Tomar un café o un trago y comer una picada o "ir de levante" al bar Remember de la galería César (Rioja 1170) era un clásico de las décadas de los 70 y 80, en pleno centro de Rosario, según aseguran quienes fueron sus habitués: hombres y mujeres de esta ciudad y la región toda. Hoy, recuerdos de esa época de esplendor y el presente se amalgaman en una historia verdaderamente freaky que vale la pena contar. Del bar sólo queda la barra que hace las veces de mostrador de una santería y lo atiende "Messi". O algo parecido. Es que en realidad, frente a uno de los tres más grandes mayoristas de artículos aromáticos, velas y sahumerios de la urbe está Juan Tomás Martín, un joven de 40 años que supo trabajar como doble del mejor futbolista del mundo, hasta en una película que filmó el director vasco Alex de la Iglesia.
Él y su hermano Marcos, ambos oriundo de Villa Constitución, se mueven desde hace diez años en un rubro sincrético en religiosidad, olores y colores casi con tanta habilidad como La Pulga. Una rama comercial que siempre creció con las crisis y de la mano de curanderos y terapeutas holísticos y de la más variada gama, tanto como de personas que buscan venganza o maldad instantánea, a la luz de una vela. Una clientela en su mayoría de mujeres y con un porcentaje importante de revendedores en la ciudad y los pueblos de los alrededores, que ahora no viajan a Buenos Aires impedidos por la pandemia, y compran acá haciendo crecer los dividendos. Un negocio que supo llegar con su aroma y devociones hasta Córdoba e incluso a Tierra del Fuego.
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La galería está prácticamente vacía, pero desde el año pasado, del rincón que supo habitar Remember emana un intenso aroma dulzón a sahumerio y se divisa un movimiento incesante aún en pandemia y con protocolo mediante.
Se trata de tres locales juntos en uno: el 6, el 7 y el 8, que hoy están a la venta, pero mientras se espera que se dé alguna transacción están llenos hasta el techo de mercadería. Raro que a la dueña no se le haya ocurrido prender una vela para ayudar a la venta, aunque la cuestión inmobiliaria no es parte de esta nota.
La mercadería más barata en este comercio es de 5 pesos: una vela y, la más cara, una lámpara de sal que se enchufa y con tenue luz, supuestamente ioniza el aire y aporta equilibrio al entorno, por unos 600 pesos. Raro lograr "equilibrio" con una estrategia contranatura como la de una piedra conectada a un enchufe. Será creer, reventar o simplemente darle al objeto sentido de velador.
En medio de esos extremos de precios hay de todo. Y Juan y Marcos, mejores comerciantes que creyentes, tienen explicación sobre la eficacia de cada artículo. En realidad, dicen, brindan los relatos que recogen en el local tan fantásticos, contradictorios e improbables como cargados de fe.
"Cuando la gente esta desesperada recurre a las creencias en todas sus formas", asegura Marcos. Y las formas están y son variadas en este local.
Las velas, velitas, velones
De variados colores, según el santo o santa que se invoca, de cera o también de miel y con cien figuras de las que se desprenden las más surtidas eficacias, se destaca el segmento "velas". La que más sale es la "blanca", color que suma a todos los colores y toda la santidad. "Algunos dicen que es por el espíritu santo", aclaran los vendedores. ¿Y el santo con más salida? "San Expedito, al menos en esta zona", aclara Juan al referirse al mártir de las causas justas y urgentes en tiempos de vidas y resoluciones rápidas.
Pero volviendo a las velas, ambos hermanos señalan a las más vendidas de entre las de figuras y sus polisémicas funciones. "Están la tijera que se prende para cortar la mala onda, la que simula un cráneo, puede elegirse tanto para esfumar los malos pensamientos como para que vaya bien en un examen, por ejemplo. Las de corazones, para ayudar o lastimar en el amor, las de sapos, para hacer callar las habladurías y las Adán y Eva, o Adán y Adán o Eva y Eva, para las buenas uniones eróticas", explican.
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Hay unas velas pequeñas que se venden en paquetes con la estampita y colores correspondientes, por 50 pesos. Y las fragancias para perfumar, sahumar y para aromaterapias, no tienen fin. Dicho así parece que el local es casi una oda a la primavera, pero a no confundirse, en este lugar perfumado y de veneración pueden oírse los pedidos más malvados o ingenuos, según cómo se lean.
"¿Qué puedo prender para que no se le pare más el miembro?, me preguntó una vez una mujer, ni hablar de quienes piden separar parejas, 'hacerle mal a un vecino o compañero de trabajo' con objetos para umbanda o magia negra", asegura Marcos.
Recordar Remember
En 1954 el bar se emplazó en la planta baja del edificio que había sido construido por las firmas Noguerol, Rodríguez Nielsen y Brebbia y fue un sello por la vida social que congregaba y porque con su luminoso jardín de verano ocupaba casi toda la galería.
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El bar cerró definitivamente el año pasado, cuando se bajó el cartel (aunque hay uno más en la pared de un local que la santería usa como depósito) pero había fenecido mucho antes. Así lo asegura Gustavo Pérez, el encargado de la galería con 12 años a pura limpieza en el lugar. "Hoy la gente va a un bar de bulevar Oroño; todo lo que hacen allí antes se hacía acá, en Remember", asegura el hombre, lampazo en mano.
Y desde la relojería del local 15, Sergio Anelli apunta: "Cuando se le sacó el patio, se oscureció literalmente el bar: perdió el brillo que siempre había tenido", asegura quien trabaja en el local con su esposa, Daniela. Ambos cuentan que aún hoy deben aclararles a los clientes que su comercio está en la galería César y no en "la de Remember". Una muestra de la identidad que quedó en el lugar.
El relojero de casi 20 años en la galería dice que Remember "los sábados a la mañana era un paso obligado". Y hace referencia a la época donde confluían bajo el techo de la misma galería, la marroquinería y tienda con nombre vasco "Berri" (significa "nuevo") y Sioux, el local de los famosos mocasines que se imponían en los jóvenes de los años 70. Semblanzas de un pasado muy distinto: hoy el ex local de Berri está vacío y el de Sioux, devino en comercio donde se realizan tatuajes. "Cambia, todo cambia", dice una canción.