Lourdes Lodi | Bio | Politóloga. Docente de la Facultad de Ciencia Política de la UNR y directora del Observatorio Político Electoral de esa casa de estudios
Por Mariano D'Arrigo
Para Lodi, la contradicción entre salud y elecciones “es falaz”.
Lourdes Lodi | Bio | Politóloga. Docente de la Facultad de Ciencia Política de la UNR y directora del Observatorio Político Electoral de esa casa de estudios
Con la llegada de la segunda ola de contagios de Covid-19 se intensifican los planteos —que ya vienen del año pasado— para que para que se suspendan, o directamente eliminen, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. Para la politóloga Lourdes Lodi, suprimir las Paso significaría un retroceso en la calidad de la democracia. “En el mundo hubo arriba de 80 elecciones con pandemia, plantear salud o elecciones es falaz”, considera.
En diálogo con La Capital, la directora del Observatorio Electoral de la UNR destacó la importancia de avanzar con la autonomía municipal, evaluó las chances de una reforma constitucional en la provincia y analizó la agrietada escena política santafesina.
—Están en discusión las Paso. ¿Cuál es su balance de cómo funcionaron, tanto a nivel nacional como en la provincia?
—En primer lugar, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias son un invento santafesino: no existen en otro lugar del mundo. Hay que recordar que más allá de sus fortalezas y debilidades las primarias aparecen como una herramienta superadora de una institución totalmente cuestionada: la ley de lemas, un sistema que por su mecánica de acumulación distorsionaba la voluntad del electorado, consagrando ganadores que no eran los candidatos más votados. Creo que las primarias, luego adoptadas a nivel nacional con algunas particularidades, fueron positivas: en la provincia permitieron la alternancia, ordenar la oferta electoral y oxigenar la política. Más allá de que se la critique como una gran y cara encuesta, Santa Fe es de las provincias que mejor ha usado las primarias.
—¿Cree que llegaron para quedarse?
—Las primarias suponen una mayor participación ciudadana, una mayor incidencia del electorado en la oferta electoral; en ese sentido, suprimir las Paso sería un retroceso en la calidad de nuestra democracia, ya sea por motivos pandémicos, económicos o políticos.
—¿Considera que la situación sanitaria no justificaría una suspensión de las Paso?
—En el mundo hubo arriba de 80 elecciones con pandemia, por lo que es falaz plantear salud o elecciones. No sólo ambos son derechos constitucionales, sino que es totalmente factible. Si podemos ir a los bancos, hasta escuchar a los músicos que nos gustan en el anfiteatro, cómo no vamos a poder votar. Los procesos electorales se gestionan y se planifican, y hay actores con competencias para hacerlo. Se pueden tomar muchas medidas: generar horarios específicos para personas de riesgo, aumentar el número de mesas o incluso los locales de votación. El argumento económico tampoco es feliz: con la misma lógica, cerremos el Congreso para comprar vacunas. Es irresponsable plantearlo en esos términos, cuando las elecciones están incorporadas en el presupuesto anual.
—Paso a la provincia: la autonomía municipal estuvo en la agenda en las últimas semanas, ¿qué beneficios traería no sólo a los gobernantes locales sino, sobre todo, a los ciudadanos de a pie?
—Es una buena pregunta, porque en general cuando se piensa la autonomía municipal hay una primera lectura secesionista. Por el otro lado, se piensa que es una herramienta para empoderar intendentes y es todo lo contrario: es una herramienta sobre todo en beneficio de esa ciudadanía que siente a la ciudad como el espacio donde la política se vive, donde ve los problemas y espera las soluciones. Hoy el municipio dejó de ser responsable de la iluminación y la poda y la escamonda: a los intendentes y presidentes comunales se les reclama desde el acceso a la cultura hasta la seguridad. La autonomía permitiría que los municipios se den su propia carta orgánica, instaurar mecanismos de democracia semidirecta y habilitaría a que los intendentes puedan articular políticas intermunicipales. La única salvedad que tengo es que no defendamos la autonomía con una mirada muy rosarina, que no seamos como los porteños hablando de federalismo. Sea cual sea el esquema en el que se avance, la autonomía tiene que reconocer las diferencias en términos de escala y las desigualdades propias de nuestra provincia. Está el debate de si se puede avanzar por la vía legislativa, yo creo que hacerlo por vía constitucional sería un motor más para la postergada reforma de la Carta Magna santafesina.
—¿Cuáles deberían ser los puntos principales de la reforma?
—Nuestra reforma constitucional es una reforma político-electoral, y ahí está el quid de la cuestión, sino ya se hubiera hecho. Esa reforma supone abrir una caja de Pandora de reparto de poder y recursos, y en general el foco está puesto en una variable: la reelección del gobernador. Creo que además habría que generar un sistema de proporcionalidad en la Cámara de Diputados y modificar la forma de representación por senadores. La más inviable es generar representación por los nodos provinciales, con dos por la mayoría y uno por la minoría, que permitiría representación territorial y de la minoría e incorporar la paridad. La otra es ampliar el número de senadores que se eligen por departamento, que implicaría aumentar el tamaño de la asamblea. Lo cierto es que en el Senado está el actor con el principal poder de veto.
—Teniendo en cuenta eso, ¿se puede armar una coalición reformista?
—Es difícil, y más en este contexto, que la ciudadanía salga a la calle a pedir una reforma constitucional. Es un proceso de aprendizaje, donde tienen un rol clave actores de la sociedad civil, como los colegios profesionales, las universidades, los gremios, los medios de comunicación, que tienen influencia para instaurar el tema en la agenda y generar incomodidad en quienes no están avanzando. Es como con la paridad: muchos hubieran preferido que no salga, pero llegó un punto en que el contexto forzó definiciones políticas. Se necesita una construcción de abajo hacia arriba, y que requiere un tiempo de maduración.
—Le consulto ahora por una situación bastante novedosa en la política santafesina: además de las tensiones entre el Ejecutivo y la Legislatura hay un conflicto con uno de los bloques peronistas en el Senado. ¿Cómo analiza este escenario?
—Creo que lo que está fallando es la capacidad de acercamiento, de diálogo, de terminar con lógicas adversariales. El año pasado había que definir una agenda, que era la de la pandemia, e hicieron el juego de la grieta de mirar para atrás y mostrarse los trapitos sucios. Además, hay cuestiones que Perotti no está pudiendo resolver al interior de su propio partido: estamos viendo actores moviéndose en forma sectorial, autónoma y agrupados con lógicas que no son la de los sellos políticos. Por el otro lado, que quien preside la Cámara de Diputados sea el ex gobernador, que tiene aspiraciones políticas claras, hace que no se pueda salir de esa lógica de competencia político-electoral, a diferencia de lo que sucede en Rosario, donde se vio otra forma de articulación de intereses y de gestión de la emergencia.
—Más allá de lo que ocurra con las reglas electorales, ¿cómo imagina la campaña?
—Si ya había una tendencia a ir hacia las redes y la comunicación digital, este año se va a dar más fuerte que nunca. Los partidos políticos van a tener que adaptarse e innovar para llegar al público al que quizás no puedan acceder con actos masivos o en el territorio. Van a tener que seducir con otras herramientas a un electorado que está a la espera de soluciones.
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