En más de una ocasión se menciona al amor como mágico, y en algún punto es así.
La magia no deja de tener una gran conexión con la ilusión. Vemos una parte de la escena, y lo
demás, lo que no se ve, se construye con nuestra propia realidad. Es ahí donde se produce la
ilusión: lo que vemos, creemos, sentimos, deseamos.
El sufrimiento por amor puede ser el mayor de todos los dolores. "Ojalá te
enamores", le dicen los árabes como una maldición a quienes quieren ofender. ¿A qué se debe? Cuando
uno ama está el narcisismo de por medio, ese amor de uno mismo que se termina depositando en el
otro, y que se siente como propio, como una posesión, como la extensión de uno, llegando a ser en
ocasiones patológico.
Cuando la persona en quien uno depositó lo más profundo de su ser ya no está
más, o ese amor no es correspondido, es aquí donde la ilusión de la que hablamos, desaparece. Ante
la sensación de esta falta, de este vacío, el sentimiento no es otro que el de angustia, dolor,
sufrimiento, y hasta puede llegar al punto de la desesperación. Así, entonces, amar y ser amado
puede ser tan maravilloso, como dramático.
Estar enamorado y amar no es lo mismo. El enamoramiento es una circunstancia muy
común pero no deja de ser un afecto que no es maduro. El enamoramiento es una revolución, es una
explosión de esa emoción con una sensación de plenitud o completud que en algún momento o nos
muestra al partenaire como el eje de nuestro mundo, hasta dejarnos de lado a nosotros mismo.
Como decía Freud, en el enamoramiento, el objeto se ha puesto en el lugar del
ideal del yo. Luego de este período, se puede ver qué queda en definitiva. Ahí sí puede ser amor, o
no. En el consultorio los psicólogos nos encontramos en ocasiones con pacientes que padecen el
amor, sintiendo que nada tiene sentido en su vida, nada tiene valor, creyéndose víctimas de una
mala elección, y a la vez viéndose imposibilitados de encontrar una salida.
A medida que se comienza a indagar vemos que esa que tanto duele no es la
primera experiencia, esa forma de relacionarse en el amor ya apareció antes, venía ocurriendo desde
sus más tempranos momentos. Acá estamos frente a la repetición, entrampados en un mismo retorno que
vuelve cada vez. "Hay personas —dice Freud— que durante su vida repiten sin enmienda
siempre las mismas reacciones en su perjuicio, o que parecen perseguidas por un destino implacable,
cuando una indagación más atenta enseña que en verdad son ellas mismas quienes sin saberlo se
deparan ese destino". Sitúa que hay algo inherente a todos los seres humanos, que empuja a una
satisfacción que no está en sintonía con el placer.
Lacán postula al daño como la otra cara del amor. Esto es el retorno de la
demanda de amor infinito que se dirige al otro. Así podemos ver que ese estrago lleva a ser
devastadora, una especie de saqueo que se extiende a todo, que no termina y no conoce límites.
Cuando se siente como lo mejor es un deslumbramiento, cuando se vive como lo peor, la
devastación.
El psicoanálisis se presenta como una alternativa en la cual poder dar un paso
más para no quedar pegados en sentirnos víctimas. Esto no es desconocer el sufrimiento, sino tener
presente como brújula este conflicto que lo lleva a repetir indefinidamente lo autodestructivo.
Lo que sucede dentro nuestro va mucho más allá de lo que podamos controlar. Lo
inconsciente nos puede llegar a jugar una mala pasada, y tal vez nos demos cuenta, luego de
vivenciar los estragos.
De médico en médico
Paradójicamente quien está afectado por algún sufrimiento por amor normalmente
se sostiene en la consulta médica, pide, requiere tratamientos sintomáticos durante largos períodos
y desarrolla intensas relaciones con aquellos médicos que los acogen con calor e interés. Es poco
frecuente que estos pacientes consulten por sí solos al psicólogo, generalmente llegan por una
derivación del profesional o de algún familiar.
Este accionar de los enfermos no es casual. El paciente psicosomático se muestra
generalmente un poco angustiado, y es la angustia lo que lo lleva a consultar a un psicólogo.
Lo que sucede poco tiene que ver con él. La enfermedad del cuerpo le es ajena,
extraña.
Soledad Cimadoni
Psicóloga
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