Parafraseando el titular del domingo 7, aparecido en este diario, y como vecina de "Pichincha" me gustaría contarles qué hay en el barrio entre comidas y tragos. Un nombre históricamente inexacto; Pichincha se localizaba más allá de calle Riccheri. Este barrio se llamaba Sunchales en honor a la estación de trenes, aunque esto es lo de menos. De noche hay trapitos que amenazan a los vecinos diciendo que conocen sus movimientos y a los que dejan los autos para que les paguen. Veredas oscuras gracias al insuficiente alumbrado y al frondoso arbolado público que jamás podan, que hacen el paraíso de los motochorros. Hay peleas callejeras, contenedores usados como baños públicos, botellas rotas, cristales de autos rotos para robar efectos personales del interior, cristales de puertas, ventanas y medidores de luz rotos, cascotes y trozos de vereda por doquier. De día hay cartoneros con perros vagabundos y sus carros en las esquinas, tomando alcohol, gritando y agrediendo a quien pasa por delante, ratones, casas abandonadas y terrenos baldíos con carteleras perimetrales que nadie limpia. Cuando leí que las ventas decrecen por el aumento de oferta no pude dejar de preguntarme, ¿no hay otras razones?




























