Nacido en Escobar, llegó a los 18 años a la capital para aprender mucho más sobre un oficio que había iniciado siendo un niño, y sin saberlo. Es que a Marcelo le encantaba todo lo que tuviera que ver con desarmar y armar, con enlazar, incrustar, transformar. "Mi abuelo tenía una casa de demoliciones; era donde él vivía pero tenía un campo grande, entonces iban a parar allí lo que quedaba de demoliciones de empresas, de casas... y vendía: por un lado las chapas, por otro las puertas, por otro los vitraux. ¡Y la pinotea! A mí todo ese mundo me llamaba mucho la atención. Tengo recuerdos de los cuatro o cinco años, jugando con mis primos, sintiendo una gran atracción por lo que veía en ese lugar. Disfrutaba de los fierros. Incluso había material que no era de descarte: había bandejas antiguas, cacharros de cobre. Tenía fascinación por esos objetos, por los vitraux. Entonces, cuando cumplí los 9, o por ahí, un verano le pregunté a mi abuelo si podía ayudarlo. El estaba por demoler una de las principales casas del pueblo de Escobar y lo acompañé. Me dio una herramienta, que era como un gancho, y me dijo: vos vas a hacer esto... y me explicó como metía ese gancho en la pinotea. Hacías fuerza, la pinotea salía, venía un asistente de mi abuelo, la agarraba y se la llevaba. ¡Me encantaba el ruidito!...un chillidito que hacia la pinotea cuando la levantabas. Eso me encantó, y al poco tiempo me compré una pinza, ya a los 9 años doblaba alambres. Era como un juego. Iba a Entel a pedir los cables de colores. Sin dudas iba para el lado de la orfebrería, aunque yo no sabía a donde estaba yendo...".
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Puro metal. Piezas exhibidas en su galería.
Foto: gentileza Marcelo Settón
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Paciencia y esmero. Algunos de los trabajos tradicionales del artista.
Foto: gentileza Marcelo Settón
Sólo con traspasar la puerta de la galería el mundo se detiene. El piso (que tal vez le recuerde al artista el de las casas que demolía su abuelo), la luz, los cuadros gigantes que decoran las paredes y que muestran a mujeres emblemáticas "talladas" en láminas de cobre y plata, reciben al visitante. En el fondo, tan lejos pero tan cerca, un ¿nido? enorme, dorado, imponente, cuelga del techo. Un capullo, dirá minutos después Toledo. Un refugio en el que está creciendo algo nuevo, pero sobre todo, algo distinto.
"Es parte de la expo Tramas, que en realidad es una muestra que se nutre mes a mes con nuevas piezas. Mi idea es seguir indagando e investigando en todas aquellas tramas que nos juntan, nos unen, nos enredan, desde las tramas naturales hasta las más intrincadas tramas humanas", menciona.
Aquí y allá hay objetos que seducen los sentidos. Anidarse. Redención. Llamarada. Mujer Nido Mujer Cárcel. Así bautizó Toledo a algunas de las piezas que se pueden disfrutar de domingos a viernes de 10.30 a 17.30 en Humberto Primo 462, en Buenos Aires.
También hay una sala dedicada a la platería tradicional, a los cuchillos, los mates, las bandejas, las copas, y hasta originales gemelos —como los que hizo para el presidente de la asociación francesa de bulldogs— con cara de perrito.
A pocos metros de allí, saliendo de la galería, uno de los tesoros de este joven artesano: la muestra dedicada a Evita, que aguarda en un sala especialmente diseñada en la que al ingresar se escucha la conmovedora "No llores por mí Argentina". Eva Duarte, la mujer que más inspiró a Toledo y que más satisfacciones le trajo cuando se animó a hacer una reproducción completa de sus joyas.
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Eligió lo que Eva Perón usaba en galas y reuniones y lo reprodujo a la perfección.
Foto: gentileza Marcelo Settón
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Prendedores. Evita los usaba mucho. En la foto, la reproducción de la famosa Bandera Argentina que a modo de escarapela lucía en sacos o vestidos.
Foto: gentileza Marcelo Settón.
Las piezas, perfectas, permitieron que muchos conocieran cómo eran los prendedores, los collares, los aros, que usó la carismática dirigente, ya que estuvieron exhibidos por meses en el Museo Evita con una afluencia de público que superó todas las expectativas. Con ese trabajo, además, el orfebre recorrió el mundo.
El joven, que ya tenía una carrera más que prometedora, obtuvo enormes reconocimientos por esa obra que hoy resguarda con celo, pero que se puede visitar arreglando cita previa.
Evita está ubicada además en un sitio privilegiado entre los cuadros de mujeres fuertes y trascendentes que engalanan las paredes de la galería.
—¿Cómo llegás a estas obras, a estos enormes cuadros, que reflejan a íconos femeninos de la historia mundial?
— Primero porque todas ellas me inspiran. Están Evita, Lady Dy, Jackie Kennedy, Frida Kahlo, Marilyn Monroe, María Callas...Respecto a la técnica es bastante diferente a lo que había hecho. Es como mosaiquismo en metal. Allí está el desafío: cuando hacés algo en mosaico tenés la posibilidad de los colores. Pero en metal contás con el blanco y negro. Así que tenés que ir buscando, con los detalles, los rasgos de cada una. Con paciencia, vas construyendo a tu personaje.
—¿Evita fue la primera de esta colección?
— Sí, pero no es este cuadro que se ve acá, sino otro que hice antes. Tiene que ver con el proyecto que encaré en 2006; aquel proyecto muy ambicioso para mí que era reproducir o recrear las joyas de Eva Perón de las cuales no se sabía casi nada. Las fotos que había de ella, con sus vestidos y joyas, eran en blanco y negro y no lograbas ver si había — en el collar o prendedor— una esmeralda, un zafiro o un rubí. Así que empezamos con mi equipo a investigar mucho. Conseguimos catálogos en el extranjero, catálogos de exposiciones que se habían hecho acá en la Argentina y, sobre todo, hubo uno que me sirvió mucho que era de un banco donde se habían subastado parte de sus joyas; para esa subasta se habían hecho fotos —que eran como una mala fotocopia—. Hablamos de 1953/54. Así que la imagen no sirvió tanto pero sí el detalle que estaba escrito. Decía por ejemplo: un collar compuesto por 33 rubíes redondos de tal tamaño, de tanto peso, acompañado por tales piedras. Eso fue muy nutritivo para lo que pretendía hacer: reconstruir las joyas de Evita. Con esa descripción, y mucho laburo, lo pudimos armar. Fue muy arduo todo el proyecto porque cada pieza que yo quería reproducir tenía que pedir permiso al Museo, el Museo a la familia, y así.
—¿Por qué Evita? ¿Venís de familia peronista?
— No, la verdad que no. Yo quería hacer a alguien que fuese distintiva de la historia argentina, y quién más que Eva. Reunía todas las condiciones. Tenía fuerza, glamour y al mismo tiempo sencillez y sensibilidad. Básicamente tenía la fuerza... Además, fue una mujer conocida en el mundo entero. Ni hablar cuando en 1996 Alan Parker hizo la película, aunque no esté atada a lo real y haya generado controversias. Ahí la figura de Evita trascendió todo, aunque hay que tener en cuenta que siendo Primera Dama ella había sido dos veces tapa de la revista Time, la más leída del mundo. Me volví un estudioso de su vida, de su trayectoria. Me leí todo lo que había.
Finalmente una cosa llevó a la otra e hicimos la colección. Pensé en 50 piezas y terminamos haciendo 150. La muestra, que iba a durar 20 días se extendió por tres meses y medio. Entonces, ese primer cuadro del que te hablaba fue para incluir en aquella muestra en el museo, ya que el lugar era enorme y las joyas muy chicas; por eso decidí completarlo con ese cuadro en láminas. Después vinieron las otras mujeres emblemáticas, las que se exhiben ahora. Incluso ya hay personas que vinieron a ver la muestra acá a la galería y me pidieron que les haga sus cuadros propios, con su cara. Eso no me lo esperaba...
—¿El kirchnerismo te sirvió como plataforma para que la exposición de Evita recorriera el mundo?
— Hace poco me preguntaron si ahora que no está Cristina en el gobierno las joyas de Evita se siguen vendiendo (se sonríe). Y la realidad es que he vendido muchas piezas incluso para Cristina, y para otras personas de la política, pero mayormente se venden a turistas. Yo nunca asocié el hecho de que el gobierno peronista de 12 años haya influido directamente en mi trabajo con las obras de Evita porque, es clarísimo, ella trasciende todo: lo político, lo partidario. Se la reivindica desde muchos lugares. Ahora, por ejemplo, estoy pensando en una nueva exposición con ella como centro y no está el kirchnerismo.
— En Tramas estás diciendo un montón de cosas de vos...
—Me sale decirte que estas piezas no requieren de un cuerpo al cual embellecer, o hacerle de complemento. Son autosuficientes. Y sin dudas hay algo de mi liberación, de cuestiones internas que estoy trabajando que se ven reflejadas en estos trabajos con alambres, con placas de cobre. Estoy mucho más enfocado en lo conceptual. Si bien sigo haciendo cosas convencionales acá rompí ciertos cánones. Empecé a a bucear en otras formas, yo sentía que tenía que volar... Hice un viaje al sur, estuve en el medio de la montaña muchos días y me puse a dibujar, a diseñar, comencé a contar cosas que me pasaban a través de tramas y me dije: es por acá.
—¿Por eso en una de las piezas mostrás corazones enredados?
— O anidados, ¡o enroscados! (se ríe). Buscales el significado que quieras, eso es lo interesante...Pero lo bueno es que se van soltando.
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"Mujer Nido Mujer" y "Redención", dos de las obras de Toledo que se pueden ver en San Telmo.
Lo que se viene Incansable, Marcelo Toledo tiene un montón de proyectos. Uno de los que se plasmarán en breve es la muestra Detrás de las paredes, que está en proceso y antes de fin de año podrá ser vista por el público en general. Allí el artista expondrá, con su mirada, la violencia de género. "Observo todos esos casos horribles, esas historias tremendas de dolor y pienso que quiero mostrar a esas mujeres, y en ellas a todas, desde un lugar diferente. Desde la transformación tal vez, desde cómo salir de esos enredos", dice.
Además, está presentando en Bergdorf Goodman en New York y en Colette Paris, una colección de accesorios junto a Sofía Sánchez de Betak; algo que es parte de la colección con raíces autóctonas argentinas. "Somos varios diseñadores, cada uno en diferentes disciplinas que conformamos una colección común curada por ella para la Quinta Avenida y este mítico y trendy local parisino", destaca.
De renombre Robert De Niro, Ricky Martin, Juan Pablo II, el Papa Francisco, el príncipe Carlos de Inglaterra y Máxima de Holanda son algunas de las celebridades que quedaron encantadas con las piezas desarrolladas por el talentoso Marcelo Toledo. "Me empezó a pasar algo extraño. Todo ese mundo que yo había visto como inalcanzable, en las revistas, en la tele, estaba ahí, a un paso. De repente estaba charlando con el principe Carlos, o entregando una pieza de orfebrería a un cantante famosísimo, pero yo lo vivía con cierta normalidad. La distancia entre la fantasía y la realidad no es tanta", cuenta Toledo.