Si algo reactivó la pandemia fue el hábito de la lectura a un nivel masivo y, con ella, el de la escritura. Sabemos que el ser humano necesita contar historias para comprender lo inexplicable o lo inesperado, para darles forma y materialidad a sus experiencias, sentimientos y pensamientos. Necesitamos de los relatos para ordenarlos y así percibir otros mundos posibles sin dejar de pensar que la realidad empírica es también una construcción discursiva que tiene mucho de ficción.
Jerome Bruner sostiene que “somos fabricantes de historias” y eso se comprobó con tantos libros leídos, escritos y publicados que circularon durante los meses del confinamiento. En muchas bibliotecas se le sacó el polvo a La peste, de Albert Camus, o se leyó en clave de ciencia ficción Anna, de Niccoló Ammaniti, pero a la manera de El Decamerón de Giovanni Boccaccio. En ese mismo contexto y de manera virtual, se creó la novela El circo y la mariposa.
El texto es un excelente ejemplo de novela colectiva, como lo fue El paraguas misterioso (Ingenieros, Laferrere, Payró y otros), y uno de los tantos textos de producción contemporánea rosarina elaborados por integrantes del Taller de la Calle Inclinada, a cargo del escritor Marcelo Scalona.
El circo y la mariposa es una verdadera obra de arte que se inserta dentro de la tradición del realismo social, aunque en algunos capítulos se presentan ciertos trazos del realismo crítico, estilo tan prolífico entre nosotros, desde Borges a Saer o Piglia.
La escritura de El circo y la mariposa tiene un nivel expresivo, comunicativo y sensitivo sorprendente, cuyo momento de producción no es muy diferente o lejano al de la recepción. El trabajo es de verdaderos artesanos, donde cada uno de los autores presenta diferentes recursos que acompañan a la construcción del argumento que, sin dejar de ser entretenido, invita a pensar y a conmoverse con la realidad latinoamericana, específicamente, la argentina. Cada capítulo desarrolla los aspectos de la creación literaria (personajes, espacio, tiempo) con un estilo diverso, pero a la vez unificado con las mismas sogas que levantan la carpa de un circo en pleno proceso de armado.
Así como todos los personajes tienen una subjetividad llena de matices que hacen querer y odiar a la vez a muchos de ellos, el texto tiene secretos y misterio, ternura y crueldad, calidez y sombras. Sombras que aparecen ya desde el inicio por un camino sinuoso que tiene arranques, paradas, frenadas, fugas, escapadas y conocimientos. El uso de los tiempos verbales, las alteraciones temporales es lo más difícil que han debido conectar. El trabajo con el lenguaje es de gran esmero, ya que además de todo lo que implica pensar y coincidir en un argumento, presentan aforismos, dichos y refranes, entre otras cosas, que hacen de los distintos registros un lenguaje polifónico, como también se ve un discurso filosófico cercano al de Heidegger.
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Otro de los aspectos logrados es la introducción de un concepto de escritura utilizado o creado por un gitano, quien traicionando sus raíces lo pone en acción para activar y dar vida al argumento. Un concepto de escritura que está relacionado con la sepultura, con lo muerto; gran oxímoron que tiene cuerpo en todo el relato que va acompañado de distintas cartas de la baraja de tarot que también sirven como tirada del destino al lector, quien actúa como el escritor número 14. El gitano Lajos quiere en su interior matar o enterrar sus recuerdos y acontecimientos, pero desde una mirada colectiva esa concepción hace resucitar a cualquier muerto, crimen o hecho de corrupción. Cabe destacar que a la novela no le falta ningún problema o situación coyuntural; se encuentran la droga, la trata de personas, la extorsión, la tortura y demás hipónimos del hiperónimo que es la corrupción, algo naturalizado no solo en la vida empírica sino también en la ficción.
El grado de pulido del lenguaje está en las descripciones que, más que demorar el relato, lo perfuman, lo visten de impresiones, y van desde el primer párrafo hasta el último, donde la narración subjetiva de los personajes anticipa en varias oportunidades las secuencias narrativas. El texto muestra un conocimiento del espacio empírico ficcionalizado a la manera de Manuel Puig.
Se puede ver también que la política atraviesa todo el texto, incluso en la incorporación de la ternura como elemento narrativo, que a la vez sufre una transformación. Aparece sutilmente en los primeros capítulos hasta contaminarse con el accionar de Beatriz. Sin embargo, luego es por medio de esta misma protagonista que se salva, se da un giro y queda un suspiro positivo frente a tanta matanza.
El circo y la mariposa es una invitación a escribir, a crear, a pensar en la novela no solo como un género cuyo fin es conocer el destino completo de un individuo o de una comunidad, sino que es una entrada a una cabeza, a una conciencia donde las luces y sombras son tan genuinas o ficticias como las que se encienden en un espectáculo artístico.