1º de enero de 2008, a las 16. Rosario, río Paraná, balneario Rambla Catalunya y una sensación
térmica de casi 40 grados. Hacia allí fuimos redactora y fotógrafa de este diario, sudando como
pollos. Nos habían dicho que voraces palometas estaban recibiendo el Año Nuevo a mordiscones.
La playa y toda la vereda que la circunda eran sólo gente, gente y más gente. De
todo tamaño y edad; niños, padres, abuelas y vendedores ambulantes de collares, gaseosas y bolas de
fraile. Entre todos ellos, perros. Policías, de un lado de la avenida, y público del otro. Todos
bajo una mísera sombra. Codo a codo, muchos comían y bebían lo que les había sobrado la noche
anterior. Y una cumbia estridente desde un auto tuneado amenizaba la escena.
Con la fotógrafa cruzamos la playa por la arena. A pasos espesos sorteamos más y
más gente. El guardavidas interrumpió una discusión con un grupo de bañistas para mostrarnos unos
carteles que acababa de dibujar con fibrón. Los papeles advertían a la gente que no se metiera en
el agua porque las palometas ya le habían hincado el diente a 40 víctimas.
La fotógrafa, su lente y yo posamos la mirada en el río. Era un caldo de gente,
antes y después de la boya. Alguien con el agua a la cintura y una botella de plástico con resto de
vino tinto hizo una mueca para la instantánea.
Insoladas tomamos apuntes y fotos, y nos fuimos.
Le comenté a mi compañera que la escena me hacía recordar a la película "Haz lo
correcto", de Spike Lee; un film de 1989, con varias líneas dramáticas. La historia transcurre en
una zona baja del neoyorkino barrio de Brooklyn y retrata, entre otras cosas, un pegajoso día de
calor insoportable. Allí la alta temperatura es la excusa que hace brotar la miseria y violencia
más inmoral en cada uno de los integrantes del vecindario. Un relato coral donde afro e
italoamericanos, coreanos e hispanos muestran su intolerancia con puños, insultos y dientes aún más
afilados que los de las palometas rosarinas.
Llegamos con mi compañera a la Redacción hablando de cualquier otra cosa. Nos
dicen que en la misma playa de donde acabábamos de volver había desaparecido un chico en el agua, y
que unas cien personas habían increpado a los guardavidas por el hecho.
Un día después, el cadáver de Gonzalo Bonjover, de 27 años, fue encontrado a 50
metros aguas abajo de donde había desaparecido.
Pasaron apenas unos días de esa calcinante nota. Se anuncia que esta semana
continuarán las altas temperaturas. Siguen los cortes de luz por varias horas en toda la ciudad.
Leo que la culpa la tienen los 150 mil splits vendidos en 2007 sólo en Rosario (los deseados
aparatos representan el 15 % del total vendido en el país); y que se está por superar el récord de
consumo energético de 1.521 megavatios registrados en abril pasado.
Oigo que el actual gobierno socialista acusa al pasado, justicialista, de una
descuidada desinversión en la Empresa Provincial de la Energía (EPE).
Y pienso que las palometas siguen nadando a sus anchas a la vera del río.
Que no tengo split y que el calor saca lo medieval que hay en mí.
Que el fuego cruzado de culpas y culpables no baja la temperatura, ni revive al
chico ahogado.
Pienso una vez más en "Haz lo correcto" y en que el Paraná y Brooklyn no están
tan lejos.