En 2013, el 17 por ciento de los heridos de arma de fuego que ingresaban al Hospital de Emergencia Clemente Alvarez (Heca) ya había estado allí más de una vez por la misma causa. Este año, ese porcentaje de reincidencia bajó al 7 por ciento. En los tres años la violencia armada cambió los métodos de atención médica y hasta generó un nuevo concepto, el alta social. "Antes, alguien ingresaba con una herida de arma de fuego y se iba de alta cuando lo disponía el cirujano; hoy eso cambió. Muchos se van de alta cuando los operadores territoriales consideran que puede volver al barrio y no habrá represalias que derivarán en su muerte", admite el secretario de Salud Pública de la Municipalidad, Leonardo Caruana.
Los datos reflejan cómo la violencia urbana fue cambiando métodos de trabajo que determinan abordajes diferentes en los hospitales. "En 2011 en Rosario había 78 muertos y la violencia venía en aumento", recuerda el secretario de Control y Convivencia Ciudadana, Gustavo Zignago. Para 2011, esa violencia arrojaba datos que ponían de relieve que los conflictos interpersonales eran la principal causa que derivaba en homicidios.
Las cifras que procesaba por entonces el Observatorio de Seguridad Ciudadana exponían esa realidad: el 80 por ciento por ciento de las víctimas eran jóvenes de entre 14 y 27 años; homicida y víctima vivían en un radio que no superaba las 10 manzanas y, antes de morir, la víctima ya había ingresado al menos otras tres veces a los efectores municipales con heridas de armas de fuego.
Esos números daban cuenta de lo que se venía: una sociedad cada vez más violenta y armada.
"El detectar que teníamos a jóvenes que ingresaban más de tres veces con heridas de arma de fuego al Heca nos permitió identificar un problema, reconocerlo, y desde allí planificar cómo abordarlo", explica Zignago.
Ese reconocimiento cambió las pautas de tratamiento. "Hasta que esa realidad no se detectó, muchos pibes se fueron de alta y terminaron muriendo por viejas disputas barriales", admite en tono de dura autocrítica uno de los profesionales del efector.
El cambio. Con los datos de muertes violentas por arma de fuego in crescendo nació en 2014 en el Heca el Dispositivo de Intervención ante la Violencia Armada (Disva), un equipo interdisciplinario integrado por un médico, una agente de Control y Convivencia, un docente y dos trabajadores sociales que tienen por objetivo actuar ante la llegada de estos pibes que dirimen sus conflictos barriales a los tiros.
"El 80 por ciento de los heridos de arma de fuego en Rosario llega al Heca, y es ahí donde se produce el alerta para que nosotros intervengamos", explica Gustavo Englander, el médico que integra el Disva.
El profesional detalló qué sucede desde que un joven llega herido de arma de fuego al efector. "Hay dos momentos bien definidos. El primero es la asistencia. El pibe llega herido y se lo asiste, pero rápidamente se pasa a la etapa de contención y de preservación de esa víctima", señala Englander.
Básicamente, el trabajo del Disva en ese momento será detectar qué es lo que motivó el ataque a balazos y evitar lo que pueda desencadenar. Una delicada labor que buscará adentrarse en la trama social y territorial que rodea a ese chico que está siendo asistido por cirujanos y traumatólogos.
"Es clave saber qué sucede en el entorno a fin de evitar los efectos colaterales de una escalada de violencia", indica Zignago.
De ese trabajó surgió este nuevo concepto de alta social. "Muchos jóvenes ya no se van de alta cuando sanan sus heridas o se reduce su fractura, sino cuando la realidad en el barrio lo permite, sí es que lo permite", señala uno de los profesionales.
En el barrio. El trabajo del Disva pone en interrelación a distintas áreas del municipio: Gobierno, Salud, Desarrollo Social y Control y Convivencia.
En el barrio, en tanto, son clave los datos que aporta el Centro de Convivencia Barrial y el de Salud. "Se trata básicamente de políticas que tienen su origen en la violencia urbana. Con todos esos datos buscamos abordar la realidad de ese chico que llegó herido. Es un trabajo duro, es tratar de sacar de la espiral de violencia a un pibe que creció con falta de valores y ausencia de conceptos clave, como la cultura del trabajo", dice Englander.
Sólo en el último mes y medio, seis pibes muy violentos que llegaron baleados al Heca se incorporaron al Programa Nueva Oportunidad, que los capacita en oficios y les da herramientas para insertarse en la sociedad.
"Es increíble, pero nos vienen a ver en bici con muletas. Yo nunca había visto gente andar en bicicletas con muletas, pero estos chicos lo hacen. Vienen a saludarnos al hospital, y eso es muy reconfortante", dice Englander, que en su trayectoria profesional por los centros de salud más calientes de Rosario, también ha visto apagarse la vida de varios de estos pibes.
En parte, el trabajo del Disva logró reducir la reincidencia de ingresos de jóvenes baleados en el Heca. Una disminución que tuvo su origen en el reconocimiento del problema. Así, la violencia genera nuevos conceptos médicos, y hoy muchos pibes ya no se van del hospital sólo cuando sanan sus heridas.