No arranca la política santafesina, pese a que en lo inmediato aparecen los plazos de presentación de listas.
Por Mauricio Maronna
No arranca la política santafesina, pese a que en lo inmediato aparecen los plazos de presentación de listas.
No hay condiciones para que los políticos se reúnan a cielo abierto, con la intención de ir configurando las listas. Sin pandemia, a esta altura, la rosca sería más grande que la más gigante de Semana Santa. Encima, en santa Fe, la muerte de Miguel Lifschitz desarmó cierto orden preestablecido.
Pero, al margen de que no arranca el clima de un año electoral, hay una noticia peor: no arrancará nunca. Se irá a votar en una escenario en el que los candidatos que se muestren demasiado serán objetados por un grueso sector de la sociedad que la va pasando de mal en peor.
Tendrá que ser una campaña inteligente, módica, más cualitativa que cuantitativa. A la hora del análisis político también hay situaciones inéditas: es una gran incógnita quién triunfará y quién perderá.
El peso del adiós
En Santa Fe se está abriendo el panorama de la oposición, con los radicales del NEO mostrando las valijas. Cuidado, correligionarios: los que se van si que los echen, vuelven sin que los llamen.
El NEO encarga un progresismo rampante —es socio del socialismo desde hace mucho tiempo— y deberá ir a jugar su partido en primarias contra la derecha enraizada en Juntos por el Cambio que, de progresista, no tiene ni la sombra. Es lo que por estas horas analizan dirigentes radicales que ya se encontraron con la negativa de los socialistas y de Pablo Javkin para cruzar el Jordan.
El fin de semana, tratando de no esperar las circunstancias, Mario Barletta largó su candidatura y luego se mostró con la presidenta del Concejo María Eugenia Schmuck. En vida, Lifschitz sostenía que Barletta era uno de los dirigentes de Juntos por el Cambio que volvería al Frente Progresista. Sabe el ex intendente de Santa Fe que para generar una ampliación del mercado no peronista hay que evitar títulos rimbombantes.
Cuando a Lifschitz trataban de seducirlo los radicales del NEO para ir hacia un frente de frentes, el ex gobernador decía que no quería saber nada ni con José Corral ni con López Molina. Y se reía cuando le respondían que Corral no iba a formar parte. “Cómo no va a formar parte si fue el primero que se fue con el PRO”. Y tenía razón.
La ebullición en la tetera de la oposición no tiene correspondencia con el peronismo. En el Frente de Todos ya saben que o mezclan el aceite con los salames caseros o pierden. Irán juntos y amontonados perottistas, camporistas, rossistas, chinonavarristas, massistas, obeidistas (y siguen los”istas”). Todo lo demás es fantasía.
Omar Perotti deberá ratificar que es él el eje de poder y poner al número uno de la lista a senador, aunque Cristina quiera para sí ese casillero. En otras épocas, cuando gobernaba Carlos Reutemann, e incluso Jorge Obeid, se alambraba la provincia.
No tiene Perotti esa correlación de fuerzas, pero debe dar una señal de liderazgo. Le quedarán después de las elecciones dos años de mandato, no tiene reelección y el peronismo empezará a buscar el sucesor. Perotti querrá que sea Roberto Mirabella, quien recorre la provincia como un gobernador bis.
Agustín Rossi ya dijo que no quiere ser senador ni diputado. Tiene buen feeling con Alberto Fernández y esperará el 2023. Hay no menos de diez nombres que completan la escena de presuntos candidatos para las legislativas.
Hay que esperar qué hará Javkin en la vereda opositora. La muerte de Lifschitz le adelanta los tiempos para ir por la Gobernación en 2023. Pero para eso hará falta un tiempo de mutuo acercamiento con los socialistas. E intentar seducir a los radicales orgánicos.
¿Quo vadis socialistas?
Como esta columna adelantó hace poco, Antonio Bonfatti tiene de ahora en más un rol central en el socialismo. De entrada, mandó la pelota a la segunda bandeja del arco del hipódromo cuando le hablaron de un acuerdo con Juntos por el Cambio. Vaya uno a saber qué camino toman los socialistas.
La estrategia del purismo progresista sólo le trajo complicaciones al socialismo. Y eso se ve en la Cámara de Diputados, donde sólo tiene una referencia: Enrique Estévez. Se deben adentro del partido un debate profundo, porque una cosa es jugar al purismo cuando se es gobierno y otro hacerlo cuando el poder cambió de manos.
“Preferimos perder las elecciones pero no la coherencia”, dicen algunos cuando se pregunta por el estado de situación. La muy buena gestión de Lifschitz y todo el afecto demostrado por la sociedad dejó un relato. Habrá que ver si los socialistas lo utilizan. “Hasta para vivir se necesita un relato”, escribe Emanuel Carrere en Yoga, su reciente libro que publicó anagrama.
La política santafesina, por ahora, está en fase 1. Y no va a cambiar mucho puertas para afuera