Finalmente lo logró. Apoyado por poderosos empresarios como Eurnekian, Vila y Manzano, Sergio Massa logró torcerle el brazo al presidente. Luego de la bochornosa despedida de Silvina Batakis, el hombre fuerte de Tigre es el ministro más relevante del gobierno, un verdadero “primus inter pares”. Tal como aconteció en 2001 cuando Domingo Cavallo fue nombrado súper ministro por De la Rúa, el desfalleciente Alberto Fernández terminó agachando la cabeza en señal de rendición incondicional. Hoy el poder está en manos de Massa y Cristina, quienes se repartieron el botín de guerra. ¿Qué nos espera a partir de ahora? Quien se ilusione con el arribo de Massa al gobierno pecará, cuanto menos, de inocente. En efecto, el tigrense no hará más que obedecer las órdenes de Kristalina Georgieva. En consecuencia, se vendrá un ajuste impiadoso que, como siempre, recaerá sobre la espalda del pueblo. Massa vino, en suma, a profundizar el desastre de Guzmán y Batakis. Mientras tanto, Alberto no ha hecho más que confirmar lo impiadoso que siempre ha sido con sus ministros leales y lo sumiso que siempre ha sido con quien lo hizo presidente; lo cobarde que es ante una situación límite; lo deleznable que es como persona, en suma.