El Día de los Trabajadores encuentra al movimiento obrero argentino como objetivo de una de las más duras ofensivas patronales que se registra desde el retorno de la democracia. Una verdadera temporada de caza de salarios y condiciones laborales abrió el gobierno nacional desde que asumió. Este año, cuando los efectos de la política macroeconómica abre grietas y pujas entre las facciones del capital que acompañaron el cambio de político en diciembre de 2015, la reducción de la participación del asalariado en el ingreso es el programa unificador que la administración de Mauricio Macri ofrece a sus propios aliados.
Como lo señalan los economistas del Cepa, luego de la baja generalizada del poder adquisitivo generada el año pasado por vía de la megadevaluación y la desregulación de las transferencias a exportadores, sectores financieros y sectores industriales y comerciales concentrados, el gobierno avanzó en 2017 con una suerte de "sintonía fina" del ajuste laboral.
La temprana consigna del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, de reabrir los convenios laborales, comenzó a cristalizarse con los acuerdos sectoriales como el de los petroleros de Vaca Muerta, en el que se acordó una flexibilización a la baja de las condiciones laborales.
La depresión económica y el aumento de la pobreza y el desempleo, lejos de significar para el gobierno un problema a resolver, son una herramienta de disciplinamiento que tiene su correlato en el historial de declaraciones oficiales contra el "consumismo" de los trabajadores argentinos, la "injusticia" del fuero laboral para con los empresarios, el "ausentismo" de los empleados y el alto "costo laboral" que sufren las empresas. La guerra lanzada contra los docentes, que adquirió su mayor virulencia en la paritaria de la provincia de Buenos Aires, se convirtió en la madre de todas las batallas. Lo que podría haber sido una negociación salarial más, como ocurrió en Santa Fe y otras provincias, fue convertido en un programa de acción política restaurador. Los sueños tatcheristas de Macri y Vidal exceden la mera identificación frívola. Apuntan a desgastar y, si es posible, quebrar el sistema de relaciones laborales en vigencia.
Frente a las multitudinarias protestas de marzo y el paro general que las organizaciones sindicales de distinto grado le arrancaron a la CGT fueron respondidas con el apaleo a los docentes y una numerosa manifestación oficialista que blindó el ánimo de confrontación del gobierno. Convencido de que su suerte en las elecciones legislativas está atada a la satisfacción emocional de ese núcleo duro, Cambiemos profundizó la ofensiva.
El aumento de la tasa de interés y el encumbramiento del presidente del Banco Central como superministro de Economía confirmó la primacía de esa apuesta política sobre cualquier intento de mejorar la economía.
La demencial actitud del gobierno nacional en el último tramo de las negociaciones para salvar a la cooperativa Sancor se alinea en la obsesión por crear muchas Vaca Muerta en el ámbito laboral. Tras alcanzar un acuerdo con la cooperativa y el gremio de los trabajadores lácteos a cambio de liberar auxilio financiero, lo trabó para poner como condición revisar el convenio laboral de toda la industria y suspender la paritaria de este año. En el medio, se paralizó una empresa de la que depende la vida económica y social de decenas de localidades de al menos tres provincias.
La multiplicación de marchas, piquetes y acampes en el interior, potenciada por la sequía de recursos y el corte de la cadena de pagos dibujan un escenario de peligroso incendio.
Por distintos motivos, las manifestaciones de crisis comienzan a recorrer las provincias. El caso de Santa Cruz le vino al gobierno como anillo al dedo para golpear a los Kirchner. En el caso de Sancor y la cuenca lechera, puso al gremio en el ojo de la tormenta. La tentación de los Ejecutivos centrales de balconear los conflictos territoriales es de manual. Menem lo hizo con los estallidos provinciales, como el de Santiago del Estero. Cristina cuando se sublevaron las policías provinciales. Ninguno pudo evitar que, más tarde o más temprano, el mismo fuego los amenazara.