El comienzo de este artículo, nacido el domingo pasado cuando escribíamos "La escena del crimen", estuvo dedicado a un libro sobre cine. Mientras lo escribíamos, al mencionar algunas de aquellas películas, viajaba al pasado y recorría aquellas calles en donde estaban los cines que buscaba en mi mente.
Mis primeras experiencias cinematográficas deben haberse iniciado cuando tenía alrededor de diez años, estaba en quinto o sexto grado de los Hermanos Maristas y esa fascinación fue creciendo cada vez más con el pasar de los años. Después de escribir el artículo del domingo pasado y de leerlo cuando se publicó, continué jugando con mi memoria, tratando de recordar en que cines vi las películas que vi. Por cierto, ya no existe el cine como entretenimiento, en muchos casos, es un sector más de un shopping.
Antes el cine era, por empezar, ese sustituto ideal cuando no había fútbol los domingos. Dicho sea de paso, un escritor rosarino escribió un hermoso libro sobre los domingos sin fútbol; por cierto, quien no ha vivido esa experiencia no podrá encontrar oportunidad de repetirla.
A los setenta y ocho años, la cantidad de cine que he visto, no resulta igual en las salas de cines de antes como por televisión. Por mi parte, disfruto de las comunes repeticiones de películas, que se dan en algunos canales. Me gusta armar, como si fuera un rompecabezas, los distintos fragmentos del filme. Me tiene sin cuidado saber cómo es el final. Por el contrario, si sé como es el final, gozo más del filme que estoy viendo. En realidad, me gustan más los comienzos que los finales, sobre todo si se trata de una historia de amor que termina con el último café.
Las dos primeras salas que visité con más frecuencia fueron el Alvear y el Urquiza. Tenían distintos programas para los días de la semana. Digamos que el Alvear era un cine más familiar, en cambio el Urquiza tenía dos pisos, donde al segundo concurrían las parejas a hacer lo que ahora se hace en cualquier lado.
Es hora de volver a la segunda parte del artículo que comenzamos a comentar, el libro de una muy linda escritora, muy inteligente, y nacida en México, el título es "Escenarios del crimen".
El libro menciona alrededor de cien películas; tal como dijimos, no la hemos visto a todas. Pero si las conocemos por lecturas, o por ese interés obsesivo en saber de qué se trata.
Revisamos cinco de los siete apartados que tiene, nos quedaban por ver uno dedicado a los "viajes", sobre todo a lugares exóticos, y otro "el pasado" es decir esas películas en que el pasado sigue presente a través del filme.
Antes de seguir, queremos mencionar tres citas que la autora coloca al comienzo del libro. La primera es del Marqués de Sade y dice: "¿Quien duda? que el asesinato es una de las leyes más preciosas de la naturaleza? ¿Cuál es su objetivo cuando la naturaleza crea? ¿No es acaso el ver destruida en poco tiempo su obra? Si la destrucción es una de las leyes, entonces, el que destruye, ¡la obedece!".
La segunda de Fritz Lang: "Parece que el asesinato ejerce una fascinación latente y que la palabra misma despierta un mundo de emociones soterradas. Planteemos pues la pregunta ¿Por qué nos interesa el asesinato?" Este interrogante fue formulado por Lang en tiempos del nazismo ¿Hubo acaso, una manifestación de autodestrucción tan impresionante?
La última cita pertenece a Thomas De Quincey "La composición de un buen asesinato exige algo más que un par de idiotas que matan o mueren. El diseño, señores, la disposición del grupo, la luz y la sombra, la poesía, el sentimiento se considera hoy indispensables en intentos de esta naturaleza". Digamos de Quincey que es uno de esos autores a los que nos llevó Jorge Luis Borges, uno de sus grandes admiradores.
Volvamos al libro de Nuria Vidal, en el quinto capítulo, "El viaje, el tiempo suspendido", abarca una cantidad de filmes clásicos de la segunda mitad del siglo veinte. "Bonnie and Clyde", "El cartero siempre llama dos veces", "Thelma y Louise", "Mulholland drive", "Deseos humanos", absurda traducción española de un filme de Fritz Lang, "Boxcard Bertha", "Asesinato en el oriente expréss" en la versión que dirigió Sidney Lumet, "El amigo americano" de Wim Wenders, "A pleno sol", "Calma total", "El cabo del miedo" la versión que hizo Martin Scorsese, "Luna de hiel", "Sed de mal", ese polémico films dirigido por Orson Welles, "Psicosis" la famosa película de Hitchcock, "Charada" y "El resplandor".
Este apartado de los viajes, separa en la primer parte aquellos que tienen por epicentro "la carretera" como "Bonnie and Clyde", "Thelma y Louise", y "Mulholland drive".
El siguiente apartado abarca crímenes cometidos en "el tren", como "Asesinato en el oriente expréss", basada en el libro de Emile Zola hay una primera versión donde trabajaban Jean Gabin y Simone Simon. Por otra parte, "Boxcar Bertha", la tercera película de Martín Scorsese, se trata de una películas de trenes, todo lo que pasa sucede o en un tren o alrededor de uno de ellos.
Otro escenario para el crimen son los barcos. En el apartado "en el barco", Vidal cita "Calma total" que quiso dirigirla Orson Welles pero fue dirigida por Phillip Noyce.
Finalmente "en el hotel" encontramos cuatro películas muy buenas, "Sed de mal", "Psicosis", "Charada", y "El resplandor".
El séptimo escenario, trata del pasado, "El pasado, la memoria imborrable", une seis excelentes films, "Out of the past"; "Bad day at Black Rock", "Vértigo", "De repente el último verano", "Lone Star", "Gracias por el chocolate".
Como un apéndice, el libro nos ofrece el recuerdo de otros films en que todo parece girar alrededor de algo ya pasado. Este tema, lo podemos dejar para el próximo número continuando con las charlas que hemos tenido al respecto con Alfredo Chies y el Negro King.
Agreguemos como final, los nombres de los cines en que hemos visto la mayoría de esas películas, como el San Martín, el Belgrano, el Heraldo, el Radar, el Córdoba, el Empire, el Palace, el Capitol, el Monumental, el Gran Rex, y el memorable Sol de Mayo.