La reunión entre trabajadores tiene clima de duelo pagano. No hay flores ni crucifijos y transcurre en voz baja, intimista, en las afueras de Rosario: entre un playón, los galpones y hangares donde cada día entran y salen camiones recolectores de residuos. Allí, una mañana de este mes se escucha este comentario: "Empezamos viendo por la tele que esto era un virus en China, no nos imaginamos que al poco tiempo nos íbamos a contagiar casi todos y que le iba a pasar esto a Pedro. Pasamos de ser simples basureros a trabajadores esenciales, y otra vez a simples basureros cuando trabajábamos igual en medio de la pandemia, nos enfermábamos y algunos se morían como él".
La frase la tira, aún con algo de dolor, Mario "el Negro" Camargo, de 35 años y recolector de residuos de la empresa Limpar, una de las tres (junto a Lime y Sumar) que se reparten la higiene urbana y la gestión de la basura en Rosario. Entre todas suman 1300 trabajadores y trabajadoras: 12 no sobrevivieron al Covid.
Pedro Juárez tenía 57 años cuando murió el 28 de mayo del año pasado. No llegó a vacunarse. Vivía en Cabín 9 (Pérez). Tenía una pareja, Laura, y seis hijos: Verónica, Silvina, Javier, Micaela, Yamila y Florencia. Era hincha fanático de River, lo dejaba ver en sus cargadas y en sus medias. Y con su hijo sostenía un trabajo más como carnicero.
El retratro de tu ausencia #01 - Pedro Juárez, recolector
Llevaba más de tres décadas en contacto con la basura de todos los rosarinos. Había empezado jovencito en la empresa 9 de Julio en épocas en que los "basureros", como los llaman todos desde siempre, corrían más de 600 cuadras diarias al lado del camión.
"Unos 45 kilómetros sin entrenamiento ni dieta ni zapatillas especiales, hoy solo se corren unas 200 cuadras, menos de la mitad, aunque igual con este trabajo te queda dolor de tobillos, rodillas y cintura ", apunta Leonardo 'Coquito' Escobar, de 42 años, el chofer del camión 4048 en que viajó Pedro hasta el último día de trabajo.
"A lo último yo manejaba y enganchaba los contenedores, él limpiaba el entorno, pero Pedro hizo de todo en este trabajo", cuenta el hombre parado junto al vehículo, uno de los tantos blancos y celestes o completamente naranja, con carga lateral o trasera, que entran y salen imponentes y se estacionan en la playa de la empresa de Circunvalación y Perón (ex Godoy).
Tanto Leonardo como "Camargo", así lo llaman en el galpón, trabajaron tres años con Pedro en el turno mañana que arranca cada día a las 6, llueva, truene o el sol raje la tierra. Pero con él también compartieron las picadas de los viernes en el parador del Relleno Sanitario de Rosario, y más de un asado "con los muchachos". Leonardo saca un celular y muestra algunas fotos y videos de esos encuentros y otros tantos momentos. Señala: "Este era Pedro", y lagrimea.
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El retrato de tu ausencia: Pedro Juárez
Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Entre los dos compañeros dicen que Pedro era "buen tipo, bajo, fornido, de pocas palabras, sano, laburante" y como sabían que tenía varias hijas lo cargaban y le decían "suegro".
En la cabina del camión pasaban las horas y se contaban casi todo. Lo que recuerdan ambos es que "Pedro decía que le había llegado la hora de empezar a viajar por la Argentina con su mujer: un sueño que le quedó trunco".
Cerca del baño y las duchas, en el pañol, donde cada día les entregan la ropa limpia a los trabajadores, aún está el canasto con el legajo "1370" y la ropa de Pedro: camperón turquesa, pantalón gris, buzo. Una de las prendas será la elegida para recordarlo.
En la charla sobre el compañero que ya no está "y se extraña", dice Leo, se suman otros trabajadores y delegados gremiales. Incluso quien reemplazó a Pedro: Emanuel Estrella. Hablan de mucha historia que borró el Covid de un plumazo.
Dicen que años atrás los basureros apenas sabían leer y escribir, que sus recibos de sueldo no valían nada y nadie les daba créditos.
"Hoy ganamos bien y cuando ven nuestros uniformes turquesa por poco salen de los locales a vendernos", se ríe uno.
Recuerdan que en otras épocas todos hacían todo: eran recolectores, barrenderos, choferes o mecánicos, cumplían cualquier carga horaria, corría mucho consumo de alcohol para soportar el trabajo pesado y a sus cuerpos les quedaba impregnado el olor a basura. ¿La ropa? Se la lavaba cada uno en su casa.
Todo eso cambió y los que se acercan a recordar a Pedro lo asocian "a la lucha gremial" que encabeza el moyanista Marcelo "Pipi" Andrada. Dicen que peleando derechos empezaron a sentirse "dignos". Entre las últimas conquistas citan nada menos la que dieron por la vacuna.
"Cuando empezó la pandemia vacunaban a policías y maestros, no tenemos nada contra esos trabajadores, pero muchos hacían actividad virtual desde su casa, nosotros no, seguimos saliendo a la calle", dice Camargo ante el grupo, que reconoce que se higienizaba las manos con jabón líquido mucho antes de que lo recomendaran los protocolos. Hombres a los que les costó andar con barbijo, porque les dificultaba respirar, que dejaron de compartir la botella de agua y el mate listo en el camión.
Decenas de historias remotas y próximas construyen una especie de despedida. La que no pudieron hacerle a Pedro ni a los 11 recolectores más fallecidos porque la pandemia no dejó velar a nadie.
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Idea y fotografía: Virginia Benedetto / Producción periodística: Laura Vilche / Edición de video: Andrés Mancini / Producción general: Lisandro Machain
Esta nota es una de las cinco que conforman la serie "El retrato de tu ausencia". Una prenda de trabajo personal es el homenaje colectivo a todos los trabajadores y trabajadoras esenciales que no sobrevivieron a la pandemia. Este 20 de marzo se cumplen dos años desde que el virus del Covid se quedó con 4.046 vidas en Rosario. La Capital rescata así las voces de los afectos más cercanos y compañeros que no pudieron velarlos como hubieran querido.