Desde tiempos remotos se sabe que el servicio doméstico es el más castigado y desvalorizado hasta hoy. Después de 35 años de "servir" en una casa de familia, "aunque esos años sean negados", fui despedida acusada de haber robado. Claro, se dieron cuenta cuando ya no era útil como antes. Su hijo y su nieta fueron criados por mí como propios. Atrás quedó la hipócrita frase: "Usted es como de la familia". Quizás si fuera cierta la acusación por la que fui despedida mi dolor no sería tan grande, no hubieran existido reclamos a estas personas que ocuparon un lugar importante en mi corazón. El sentimiento que perdura en mí es de decepción, tristeza y dolor. Lo material va y viene, la justicia divina existe.