Las protestas callejeras en Irán no ceden, a más de dos meses de iniciarse el 16 de septiembre por la muerte en una comisaría de una joven que no usaba “correctamente” el chador para cubrirse la cabeza. La protesta también va escalando, pese a que la represión del régimen islámico también aumenta: ya hay más de 380 civiles asesinados por las balas de la policía y la fuerzas parapoliciales. El régimen clerical islámico se siente amenazado como nunca desde su instalación en 1979. La casa de su fundador, el ayatolá Khomeini, fue incendiada por manifestantes que celebraron frente a las llamas. Y se asegura que en la ciudad “santa” de Qom, sede de los principales seminarios, uno de ellos fue quemado.
La última gran protesta contra el gobierno estalló en el funeral de un niño muerto a tiros por la policia. Videos que circularon en las redes sociales mostraron a cientos de manifestantes en el funeral de Kian Pirfalak, de sólo nueve años, en la ciudad suroccidental de Izeh. También hubo protestas en la ciudad oriental de Zahedan, que ha sido el escenario de la violencia más mortífera desde que comenzaron las manifestaciones.
Las protestas comenzaron tras la muerte, el 16 de setiembre, de una joven de 22 años detenida por la “policía de la moral” por llevar “mal puesto” su cubrabeza, obligatorio por ley. Se multiplicaron rápidamente las protestas que llaman al derrocamiento del régimen de los clérigos y el fin de la teocracia instaurada en 1979.
Las autoridades han restringido casi totalmente el acceso de la prensa y clausurado Internet para tratar de contener el mayor desafío a su régimen, lo que dificulta confirmar los hechos en distintas partes del país.
La prensa estatal informó que como resultado de “un tiroteo” en Izeh murieron siete personas y varias resultaron heridas, entre ellas agentes de seguridad. Las autoridades atribuyeron el ataque a “terroristas’’, sin dar en detalles.
El niño Pirfalak fue una de las víctimas. Su madre, Zeinab Molaeu, asegura que agentes de seguridad detuvieron el auto en que viajaba la familia y les dijeron que se alejaran por su propia seguridad debido a una protesta en calles cercanas. Cuando giraron, los agentes abrieron fuego contra el auto, le dijo la mujer a la agencia semioficial Fars.
Durante la noche del 19 de noviembre, manifestantes prendieron fuego a la casa en la que nació Ruhola Khomeini, el primer “Guía Supremo” de Irán que en 1979 lideró la revolución para derrocar la monarquía del Sha de Persia e instaurar el régimen islámico de los ayatolás, aún vigente, pero sacudido por las protestas callejeras de los últimos meses. El derecho a llevar el pelo suelto es un motor de las protestas entre las jóvenes. Pero también suma mucho malestar la crisis económica crónica de Irán, pese a los buenos precios del petróleo. Irán gasta sumas enormes en su aparato militar, invirtiendo en misiles de largo alcance y en un programa nuclear que, según los ayatolás es con fines pacíficos, pero es acusado de tener fines militares. De hecho, es extraño que una potencia petrolera y gasífera invierta en una energía cara como la nuclear.
El incendio de la casa donde nació Khomeini en mayo de 1900 y que era desde hace 30 años un importante museo de la “Revolución Islámica” aparece en videos difundidos en las redes sociales. Se ven siluetas que contrastan con las llamas de gente que celebra. Este domingo se difundió, también en redes, el rumor de que un importante seminario islámico de la ciudad de Qom, corazón ideológico del régimen, fue incendiado. No hay forma de chequear estas informaciones, dado que el régimen bloquea la actividad y el movimiento mismo de los periodistas. Es casi imposible que los fotógrafos de las agencias internacionales consigan trabajar fuera de la capital, Teherán.
Las manifestaciones, que estallaron tras la muerte de Mahsa Amini no han cesado y ya superan los dos meses. Se repiten además en decenas de ciudades. En los últimos tres días, las manifestaciones se han convertido también en una ocasión para conmemorar a los más de 1.500 muertos en los disturbios antigubernamentales de noviembre de 2019, cuyo tercer aniversario se cumple en estos días.
Los mercados de varias ciudades, incluida Teherán, mantuvieron sus persianas cerradas como modo de protesta. La oposición se expresa generalmente en iniciativas no violentas, como sentadas y grandes concentraciones, incluso en muchas universidades, pero la represión con armas de fuego de las fuerzas policiales provoca enfrentamientos de extrema dureza: según datos de la agencia iraní de derechos humanos Hrana, al menos 381 personas han perdido la vida desde el inicio de las manifestaciones, entre ellas 50 menores y 58 miembros de las fuerzas de seguridad. Más de 1.600 personas han sido detenidas y ya se han dictado sentencias de muerte para al menos 6 de ellas.
El presidente ultraconservador y clérigo Ebrahim Raisi acusa a los países occidentales de “interferir en los asuntos internos” de Irán, tras las críticas recibidas por las violaciones de los derechos humanos desde Estados Unidos y Europa. Irán tiene aliados poderosos, como Rusia, en parte China y los shiítas de Líbano. En América latina puede contar con el apoyo del régimen chavista de Nicolás Maduro y el gobierno de Bolivia.