Sin ánimo de entrar en polémicas con el autor de la carta del pasado lunes, quiero decir que el pasado domingo también me levanté temprano, no para comprar facturas, sino para participar de la maratón más importante de la Argentina, que tuvo lugar en las calles de nuestra ciudad. De esta prueba pedestre participaron muchos extranjeros y además una gran cantidad de connacionales que vinieron de distintos puntos del país. Es más, los rosarinos podemos estar orgullosos de haber sido menos de la mitad del total. Podemos estar orgullosos de saber que esta prueba excede a la ciudad y a la provincia por su carácter verdaderamente nacional. En nuestra ciudad se fundó y se organiza pero ahora es de todos los argentinos y de los numerosos visitantes del exterior. No tengo hesitaciones en sostener que los cortes de tránsito son connaturales de estas fiestas deportivas urbanas, pues yo intervine en las maratones de Nueva York, Boston, Chicago, París, Londres, Rotterdam y Hamburgo y pude comprobar cómo se cortaba el tránsito y no por 30 minutos en alguna que otra calle (dudando que algún corte haya alcanzado esa extensión temporal), sino durante muchas horas. Es más, no se escuchaba una bocina, ni se veía un auto salvo en alguno que otro cartel de publicidad. Es público y notorio que las ciudades antes citadas poseen una mayor densidad automotriz que Rosario. Salvo que pensemos que nuestra querida avenida Pellegrini es más importante que la Quinta Avenida de Nueva York. O que calle España tiene más tránsito que avenidas Fosch y Champ Elissè, respectivamente en París. En esas ciudades no sólo se corta durante muchas horas el tránsito de las arterias más importantes, se llega a la supresión parcial de tranvías desde el día anterior (Rotterdam). Ah... en esos lugares los gobiernos junto a las empresas privadas participan activamente en la concreción de estas maratones. Y otro ah, los habitantes de esas ciudades no se molestan por los cortes y se sienten orgullos de esas pruebas pedestres (verbigracia: en Boston asisten cerca de un millón de espectadores, que ese día no van a comprar medialunas).