Nada nuevo es encontrar mujeres manejando un taxi. Sin embargo, hasta ahora pocas de ellas eran las que accedían a la titularidad de las licencias del servicio público que otorga la Municipalidad. Ese camino intentó desandar la ciudad con una decisión tomada a fines del año pasado ante la falta de unidades: entregar 500 nuevas chapas, pero por primera vez en forma equitativa en un 50 por ciento a titulares varones y el otro 50 por ciento a mujeres. Valeria Velardez y Mariana Casas son dos de las primeras mujeres en acceder a la titularidad de las licencias y, con diferentes recorridos, cuentan a La Capital su experiencia.
Ambas reconocen que "el proceso es largo" y viene "algo lento", pero defienden el taxi como su "negocio propio" y están convencidas de que es necesario que el Estado reconozca "algo que pasa en la calle desde hace tiempo: que hay muchas mujeres en los taxis y quieren dejar de ser choferes".
El anuncio de la Secretaría de Movilidad del municipio se conoció hacia finales de 2021 cuando las mujeres choferes (no solo de taxis) venían reclamando desde hacía tiempo mayor accesibilidad a los puestos de trabajo. El proceso se puso en marcha en el inicio de año y si bien los tiempos estaban pensados de otro modo recién en el inicio agosto se conoció que de las 460 solicitudes totales presentadas, 425 estaban aprobadas y 35 habían sido rechazadas.
En medio del proceso, y en un contexto de crisis, el acceso a los créditos para llegar al vehículo propio también se convirtió en una traba y fueron las mujeres las que se movilizaron frente al Banco Municipal para exigir reglas claras. "Sin créditos que contemplen la realidad de las conductoras del rubro será difícil que las mujeres puedan ser titulares", había advertido ya por abril la referente de She Taxi, María Eva Juncos.
Mariana y Valeria son dos ejemplos de caminos recorridos desde el inicio de este año. La primera, taxista desde hace más de una década y ya con acceso a un vehículo, es pionera en tener la licencia otorgada por el municipio y afirma que ahora el taxi, que conduce junto con su esposo, "es el negocio familiar para los próximos años, como tener un comercio".
Valeria, en cambio, madre de cuatro hijos y único sostén de esa familia, solo espera que el auto cero kilómetro que ya comenzó a pagar le sea entregado para poder la chapa en mano y bajarse del taxi que conduce de noche, para subirse al propio. "La calle está jodida", admite de su trabajo de nochera, pero deja en claro: "Si tenés miedo te avanzan".
Un negocio de a dos
Mariana lleva por lo menos 15 años de taxista y mucho antes, mientras su esposo ya trabajaba como chofer de un vehículo, colaboraba con los trámites administrativos de ese vehículo (juntaba recaudaciones y pagaba a contadores) y, más de una vez se puso al volante. Así fue que cuando uno de los peones se bajó, los dueños le propusieron que se subiera ella quien no dudó.
Trabajos había tenido de todos los colores mientras criaba a sus tres hijos: había sido peluquera, vendía ropa y también comida que preparaba. Ahora ya con chicos grandes y abuela de dos nietos, se arriesgó por la chapa.
Como choferes, Mariana y su esposo manejaron el auto de un titular durante varios años, sin embargo, ese también era un problema. "Cuando el rodado se rompía a la casa no entraba un peso", dice, así que se separaron y ella se fue a conducir el vehículo de otro dueño de chapa.
"No es fácil, la primera vez que me quisieron vender una licencia dije que no, me dio miedo, tenía los chicos chicos y en la escuela, estábamos haciendo la casa y temía no llegar a pagarla", expresa. Incluso recuerda las convocatorias anteriores y señala que en la de 2013 "no había tanto cupo para mujeres".
Esta vez, con 55 años, tomó el riesgo y fue la primera en obtenerla porque fue de a poco y con ayuda preparando los papales y, a la hora de abrirse la convocatoria, tenía todo listo. Chapa en mano, dice que es "un negocio familiar a la calle, como si fuera un comercio, y todo lo que ganemos nos queda para nosotros". Pero deja en claro que la licencia está a su nombre.
Cuando recuerda su inicio en el taxi, remarca: "Las mujeres éramos pocas", sin embargo, señala que, con "el paso de los años son más y más las chicas que hay manejando, así que está muy bien que eso se reconozca con más licencias".
"Casi un embarazo"
Desde su separación, Valeria está a cargo de sus cuatro hijos en edad escolar y por mucho tiempo un quiosco fue su fuente de ingresos; sin embargo, la pandemia la obligó a cerrarlo y comenzar una incontable serie de actividades de bijouterie y manualidades para conseguir el mango desde su casa.
"Ahí fue que vino una vecina y amiga y comentó que podía manejar un taxi, tramité el registro de conducir y arranqué", cuenta sobre sus inicios como chofer cuando la pandemia todavía arreciaba. Así estaba cuando con el anuncio de las licencias apareció la posibilidad de ser titular.
"Hice todo al mismo tiempo: preparé los papeles, arranqué en febrero con el pago del auto que ahora estoy esperando que me entreguen y esto es casi como un embarazo, ya me otorgaron la licencia, pero estoy esperando que me llamen para llevar toda la documentación. Ahora, cuando eso pase, me bajo de este taxi y me subo al mío", expresa.
Desde que maneja, Valeria lo hace de noche. "No hay otra opción porque la calle esta jodida, pero si uno tiene miedo, te avanzan", detalla sosteniendo el mismo tono con el que habla de sus hijos: "A los chicos hay que mantenerlos y ahí tampoco hay otra, desde que el papá se fue no pasa cuota alimentaria, así que no hay miedo que valga".
Admite que la espera la tiene ansiosa, pero también que con el paso que dio "se juega mucho". "Ahora hasta que me den el auto y el RA y pueda salir a la calle, no me bajo del que estoy, tengo que seguir viviendo, pero no veo la hora de que llegue", confiesa.