En Santa Teresa somos del campo y a nosotros nos enseñaron distinto. Desde chiquitos vimos ubres llenas y no sachet y tetrabrick que llenaban nuestras tazas. Conocimos la vaca en pie que pasta en nuestros campos y disfrutamos su carne nutrida por varios años de 365 días donde no cuentan feriados ni bandejas de costeletas, lomos u ozobucos abrillantados por papel film. Descubrimos que de un grano nace una planta, que si la cuidas y supera las desventajas del clima, puede darte más granos. Y aprendimos a guardarlos para prevenir; no vaya a ser que lleguen malos tiempos y después qué hacemos, con qué vivimos. Recibimos caricias tan dulces como ásperas de manos ajadas del frío, azadas y palas que recorrían quintas y cascotes para que tengamos algo de comer. Aprendimos a mirar el cielo, a conocer las nubes, el horizonte, como preguntándole al tiempo qué nos preparaba para mañana, día en que pensamos levantar la cosecha. Soportamos sequías, pedradas, inundaciones y con la impotencia en el alma supimos que algo estaba claro: tenemos que seguir. Aprendimos que no hay otra que trabajar para poder comer, para estudiar, para ser alguien y engrandecernos como personas y como país. A nosotros nos enseñaron distinto. A ustedes, los que dicen que gobiernan, los que nos están robando, no les enseñaron nada. Les hace falta cultura, les hace falta humanidad y sobre todo les hace falta ganas de hacer las cosas bien. Esta es la intención que debiera mover a la autoridad verdadera.


























