Tengo muy poca memoria. Soy como Dorys (la personaje de “Buscando a Nemo”), tengo memoria de pez. Recuerdo cosas puntuales, como haber ido al jardín y haber vivido justo a los pies de la (Iglesia) Sagrada Familia, cuando la Sagrada Familia no era nada conocida, y entraba a la Sagrada Familia cuando era totalmente gratuita, subía y bajaba, porque vivía al lado. Yo subía al balcón y veía a la Sagrada Familia.
¿Cuando no era famosa?
Cuando no era famosa. Y ahora ya es imposible.
¿Qué pasó, por qué explotó así?
Supongo que las Olimpíadas del 92 provocaron el boom del turismo de Barcelona. Hay un exceso de turismo, están intentando que baje la cantidad de turistas. Antes de las olimpíadas había turismo porque Barcelona tenía mucha infraestructura preparada para ser visitada, pero no era el boom.
¿Qué más recordás de entonces?
Nada. Fui a la escuela, luego mis papás se separaron, cada uno se juntó, tuve cambios de escuela, es otra cosa. Luego me fui a estudiar Enfermería, en la Universidad de Barcelona, una escuela privada.
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Héctor Río / La Capital
¿Cuántos años dura la carrera?
Mira, es un tema ese porque cuando yo fui a la escuela la diplomatura eran tres años y cuando me vine a vivir acá se convirtió en una licenciatura de cinco años. Entonces ahora estoy como loca intentando convalidar el título porque ahora estoy como chofer de ambulancia acá, pero en realidad soy enfermera.
¿Y qué te falta para homologar el título?
Mandé todos los trámites al Ministerio de Educación de la Nación, tuve que ir a la UNR, hice unas prácticas y unos exámenes, en uno me fue mal, volví a prepararme y otra vez me fue mal, así que me dijeron que si quería ser enfermera tenía que cursar de nuevo. Es uno de los cuatro ejes principales, Metodología de la Investigación, que es en el que te bochan casi siempre, y ahí me bocharon.
¿Es el más teórico?
Es el más teórico y el que menos tiene que ver con mi trabajo. En la salud siempre está esta asginatura Metodología de la Investigación porque forma parte. Uno de los trabajos que hice en Barcelona era Ensayos Clínicos y lo entiendo, pero era tomado desde otro punto de vista.
¿La idea es homologar tu título con el de la carrera de Enfermería en la UNR?
Claro. En la UNR me dijeron que no era apta, entonces públicamente no puedo trabajar, y ahora voy a ir a la UAI. Ahí voy a mandar todo, a ver si me convalidan las asignaturas y puedo hacer un año y ya me saco el título de técnica profesional en Enfermería y puedo trabajar, que es lo que soy.
“¿Cómo se habrán enterado?”
“En un evento que cubrimos de los empresarios en Roldán, uno de los periodistas se descompuso y fuimos a atenderlo el doctor y yo. Para mí que en ese momento alguien me vio. Yo pensaba: ¿cómo se habrán enterado de que yo estoy aquí? Bueno, son periodistas...”
Te oyeron hablar.
Aparte no se me ha ido el acento.
Diría que hasta lo has reforzado.
Hace ya 13 años.
Parece que recién bajaras del avión.
No, pasa que tengo el acento porque en mi casa (en Barcelona) se habla el catalán sí o sí. Soy bien catalana, entonces a los chicos les hablo en catalán porque tienen que conservarlo porque alguna vez hemos viajado y tuvieron que hablar con mi padre, con la familia, y se entienden los dos.
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Héctor Río / La Capital
¿Cómo era tu vida de enfermera en Barcelona?
Empecé a trabajar en una clínica privada en Barcelona, primero de auxiliar de enfermeria, luego de enfermera, estuve seis o siete años. Luego me fui a otro trabajo, en un centro de diálisis, y luego me fui a otro trabajo, que era de ensayos clínicos, donde estuve hasta 2008, cuando me quedé embarazada de mi hijo y me echaron.
¿Te quedaste embarazada y por eso te echaron?
Más o menos porque yo era monitora de ensayos clínicos, yo tenía que ir a los diferentes hospitales de España a mirar que el protocolo de actuación se estuviera llevando a cabo. Y al estar embarazada había tenido pérdidas, tenía que hacer un reposo relativo y no me permitía viajar, entonces a la empresa no le convenía que yo estuviera allí. Entonces me hicieron un poco la vida imposible hasta que al final llegamos a un acuerdo.
¿No podías trabajar en otro lugar durante el embarazo?
Sí, pero a ellos les molestaba y les daba rabia el embarazo, entonces dijeron: “Te voy a hacer la vida imposible para que te vayas, así no te pago la indemnización”. Y yo dije: “Voy a hacer lo que pueda para aguantar”.
¿Hay derechos laborales en España?
-Sí. Lo que no hay es tantas representaciones gremiales. Allí hay UGT y comisiones obreras, y nada más. Hay sólo dos sindicatos.
¿Cómo siguió tu vida?
Me indemnizaron y luego estuvimos trabajando con mi marido en una empresa de eventos.
¿Cómo surgió la idea de venir a vivir a la Argentina?
Un día dijimos: “¿Nos vamos a vivir a la Argentina?” Como no tengo mamá, es como que una no está tan atada. Siempre he sido muy independiente, no he dependido mucho de mi familia. Tengo allí mis raíces y amo Cataluña. Así que mi marido tenía su papá enfermo y dijimos: “Nos vamos a vivir allá”.
¿Y por qué Argentina?
Porque mi marido es argentino, Pablo es un rosarino de las cuatro plazas. Nos conocimos allá, en una noche de fiesta, estuvimos viviendo un tiempo y luego vinimos acá.
-¿Pero de quién fue la idea de venir?
-Nos la habíamos planteado una vez hasta que un día dijimos: “Acá no estamos haciendo nada”. Estuvimos dos o tres años trabajando (en la empresa de eventos), estuve buscando trabajo de enfermera, no conseguía trabajo de enfermera. Nos casamos en diciembre de 2011 y nos vinimos en enero de 2012. Nos quisimos casar porque fue como una fiesta de despedida, junto con las fiestas.
–¿Cómo fueron los comienzos?
–Estuve tres años viviendo en Rosario, en Rioja al 5400, entre Larrea y Liniers, y no me gustó. Mi marido era taxista y me decía por qué no agarraba el taxi. Yo me muevo por Rosario, pero siempre me daba miedo.
–¿Por qué no te gustó Rosario?
–Porque es muy inseguro. Ya me robaron una vez, saliendo de casa, y no me gusta. Me vieron salir de casa, dieron la vuelta y me sacaron el bolso. El problema es que estaba con el nene y le agarró miedo.
–¿Y cómo llegaron a Roldán?
–Conocíamos este barrio, empezamos a construir la casita y en 2015 nos vinimos a vivir. Cuando vine a vivir no estaba la escuela, no había nadie. Salía y veía todo campo, campo, campo. Lo mismo en la pandemia.
–¿Cómo empezaste a trabajar en la ambulancia?
–Hace dos años traje a atender acá a mi marido y había una doctora que me dijo que hablara con el secretario de Salud. Este centro es atendido por la municipalidad de día y por la provincia de noche. A a la mañana hay consultorios y a la tarde una guardia. Laura Muñoz me hizo hablar con el secretario de Salud para contarle un poco y estuve en contacto con él hasta que un día me dijo: “Mira, me he quedado sin chofer en la ambulancia”. “Yo sé manejar, desde el 92 tengo carné”. Así que me dijo: “Bueno, adelante”. Cuando vine a vivir acá convalidé el carné en el Distrito y luego vine acá a hacer las pruebas.
–¿Cómo es tu día de trabajo?
–Cuando hay una salida, salimos. Tenemos salidas en Tierra de Sueños 3, en el 2, Puerto Roldán y Los Raigales. En realidad somos un apoyo y alivianamos el trabajo del Samco. Trabajo los martes, los jueves y los sábados o domingos. Son 12 horas. Cuando no estoy trabajando estoy en casa, con los chicos. También trabajo en la municipalidad con el dengue, donde coordinamos todo porque es un tema bravo. Los miércoles arranco a las dos y termino a la tarde.
–¿Ahí trabajás como enfermera?
–No, no puedo, a pesar de que me gustaría. Somos un equipo de salud, tenemos conocimientos, estamos preparados, nos han educado, nos van actualizando, hacemos reuniones cada vez que nos encontramos.
–¿Cómo es el trabajo en la ambulancia?
–No siempre tenemos salidas. No no llama la gente. La gente tiene que llamar al 107 y el 107 nos envía. Nos pueden llamar a las siete, a las ocho, como a las cinco de la mañana. Desde que te llaman hasta que vas es un momento que no sabes con qué te vas a encontrar.
–¿Cuál fue el trabajo más difícil que te tocó?
–Un día el Samco estaba saturado y tuvimos que ir a un accidente que hubo en la A-012 (dice AO-12, como casi todo el mundo). Era un accidente entre un camión y una chata, había muertos, entonces ese momento fue el más difícil porque una es chofer pero no es una chofer del 107. Es distino: soy una chofer que estoy como acompañante. Es una situación distinta. Al ir hasta allá la adrenalina te sube y luego andá a descansar. Luego tienes que normalizarte y luego ya está. pero es lindo.
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Hédtor Río / La Capital
–¿Cuál es la principal diferencia entre vivir en Barcelona y en Roldán?
–Acá en Roldán es la paz que hay: la calma, la tranquiidad, los chicos salen, entran, andan en bicicleta. Darío cuando vino acá no sabía andar en bicicleta. Entonces acá tenía campo y arranzó en bicicleta. La nena viene sola a la escuela, Darío va a la técnica con el colectivito que pasa por acá. Y alguna vez que he ido a Barcelona me pongo renerviosa. Es como cuando voy a Rosario. Todo es autos y gente. Es una selva y no me gusta. Estoy acostumbrada a la calma de mi barrio. Es un pueblo, un pueblo mas. La gente se conoce, se viene a atender y me dice: “Hola Raquel”. Se tranquilizan al ver una cara conocida. Y otra diferencia está en que puedo llegar a tener amigos, pero no tengo familia, tengo la familia de mi marido, pero no es lo mismo. Es difícil en cumpleaños, en Navidades, el Día de la Madre, días especiales que los ves a todos contentos festejando. El otro día fue el cumpleaños de mi hermana, me mandaron las fotos todos juntos y ahí se hace difícil, si no tengo tiempo. Me preguntan si extraño y les digo que ni tengo tiempo. El día que los chicos sean independientes y se vayan ahí me caerá la ficha. Ahora uno tiene gimnasia, la otra hockey, un cumpleaños, no paro.
–¿No está en tus planes volver a Rosario o a Barcelona?
–A Rosario te digo que no. Y si algún día tuviéramos la idea de volver a Barcelona no sería a Barcelona capital sino a un pueblo, algo parecido a Roldán, como hay en toda España. Lo que pasa es que uno está acostumbrado. Esto es como Rosario: tienes cines, restaurantes, en el pueblo no tienes lo mismo, pero te vas unos kilómetros y los tienes.
–¿Tu esposo se fue en la crisis de 2001?
–Sí, se fue en 2001, como ahora se va mucha gente. Lo que pasa es que la gente se va media engañada pensando que España es el primer mundo y que se van y van a encontrar el sueño de su vida, y luego tienen que volver porque no era lo que pensaban. A mí me costó un montón encontrar trabajo cuando dejé el que tenía. Entonces les digo: “¿Y qué te hace pensar que tú ahora irás y te darán el mejor trabajo? Tienes que tener un culo así (arma un círculo unívoco con los índices y los pulgares). Aquí es donde se notan los años que llevo aquí.
–¿Hay gente que hace allá trabajos que no hace acá?
–Hay gente que me dice: “Si no voy a trabajar de mozo o a lavar platos”. ¿Por qué no lo haces acá? Aparte el argentino es muy familiero. Cuando te vayas allá, la gente no es tan familiera como acá.
–¿Los españoles no son así?
–No. Eso del fin de semana. ¿Ir sin avisar? No. “Che, quedamos mañana. Mañana paso por tu casa”. No pases sin avisar. Aquí pasan sin avisar: es maravilloso.
–¿Qué cosas te gustan de la Argentina?
-La comida, la gente...
–¿Qué comida?
–Las mollejas. Mi marido me hace unas mollejas salteadas que son divinas. Cuando no tenía trabajo he vendido empanadas. La he peleado como una argentina. Y tomo mate y tereré.
–¿Soñás con homologar el título?
–Sí, mi sueño es esto. Luego Dios dirá.