En el inicio de los años 30, barrio Martin era una de las zonas rosarinas donde podía verse cine mudo. Allí, el Oriente se levantó en 1931 y, fue relanzado un año más tarde ya como Palace Crystal, con equipos sonoros. Su vida como sala de proyección y de espectáculos en vivo apenas alcanzó una década e incluso su nombre original apenas duró un año. Sin embargo, en estas nueve décadas en las que fue cine y luego pasó a manos de la Asociación de Industriales Panaderos, su fachada con el nombre original, pronta a desaparecer, se mantuvo como un ícono en la zona.
Un vallado y un cartel de demolición en Mendoza 535 alertaron en los últimos días a los vecinos. Una noticia que confirmaron desde la propia entidad propietaria del salón que decidió permutar el inmueble a una constructora que levantará allí una torre de departamentos. Las razones, como muchas otras veces sucede con espacios históricos de la ciudad, son las dificultades para mantener el edificio.
Desde su apertura y aunque funcionó apenas una década como sala de proyecciones, la fachada, las escaleras, el salón principal, así como el escenario, se conservaron durante todos estos años en que el edificio estuvo a cargo de la Asociación de Industriales Panaderos y Afines de Rosario como sede administrativa.
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Fue la imposibilidad de sostener el edificio lo que llevó a la entidad a tomar en asamblea la decisión de deshacerse del inmueble. Y la forma encontrada fue a través de una empresa constructora que levantará allí una torre de departamentos de 9 pisos.
Una permuta
El paso del tiempo y la imposibilidad de realizar trabajos de mantenimiento en el salón casi centenario pusieron a la asociación de cara a la definición deshacerse del lugar.
Un paso que, además, no estaba obstaculizado por ninguna normativa de preservación ya que, según indicó el arquitecto que integra el grupo Basta de Demoliciones, Pablo Mercado, no estaba catalogado con ningún grado de protección por parte de la normativa municipal.
Un convenio de permuta con la constructora Werk fue el formato hallado como salida. De este modo, y de acuerdo a la información que trascendió, la asociación cederá la propiedad del edificio a la empresa que se encargará de demolerlo y levantar la torre. A cambio, los Industriales panaderos recibirán allí mismo 500 metros cuadrados que quedarán a disposición para su uso.
El cartel de demolición frente a la fachada ya fue colocado y estará a cargo de Miguel Moine.
Un normativa que no preserva
Para el arquitecto que, junto a otros vecinos, sigue de cerca las pérdidas urbanas que sufre Rosario, "la ciudad está manejando determinadas protecciones a través de recursos que no son los esperables y eso hace ir detrás de la noticia de que un edificio va a desaparecer cuando seguramente ya existe un permiso de demolición y, por lo tanto, también un proyecto de obra ya aprobado".
Mercado dijo que "existe una serie de edificios que históricamente pertenecieron a asociaciones sin fines de lucro que, por esa condición, para el municipio no corre riesgo porque no entra en el juego inmobiliario, pero eso no es así". En este sentido, citó el caso de la intención de demolición del Club Italiano.
El referente dijo que hay una masa crítica integrada por grupos de personas que, a través de redes sociales, realiza un seguimiento de la situación de este tipo de edificios y no es tenida en cuenta.
"La Municipalidad tiene una comisión de asesoramiento de la Secretaría de Planeamiento que está integrada solo por los colegios de Arquitectos e Ingenieros, por la Asociación de Empresarios de la Vivienda y otros empresarios de la ciudad que son los que están interesados en construir y no en preservar", sostuvo antes de agregar: "Eso es como poner al lobo a cuidar a la oveja".
Además, apuntó a los convenios urbanísticos tramitados a través del Concejo Municipal que "son poco transparentes", así como también a "la pérdida de los cines no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino por tratarse de espacios que significaron mucho a la hora de las reuniones y del hacer ciudadano".