Omar Marsilli es contador público nacional y escritor. Corre, trota, alarga, como muchos rosarinos que se cruzan en la costa central, en las avenidas, en los parques. Es un personaje ya conocido entre los aficionados a las maratones de calle, y tiene asistencia perfecta en las 18 ediciones del Maratón Internacional 42 kilómetros de Rosario. Y el domingo estará presente otra vez.
Omar corre como corremos todos, detrás de los sueños, para estar “saludables”, de cuerpo y mente, para apagar angustias, para bajar los niveles de colesterol, para “ventilar el balero”, como le gusta decir a quien apunta estas palabras, cada uno con sus historias a cuestas. Y a veces sin plan, ni reloj que mida el tiempo. Es mejor.
El maratón de 42 kilómetros de Rosario se vuelve a correr el domingo próximo después de la pausa claustrofóbica de la pandemia del Covid-19. Este 2021 es la 19ª edición, que por lógicas razones sanitarias se postergó en 2020, y algunos meses, ya que generalmente se organiza la Semana de la Bandera, el 20 de Junio.
Como se trata de una competencia que figura en el calendario internacional, siempre participa un puñado de maratonistas de “elite”, inalcanzables, con trancos acompasados y tiempos inexplicables para cualquier “runner”, como se dice ahora.
Es un encuentro único, de relevancia internacional, un espectáculo para la ciudad. Pero una oportunidad que encuentran muchos para ponerse a prueba, y nada mejor que las vivencias de Omar, un corredor amateur apasionado, que en primera persona cuenta la previa de la gran fiesta deportiva de Rosario. Aquí su semblanza.
Rojo en el almanaque
Rojo. En el almanaque aparece con rojo intenso el día indicado, está rojo por los 42k, la gran fiesta, pero antes la preparatoria y las cábalas sobre la mesa.
Mis cábalas no son tantas pero las protejo y guardo en secreto y por aquello que no hay mejor secreto que el contado paso a enumerarlas. La primera es cuidar el kilaje. Los kilos son un problema para la rodilla y los tobillos que llevan toda la carga y es por eso que yo le pongo al cuerpo mas años que kilos.
Otra cábala es no llevar reloj por innecesario. He logrado demostrar que el tiempo de carrera es el mismo con o sin reloj porque aunque parezca mentira ningún reloj -en ninguna circunstancia- ha logrado reducir el tiempo y por el contrario, lo remarca con agudeza y alguna cuota de maldad.
Importante la vaselina porque la excitación de la carrera calienta la sangre y pueden sangrar algunas partes del alma o el cuerpo. Faltan un puñado de días y para evitar olvidos detallo los pasos a seguir: las uñas de los pies cortas. Las zapatillas asentadas pero enteras. Ni viejas ni nuevas. Calzoncillo usado pero no tanto, el elástico flojo incomoda y molesta, el nuevo raspa y lastima.
Cuidarse
El cabello recogido con el viento en contra, y en viento a favor soltarlo para colgarse tipo velero y avanzar más rápido. Acomodarse detrás del primero y seguirlo hasta la meta, sin angustia por pasarlo, y si es necesario demorarse un rato, otorgar cierta ventaja para evitarse el estrés.
Y sobre todo cuidarse, cuidarse mucho, en la sala de espera los traumatólogos sueñan con tu cuerpo, el deporte en exceso y la escasez de salud promueven un negocio y nuevos pacientes.
Más allá de ciertas recomendaciones todas son insuficientes, los 42,195 kilómetros es un recorrido de emociones, que van de la risa al ceño fruncido, al llanto, de la libertad absoluta a la claustrofobia, de un circuito encerrado entre el cielo y el orgullo, el hombre y la mujer recrean el sueño primitivo de competir con el viento y la distancia, desafiar al imposible, hundirse en la historia personal con el ego hinchado y la indiferencia del mundo. Abrazo y a parir otro 42.
*Omar Marsilli, autor de “El Maratonista”; “La deuda el príncipe y los panurgos”, “El paraíso sobre tus zapatos”.