Es un club que como todos tiene cosas para corregir. Mi experiencia fue muy satisfactoria. A mi me tocó dirigir 2007, 2008, 2009 con jugadores como Facundo Guch y Jerónimo Gómez Máttar que están dando vuelta entre reserva y primera. La 2006 la seguí de cerca, pero nunca me tocó tenerla. La experiencia fue muy buena. Me siento muy identificado con la forma en que se trabaja. Me gusta seguir viendo los partidos de inferiores de AFA cuando puedo por You Tube y cuando tengo tiempo me acerco al predio.
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La experiencia del Inter Miami
—Estuviste en Inter Miami.
—El salto de Newell’s al Inter de Miami fue muy grande. Estaba dirigiendo inferiores y de un momento a otro me encontré en un vestuario con jugadores de primera división, con entrenamientos distintos. Fue todo un aprendizaje porque nunca había vivido algo similar en mi vida. Había que prestar mucha atención y lo disfruté un montón. Las funciones que tenía eran las típicas en las cuales se divide un cuerpo técnico. A veces tocaba ver al rival, a veces vernos a nosotros mismos, otras armar un trabajo en la semana, o algún entrenamiento para un grupo reducido o algún jugador específico. Un poco de todo. Más allá de eso fueron vivencias distintas.
—Los entrenadores se tienen que adaptar al plantel que tienen. Pero, ¿qué esquema te gusta más?
—Hay que adaptarse al plantel que uno tiene. Jugar con tres volantes y tres delanteros o con dos volantes, un media punta y tres delanteros son las posibilidades que más me atraen. Las que me parece que uno puede ser más protagonista del partido y llevar el control de juego. Son esquemas que te permiten ser profundos por los costados y presionar sobre los laterales. Dan muchas opciones, pero tenés que perfilarte con el plantel que tenés.
—Hay muchos datos de parte de los analistas. ¿Los utilizas?
—Hoy hay mucha información. No creo que haya alguna que sirva y otra que no. Uno tiene que ver y analizar, y hay que apoyarse en los datos que constatan en lo que uno ve, porque es dónde más seguro se siente en definitiva. Hay que analizar, ver y pensar el juego y en base a eso observar si los datos reflejan lo que uno ve. Es mucho más fácil hablar con el jugador y armar los entrenamientos. No se pueden ver los datos vacíos.
El gran desafío de Argentino
—¿Qué te llevó a aceptar el desafío en Argentino?
—La chance de dirigir a Argentino surgió a través de Marcos Cleri. Se puso en contacto conmigo, charlamos y me demostró mucho interés. La verdad que no estaba en busca de largarme solo, ni de tomar algún trabajo. La oferta era buena en cuanto al proyecto y los jugadores. El tiempo era el prudente ya que me sentía listo y capacitado para comandar una primera división que compita en la C y era acá en Rosario. Fueron muchos los factores para que cierre por todos lados y estoy muy contento de haber aceptado este desafío.
—El balance hasta acá, ¿cuál es?
—Los chicos compiten. Lo hacen bien y son valientes para jugar en una divisional que es dura. Nos ha ido mejor o peor, pero fuimos competitivos. Esa es la idea de acá a fin de año. La Primera C es dura, cualquiera le gana a cualquiera. Hay que seguir entrenando y preparándose para llegar a esta última parte del año de la mejor manera.