El Papa Francisco pidió ayer al mundo una condonación de la deuda a los países pobres y que se "relajen las sanciones internacionales" contra las naciones más afectadas por la pandemia de coronavirus, además de proponer "un salario universal" para los trabajadores de la economía popular, al impartir desde el Vaticano su bendición de Pascua.
Al finalizar una Semana Santa marcada por las restricciones generadas por la pandemia, el pontífice dedicó su bendición Urbi et Orbi (a Roma y el mundo) a "los que han sido afectados directamente por el coronavirus".
En ese marco, en una basílica de San Pedro vacía, rezó especialmente para que haya "esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas".
En su mensaje, Jorge Bergoglio recordó a quienes viven "un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo".
"Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas", reclamó en esa dirección
Antes de hacer el tradicional pedido de paz por los conflictos actuales en el mundo, entre ellos Venezuela, Yemen, Siria e Irak, el Papa aprovechó para dirigirse de pleno a la comunidad internacional.
"Considerando las circunstancias", pidió que "se relajen, además, las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten por parte de todos los países las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres".
Desde el inicio de la pandemia, distintas voces habían pedido ya la flexibilización de las sanciones impuestas a países como Irán, Rusia o Venezuela, especialmente por parte de Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
En ese contexto, Francisco reiteró su llamado a "un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo", como había hecho la ONU a fines de marzo pasado.
Antes de su mensaje, el Papa celebró la misa de Pascua en la Basílica de San Pedro, acompañado por unos pocos diáconos, el coro del lugar y los dos símbolos a los que les confió el fin de la pandemia: la Virgen Salus Populi Romani y el crucifijo que, según la tradición católica, salvó a Roma de la peste en el siglo XVI.
Asimismo, el Papa propuso "pensar un salario universal" para los trabajadores de la economía popular que luchan por "tierra, techo y trabajo".
Luego convocó a los movimientos populares a reflexionar "el después" de la pandemia y encarar un proyecto "centrado en el protagonismo de los pueblos".
En una carta enviada a los movimientos populares de todo el mundo, el Santo Padre saludó la tarea de los trabajadores de la economía popular y los caracterizó como "un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras".
"Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo", planteó Bergoglio en una carta —difundida ayer— en la que recordó los tres encuentros que tuvo con los representantes de los movimientos populares (2014, 2015 y 2016).
"Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja", lamentó Francisco en la misiva.
Y, en esa línea, se preocupó especialmente por "los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado".