“¿Quis custodiet ipsos custodes?”, dispara el jefe de policía Judd Crawford -el mejor Don Johnson en años-, en el discurso en el que le da luz verde a sus hombres para que usen sus armas en la “guerra” contra La Séptima de Caballería, esa versión deforme del Ku Klux Klan que integra un grupo de blancos racistas que esconden sus rostros detrás de la máscara de Roscharch en "Watchmen".
Esa sentencia -¿quién vigila a los vigilantes?, en la versión original del poeta romano Juvenal- se condensa buena parte del espíritu del cómic que inspiró a Damon Lindelof a realizar la serie de HBO que domina la noche del domingos de la televisión por cable aquí, allá y en todas partes. Sí, en el horario que conquistó “Game of Thrones” y que defendieron con honores las chicas de “Big Little Lies”.
Junto a J.J. Abrams, Lindelof fue uno de los cerebros detrás del éxito planetario de “Lost”, sin dudas, el más arriesgado, el que se atrevió a poner a correr a un oso polar en la jungla, al “humo negro”, a la enigmática serie 4-8-15-16-23-42 y al setentista Proyecto Dharma. Fue también el creador de “The Leftovers”, una reflexión sobre la muerte -los desaparecidos, para el inconsciente colectivo argento- poética y brutal.
“¿Quién vigila a los vigilantes?” es una pregunta de pasmosa actualidad en un mundo donde la política, la justicia, los justicieros y los villanos se parecen peligrosamente. O para ser más preciso, están de un lado o del otro del mostrador, según los números de una encuesta o el resultado de una elección. Y de eso se trata la historieta de Alan Moore y Dave Gibbons y también la serie del momento.
La primera escena es impactante. Un pequeño poblado del Oeste, atacado por una horda armada que arranca a la gente de las casas, negocios, establos, y la arrastra de los pelos para matarlos en medio de la calle. Blanco y negro. Las imágenes y la matanza. Parece ficción, pero no lo es. Es la recreación de la Masacre de Tulsa, ni más ni menos que la revuelta racial de 1921 que Estados Unidos eligió olvidar.
La matanza pasó, tal y como lo cuenta la serie, todo lo demás transcurre en un 2019 distópico, en el que hace 29 años que Robert Redford es presidente de un Estados Unidos que ganó la Guerra de Vietnam, gracias a la ayuda de un superhéroe, Doctor Manhattan, los periodistas que revelaron el caso Watergate, Bob Woodward y Carl Bernstein, fueron asesinados y Richard Nixon siguió al frente del país.
Esa, a grandes rasgos, es el punto de partida del remix de Lindelof inspirado en la historieta original. Pero cuenta más, mucho más, explora a fondo las historias de los herederos de la Masacre de Tulsa y de los superhéroes -los vigilantes- que sobrevivieron al calamar gigante que mató a tres millones de personas en Nueva York en el cómic rupturista que nació de la mente brillante de Moore y que es hoy un objeto de culto.
Pero eso no es lo maravilloso de la versión de HBO de “Watchmen”, tampoco la actuación brillante de Regina King -ganadora del Oscar por “If Bale Street Could Talk”-, lo que resulta irresistible de la serie es cómo, desde su estreno, tres semanas atrás, logra estar “en el aire” cada día. Y es así porque no se consume en su edición dominguera, ofrece un abanico de contenido extra que conserva vivo el interés de los fans.
Así fue la historieta, que con su estructura de mamushkas rusas, mantenía en vilo a los lectores semana tras semana. Contaba una historia dentro de otra historia -el cómic que leía el chico en el quiosco donde Roscharch compraba el diario, “Relatos del Navío Negro”-, como lo hace la serie con “American Hero Story”, el programa de televisión que repasa la vida de los Minutemen, los héroes encapuchados de la historieta original.
La historia se ramifica más allá, a través del material complementario que fue puesto a disposición de los espectadores en el portal peteypedia y que aporta elementos que enriquecen el relato y llenan huecos que abre la serie. De este modo, se sabe más y mejor cómo y porqué los personajes hacen lo que hacen y permite especular sobre la dirección hacia dónde podría encaminarse la historia.
Las teorías de los seguidores de la serie, que se multiplican en las redes sociales y alimentan ingeniosos videos publicados en YouTube, son una parte indivisible del fenómeno “Watchmen”. Esa conversación, que alimentan incansablemente los fanáticos, no solo sostiene el interés por la historia sino que lo retroalimenta al punto de que volver a ver un capítulo -que es posible gracias a la plataforma de streaming HBO Go- es una experiencia nueva.
Lo que se espera cada semana es tanto la continuación de la saga como el material extra que acompaña a su versión digital y, también, los comentarios de los espectadores que comparten su incontenible pasión por “Watchmen”. Y eso es así desde que se lanzó el cómic, sus secuelas y la versión cinematográfica que realizó, con trazo firme y respeto de acólito, Zack Snyder, se estrenó en 2009 y provocó apologías y rechazos.
La elección del reparto sigue la misma idea. Regina King le da vida a una Angela Bar/Sister Night despiadada y tierna; Tim Blake, uno de los actores fetiche de los hermanos Coen, es el misterioso Looking Glass; Jean Smart, quien encarna a una renegada Silk Spectre, le puso la voz a la legendaria “Batman, la serie animada”, y Jeremy Irons -hace falta decir más- es Ozymandias, ya maduro. Todos para uno y uno para todos.
¿Quiénes son los vigilantes? Los policías, que se cubren el rostro con pañuelos amarillos, para que no puedan ser identificados y los maten (algo parecido a lo que pasa aquí y ahora); la legión racista de La Séptima de Caballería, que se ocultan detrás de un remedo de las máscara de Roscharch, y también los superhéroes que, salvo Doctor Manhattan, no tienen superpoderes, pero sí trajes vistosos, capuchas y sed de venganza.
¿Quién vigila a los vigilantes? El ojo avizor de Lindelof, que se anima a examinar, como nadie lo hizo hasta ahora, uno de los grandes dolores de cabeza de Estados Unidos tras el triunfo de Donald Trump: el racismo que hunde sus tentáculos en lo más profundo de una sociedad que, como deja bien claro Angela Bar/Sister Night, “no tiene los colores del arco iris de un chupetín sino que es blanco y negro”.