San Pablo.- Unas 50.000 personas marcharon hasta la alcaldía de San Pablo para expresar su indignación por los gastos del Mundial 2014, y la presidenta Dilma Rousseff, que prometió escuchar a los manifestantes tras un día de históricas protestas en todo el país, hizo un viaje relámpago a la ciudad.
Algunos manifestantes incendiaron un coche de la televisora Récord situado frente a la alcaldía y un quiosco policial.
También quebraron vidrios y pintaron grafitis en las paredes de la alcaldía y sacudieron una camioneta de la televisión Globo, mientras en la avenida Paulista, una de las principales de la ciudad, decenas de miles se manifestaban pacíficamente.
Rousseff hizo un viaje relámpago a San Pablo para reunirse con su padrino político, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Según el diario Folha de Sao Paulo, ambos se encontraron con el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad -también del izquierdista Partido de los Trabajadores- en el aeropuerto de Congonhas para discutir una eventual rebaja del boleto de ómnibus, subte y tren en la ciudad, reivindicación que desató el movimiento de protesta en Brasil.
Porto Alegre, Recife y otras capitales estatales brasileñas anunciaron reducciones en el precio del transporte público tras las multitudinarias protestas. El alcalde de San Pablo aceptó revisar la tarifa de los ómnibus tras una reunión con integrantes del Movimiento Pase Libre, según los cuales las manifestaciones continuarán hasta que se revoque el aumento. .
Rousseff se comprometió a escuchar a los manifestantes luego de que más de 250.000 brasileños salieran esta semana a las calles contra el alza del transporte y los altos costes del Mundial, en momentos en que se celebra en seis ciudades de Brasil su ensayo general, la Copa Confederaciones. “Mi gobierno está escuchando esas voces por el cambio. Mi gobierno está empeñado y comprometido con la transformación social”, dijo Rousseff.
“Este mensaje directo de las calles es de repudio a la corrupción y al uso indebido del dinero público”, afirmó la mandataria, que ha despedido de su gobierno a siete ministros acusados de desvío de dineros públicos.
En San Pablo, unos 50.000 manifestantes, según el instituto de sondeos Datafolha, y más de 10.000, según la policía, marcharon desde la catedral hasta la alcaldía.
“Estoy acá porque quiero reclamar por todo ese dinero usado en los estadios. Quiero educación, hospitales, y al menos tener una ciudad más limpia”, dijo la estudiante Alina Castro, de 18 años.
Los manifestantes, convocados a través de las redes sociales, son en su mayoría jóvenes con educación superior y apolíticos.
“No quiero que haya más corrupción, ni que los brasileños tengan que pagar tan altos impuestos para nada. Falta inversión en educación, salud, transporte”, dijo otra joven estudiante, Marina Santos.
Las protestas en Brasil tienen algo en común con las de Turquía o Egipto: “Un trasfondo de profundo cambio social, de ascensión de una nueva clase media”, dijo el economista André Perfeito, de la consultora Gradual Investimentos.
En la última década, 40 millones de personas ingresaron a la clase media -que hoy abarca a más de la mitad de la población- y el país vivió una explosión del consumo y un inédito acceso al crédito.
Otra manifestación reunía a 5.000 participantes, según la prensa local, en Sao Gonçalo, una pequeña ciudad cercana a Rio de Janeiro, también en contra del aumento de la tarifa de autobuses.
El lunes, los manifestantes intentaron apoderarse de símbolos del gobierno: en Brasilia se subieron pacíficamente al techo del Congreso nacional, en Rio intentaron invadir con violencia la Asamblea Legislativa estatal y en Sao Paulo y Curitiba buscaron ingresar a la fuerza en la sede del gobierno estatal.
Fueron las mayores protestas en Brasil desde las manifestaciones contra la corrupción del gobierno de Fernando Collor de Mello en 1992, que renunció durante su juicio político ante el Senado.
La mayoría de las protestas fueron pacíficas, aunque en algunas ciudades, como en Rio, terminaron con violencia desatada por pequeños grupos, que fueron dispersados por la policía con gases lacrimógenos, balas de goma y tiros al aire.
Otras manifestaciones están convocadas para este jueves en varias ciudades del país, incluida Rio de Janeiro, una de las seis ciudades sede de la Copa Confederaciones.
Las protestas podrían afectar a los partidos de la Copa ese día, cuando se enfrenten en el Maracaná de Río España y Tahití, y en Salvador Nigeria y Uruguay.
“Brasil nos pidió ser sede de la Copa. Nosotros no se lo impusimos”, dijo el presidente de la Fifa, Joseph Blatter.
El entrenador brasileño Luiz Felipe Scolari y varios jugadores de su seleçao manifestaron su apoyo a las manifestaciones pacíficas.
“La selección es del pueblo, somos del pueblo”, aseguró Scolari, que desde que asumió la selección a finales de 2012 busca reconquistar la confianza de la hinchada, perdida en el mal desempeño del equipo. (NA)