Ahora que la ciudad se llenó de ciclistas es mucho más visible un fenómeno fantástico: el de los deportistas tardíos. A esa clase pertenece la pléyade de tipos que pedalean esforzadamente y se cuidan (se vanaglorian) de dar a conocer que han recorrido 40 kilómetros en tantos minutos y segundos, contados laboriosamente por las aplicaciones de los celulares, esos que cambian cada 18 meses. No deja de causar extrañeza quienes apenas horas antes de llegar a la oficina con un look despojado canchero se enfundaron en calzas (¡calzas!) multicolores, se pusieron cascos también llamativos y montaron la mountain bike de aluminio con componentes de titanio y composite y se largan a conquistar las distancias. Tan orgullosos están que en las redes sociales aclaran al desprevenido lector "menganito, padre, tal cosa y ciclista". ¡Hombres grandes!, los repartidores están todo el día pedaleando, llevan pan, verduras, quesos, carne, los diarios, pizzas, empanadas y no andan por ahí sacando pecho ni diciendo "qué capo soy" a toda la gente que cae en el Facebook.