Es preferible una campaña aburrida, sin nada nuevo para decir, que una campaña sucia, de todos contra todos. O de candidatos tirándose con muertos, narcos y cuestiones por el estilo.
Por Mauricio Maronna
Es preferible una campaña aburrida, sin nada nuevo para decir, que una campaña sucia, de todos contra todos. O de candidatos tirándose con muertos, narcos y cuestiones por el estilo.
Tras la viralización de una foto de Antonio Bonfatti, posando con la ex mujer de Claudio Pájaro Cantero, pareció que la tarea proselitista arrancaba de la peor forma. Nadie sabe si continuará por ese andarivel o sobrevendrá un tiempo de debate político, camino a las trascendentes elecciones que, el 28 de abril, pondrán en evidencia a las listas que pujarán por el poder.
Al fin, la política es eso, es lucha por alcanzar el poder o mantenerlo. El socialismo, al fin el Frente Progresista, se jugará nada más ni nada menos que la continuidad en lo más alto de la pirámide rosarina, tras 30 años de ejercicio del poder. Rosario es el primer bastión, la casa matriz, la razón de ser del socialismo. Miguel Lifschitz entendió que para ganar la ciudad no hacía falta su candidatura a intendente, que eso es el pasado. La esperanza, ahora, vuelve a tener cara de mujer: Verónica Irizar.
Inquieta, capaz, activa, la ex secretaria de Hacienda cargará en su espalda todo el archivo socialista. Lo bueno y lo malo. Mónica Fein comenzó a despedirse con su discurso ante el Concejo, encarnada en una verba progresista que, también, dejó flotando lo que deberá ser un activo a repiquetear en la campaña: la ausencia de episodios de corrupción y de funcionarios procesados. Es el Lado A de los 30 años de gobierno, que parecen cancha inclinada para el oficialismo.
Pablo Javkin, el calificado rival de Irizar en las Paso, mixtura chorros de progresismo dialéctico (como el que practicó en el lanzamiento de campaña, en el Monumento, citando a Silvio Rodríguez) con visitas a la Bolsa de Comercio u otros reservorios. Mucho "Rabo de Nube" a la hora de citar al trovador cubano, pero Javkin se puso la corbata, como para que los rosarinos lo identifiquen con algo más que una postulación. Quiere ser intendente en 2019.
El gran activo que tiene el Frente Progresista y, en particular, el socialismo es Lifschitz. Y si Lifschitz quiere ganar Rosario con su candidata a intendenta deberá extremar las apariciones conjuntas. Hacer, de cabo a rabo, lo que Hermes Binner llevó adelante con Antonio Bonfatti. Se le recuerda al lector que, en 2011, el entonces senador nacional Rubén Giustiniani le llevaba kilómetros de distancia a Bonfatti, hasta que Binner se le pegó como una oblea. "Bonfatti es Binner", repetía como un mantra la publicidad socialista. ¿Dirá el gobernador actual que "Irizar y Bonfatti son Lifschitz"?
Roberto Sukerman debe haber lamentado la ausencia de una confrontación en el frente justicialista. La competencia imanta, atrae, posiciona, fortalece. Hubo un error en el cierre peronista. Omar Perotti debió haber llevado al redil rosarino a Alejandro Grandinetti para ampliar la base de sustentación peronista. La decisión de Ciudad futura de hacer rancho aparte también le quitó un contrincante a Sukerman. De todos modos, ahí está el edil punteando las encuestas.
Pasaron cosas
Sobre el filo del cierre de listas se confirmó la presencia de Roy López Molina como candidato a intendente. Eso llevó tranquilidad a la endemoniada interna cambiemita en Rosario, que muestra un escenario insólito respecto de dirigentes que cambian sus apoyos y lealtades de forma escalonada y estacional. Si López Molina consigue unir la masa crítica y recuperar la frescura del 2017 puede volver a estar competitivo, de lo contrario la mala política económica del gobierno nacional operará para el inteligente referente macrista como un pesadísimo collar de cemento.
Enfrente suyo estará Jorge Boasso. Qué curiosidad: el gobierno nacional hizo lo posible y lo imposible para que el edil no compita en 2017 como aspirante a diputado nacional y, ahora, no dijo esta boca es mía. Pasaron cosas. En este caso, la competencia en las Paso servirá para movilizar a los macristas locales, algo que no pasará a nivel provincial con la única candidatura de José Corral.
Precisamente, Corral y Bonfatti deberán rezarle al cielo para que la interna peronista desuna lo que el PJ consiguió desde 2015: un ejemplar presente de "unidad en la diversidad", como les gusta decir. Si Perotti y Bielsa logran salir de la interna con gestos a la altura de las circunstancias, el peronismo santafesino estará cerca de regresar al poder, tras 12 años de mirar el partido desde la tribuna.
Nadie en su sano juicio podría pronosticar con lógica y honestidad intelectual un resultado cantado. Máxime cuando la sociedad santafesina está en otra cosa, con mala onda y harta de vaciar bolsillos mucho antes de fin de mes.
Nunca antes, como ahora, se combinarán campaña para remover cargos ejecutivos y legislativos con recesión, inflación, desempleo y la mar en coche. Esta situación inédita llena de preocupación a los candidatos. Se cuentan anécdotas de todo tipo, casi todas preocupantes.
Al tiempo que Santa Fe se mete en la campaña, en la Nación crece la idea de que la oposición está cerca de desalojar a Cambiemos del poder, por exclusiva cuenta del estado de la economía. Lo dice hoy el prestigioso politólogo Eduardo Fidanza, en una entrevista con LaCapital: "La oposición está ante su gran oportunidad, porque existe mucho descontento y desilusión en la sociedad. Ahora, si va a poder responder o no a las demandas es algo que no está claro. El peronismo carece de un programa para el siglo XXI".
Habrá que ver quién remasteriza, al final de la historia, aquella frase de Perón: "No es que seamos buenos, es que los otros son peores". Está claro que casi nadie votará por la esperanza. Más bien primará el deseo de que no gane el otro. En ese dilema, perderá, siempre, la posibilidad de un país mejor.