El coronavirus atacó con todo a Rosario y la región en los últimos tres meses. El rápido ascenso que tuvo la curva de contagios, que parece haber encontrado techo la semana que pasó, afectó no solo al sector hospitalario, donde la demanda llevó la disponibilidad de camas críticas al límite, sino al sector de atención primaria de la salud, que vivió un estrés nunca visto. Los centros de salud barriales debieron abandonar su histórico rol de prevención para convertirse en salas de emergencias, realizando hisopados masivos y buscando a veces con desesperación una ambulancia, o una cama en la terapia en alguno de los hospitales de la región. Hasta hubo fallecimientos en estas salas muchas veces pequeñas y no preparadas para alta complejidad. Los números de contagios de los últimos días alimentan optimismo de una mejora en el sistema sanitario. Aunque eso será, dicen los especialistas, en las próximas semanas si es que efectivamente sigue bajando el número de casos. Lo cierto es que los días que pasaron dejaron historias que muestran lo duro que fue pasar la pandemia en el territorio durante el pico.
Inés Stapaj es médica generalista del Centro de Salud Maza, del barrio Nuevo Alberdi, al que ingresó como jefa en marzo, dos días antes que se decretara el inicio de la cuarentena. “No tuve ni tiempo de adaptarme, pero no fui la única. Yo hace diez años que trabajo en Atención Primaria y no estamos acostumbrados acá a trabajar con cuadros graves, a estar jugando con la posibilidad de la muerte así, tan cercana. No somos una guardia, hacemos prevención. Pero con la pandemia todo se reconvirtió. Primero empezamos haciendo seguimientos, después con hisopados. Y con la suba de casos, en agosto, empezamos a aliviar síntomas, atender emergencias, pedir ambulancias y hacer reanimaciones. Además, en todos estos meses, dejamos en un segundo plano la atención de las demás patologías de pacientes del barrio, que eso en algún momento va a terminar pasando la factura en términos clínicos”, relata.
Stapaj revisa algunos casos que reflejan este cambio de rol de la Atención Primaria en pandemia. “El 21 de octubre, apenas abrimos el centro de salud, recibimos a un señor de 68 años, traído por su esposa en un auto particular, eran vecinos del barrio. El llegó con un cuadro respiratorio grave después de 12 horas en las que había estado complicado para respirar. Habían intentado pedir una ambulancia al Sies, pero no se las habían mandado. Por eso fueron al centro de salud . Entró en coma y no recuperó la insuficiencia con oxígeno. Se pidió al 107 un apoyo urgente y salió intubado del centro de salud. Murió en la terapia del Hospital Provincial. Después de haber sanitizado el consultorio acá, a las dos horas hubo que hacer otra derivación, la de un señor que ya había sido atendido antes, porque en un operativo Detectar del barrio había dado positivo”.
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Celina Mutti Lovera
Otro protagonista fue Carlos P, de 54 años. Su caso sucedió hace cuatro semanas: “El señor tenía como antecedente hipertensión. El 26 de septiembre empieza con síntomas y el 28 consulta para hacerse el hisopado. Su hija había dado positivo por nexo epidemiológico de un compañero de trabajo. Ella vino sin muchos síntomas y yo empecé a hacerle el seguimiento telefónico. Su papá había hecho el PCR. Como ella tenía fiebre hace varios días, yo la cito para verla un 8 de octubre. Y ella decide también traer a su papá, porque lo veía mal y porque además en esos días habían intentado llamar al Sies, pero no lo habían ido a atender. De todos modos, él no tenía todavía el resultado de su test. Yo a él ya lo veo entrar muy agitado, inclusive en un momento pensé que se había roto el saturómetro, porque me daba menos de 69. Consigo después de unas horas la derivación, pero luego él está otras 36 horas más en el Eva Perón esperando para conseguir cama. Y a los 14 días de internación, falleció. El resultado positivo de Covid llegó cuando ya estaba intubado y a poco de morir”.
En Barrio Godoy
Helena Tandela hizo su residencia en el Distrito Norte hace diez años y hace cinco que trabaja en el centro de salud “Santa María Josefa Roselló”, en barrio Godoy, en la zona oeste, por avenida Rivarola pasando Circunvalación. Desde el primer nivel de atención también pudo percibir el crecimiento de la curva de contagios, con una demanda cada vez más intensa. “Lo primero que cambió fue que tuvimos que convertir este lugar en una sala potencialmente Covid. Al comienzo no había contagios en la ciudad. Por precaución se pidió que la gente dejara de venir y que solo asistieran aquellos que tenían síntomas. Luego comenzamos a hacer hisopados. Pero si vos venías un día de semana antes del coronavirus, este lugar estaba lleno de chiquitos corriendo. Ese ruido se extraña. Y lo cambiamos por la tensión permanente de no contagiarnos o de que no se nos muera alguien acá mismo. Esta semana tuvimos que pedir siete ambulancias para derivaciones de casos Covid”.
Helena cuenta el caso de Agueda R., paciente diabética de 61 años que falleció el viernes 23 de octubre en el centro de salud de barrio Godoy. A ella le había tocado hisoparla y darle su resultado positivo, unos días antes. Y también verla morir, cuando trataban de reanimarla junto al equipo de ambulancistas, que no alcanzó a llevarla al hospital. “Es la primera vez en mi carrera que me pasa algo así. Acá antes de la pandemia, estando lejos de los hospitales, solíamos recibir urgencias o trabajos de parto, pero no con esa criticidad. Fue muy fuerte. A Agueda la conocía todo el equipo, tenía a su médico de cabecera acá. Justo el primer día que empezamos a tener los testeos rápidos, vino a hacerse uno, porque ya tenía síntomas. Y le dio positivo. Estaba bien y quedamos en hacerle un seguimiento presencial. Vino a un control al otro día, se le agregó una medicación. Sin embargo, en las últimas doce horas, durante la noche del 22 de octubre, empezó a empeorar. Vino acá muy temprano el viernes 23, a las 7.20. Estaba con falta de aire, la empezamos a reanimar y llamamos al Sies con código rojo, que es el de la urgencia más grave. Cuando llegó la ambulancia intentamos también con la ayuda de ellos reanimarla, pero no pudimos”.
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Médicas recorren los barrios asistiendo a su población.
Foto Celina Mutti Lovera
Consultado por este caso, Adrián Pafundi, director del Sies, señaló a La Capital: “Recibimos la llamada y enviamos dos móviles. Cuando arribaron al centro de salud ya se estaba haciendo RCP básico. Nuestro personal se sumó con los equipos que tienen en la ambulancia, pero no hubo forma de revertir el cuadro. Se han dado algunas situaciones así, de fallecimientos en domicilios también, pero en general durante la pandemia hemos dado respuesta siempre. El personal de emergencias está haciendo un trabajo enorme, con el riesgo de contagiarse y muchas veces consiguiendo una cama con esfuerzo, porque no sobran demasiadas”.
En las últimas semanas, el Sies sufrió tres choques: uno en Villa Gobernador Gálvez, cuando iban a asistir a un herido por arma de fuego; otro en Fray Luis Beltrán, trasladando un paciente, y otro en Capitán Bermúdez, en la misma situación. No obstante, el servicio no se resintió porque al mismo tiempo se generaron convenios para sumar diez móviles de empresas privadas para la ciudad. “Una ambulancia se necesita con equipamiento y personal listo. Por eso hicimos convenios rápidos, para tenerlas disponibles y evitar el colapso. Lo que nos pasó a nosotros le pasó a toda la ciudad; hubo que tomar decisiones inmediatas, porque pasamos de cero casos a 1.500 por día”, agregó Pafundi
Dificultades para aislarse
En el inicio de la pandemia, se dispuso un Centro de Aislamiento en el Parque Independencia, aunque la mayor parte de los positivos han cursado la enfermedad en sus casas o directamente con internación. La doctora Tendela lo explica así: “Al principio no había médicos y entonces era más seguro que tuviera seguimiento de la atención primaria. Porque arrancó pensado para pacientes sin riesgo. Ahora sí hay personal médico y lo estamos ofreciendo mucho más. Pero ayer por ejemplo se nos dio el caso de un señor obeso e hipertenso, que vino con síntomas Covid. Vive solo y le expliqué que lo mejor era que fuera al Centro de Aislamiento municipal a pasar los días más complejos de la enfermedad. Nos dijo que se iba a su casa a armar el bolso y cuando lo llamaron del colectivo sanitario, les dijo que se había arrepentido, que mejor se quedaba en su casa. Y entonces ahora estamos pensando en que utilice un dispositivo especial, que se envía los fines de semana para seguimiento de pacientes. Pero en general, la gente no quiere dejar su domicilio. Una señora nos decía cuando le dimos el resultado, que no podía irse ella, porque su marido tenía que ir a trabajar y los chicos quedaban solos. O un paciente que nos contestó que no podía dejar a su señora sola con los chicos, que el barrio es peligroso. Hay razones que exceden al criterio médico. Es tan impredecible y contagiosa la enfermedad, con un contexto además complicado y un sistema de salud saturado, que me parece que lo más importante ahora es bajar la cantidad de casos”.
En la misma línea, desde el área de Salud de la Municipalidad señalaron que la última semana dio un respiro, con mejores números y con una tasa más larga de duplicación, pero indicaron a La Capital: “Hay que ser cautos y no bajar la guardia”. Consultados por la situación en el territorio, valoraron todo lo que se viene haciendo: “Los centros de salud municipales no cerraron en ningún momento y son los primeros que ponen la cara en los barrios”, relató en off un funcionario.