Gustavo Feldman es bien conocido en la ciudad por su trayectoria como abogado, profesión en la que se ha desempeñado con señalado éxito y en la que le ha tocado intervenir en casos de resonancia nacional. Sin embargo, el nombre de su primera novela –Esto no queda así, un policial de tonalidades bien negras y también un documentado thriller jurídico– indica que el hombre de leyes tenía una deuda interior con una vocación literaria agazapada, que se desplegó de improviso y dio forma a un libro atrapante.
Sonriente –el sentido del humor es uno de los rasgos más notables de Feldman, así como su elegancia–, y siempre agudo en la mirada que lanza sobre seres y cosas, el flamante narrador se sienta en una mesa de un popular bar céntrico y conversa con este cronista sobre su creación, que dará paso, según promete con fervor, a nuevos relatos.
–¿Cómo surgió en vos, tan identificado con tu profesión de abogado, el deseo de narrar, y específicamente, de novelar? ¿Alguna vez te habías pensado como novelista?
–La novela es un género sucio, podés quitar, enmendar, ir y venir. La idea de escribirla fue de mi hija Liza, algunos años atrás: ella me convenció. Hay cosas que los abogados –sobre todo los penalistas– no podemos y/o no debemos decir: el rol procesal del abogado y un debido desempeño en la defensa del cliente imponen el secreto profesional. En un relato de ficción hay carta blanca. Me divertí mucho, disfruté escribiendo, y tuve que incursionar en materias y cuestiones inexploradas hasta el momento de escribirla. Un capitulo muy especial de esta experiencia lo tuve en Uruguay, me gustó leer su historia y su actualidad, y volver a recorrer su geografía. La infaltable Renata, mi otra hija, me facilitó recolectar y sistematizar la información y ordenar los viajes.
–A partir de la publicación de esta novela te volviste un abogado que escribe y también, de pronto, un escritor que litiga. Entre el discurso jurídico y el lenguaje literario parece haber un abismo. ¿Cómo lo surcaste sin naufragar?
–Espero no haber naufragado. En el relato jurídico, en la argumentación legal, hay o puede haber algo de literario, y la literatura a veces necesita el rigor discursivo. Antes de escribir, Stendhal leía el Código Civil. En Esto no queda así hay referidas varias cuestiones jurídicas que a simple vista pueden parecer excesivas para una novela, pero que creí necesarias para que el lector entienda y aprehenda toda la historia. Hace treinta años defendí ante un juzgado de Las Rosas a Pablito Granados y su troupe de Propuesta joven por una denuncia por ofensas al pudor que le habían hecho el párroco y el intendente de la ciudad. Los zafé a todos con una cita bíblica de El Cantar de los Cantares: “Tus pechos como dos gacelas…”.
–En Esto no queda así se percibe tanto un hondo conocimiento del mal como una reivindicación discreta del amor y la amistad. ¿Creés que el mal existe, que es tangible? ¿Y el amor es real, o tan solo una ilusión de los incautos?
–El mal, el bien; el amor y el odio; la culpa y la redención; todo muy tangible, y muchas veces coexistentes en un mismo individuo. Alguien bueno que hace algo malo no deja de ser bueno; y los malos que se hacen los buenos son los más peligrosos. En mi libro hay una referencia concreta a esta dualidad, cuando aludo a la novela cuasi histórica El general Della Rovere, de Indro Montanelli, escritor, periodista y abogado florentino. El personaje central, Emanuelle Bardone –en la película de 1959 de Rosellini lo interpreta un gigantesco Vittorio De Sica– es un compendio de la naturaleza humana. He tenido casos en donde esta dualidad es de un contraste fascinante.
–Tu mirada sobre la Justicia federal argentina en el marco de la novela resulta implacable: la acusás de haber sido la principal pata civil de la dictadura y develás manejos de una oscuridad absoluta. En cierto momento de la novela aludís a “personajes indescriptibles que llegaron a la judicatura trepando por la maleza del favoritismo y no por la escalera de sus virtudes”. Me gustaría que hicieras una somera radiografía de ese espacio por fuera de la categoría de lo ficcional.
–La Justicia federal fue el estamento civil que más colaboró con la dictadura; pero después del 83 ha habido errores y horrores que en un Estado de Derecho son inconcebibles. La novela exacerba esto, tanto en la trama como en el diseño de algunos de sus personajes. Se mezclan episodios históricos y ficticios. La época en la que se desarrolla la acción –pleno régimen macrista– no es casual. Creo que el macrismo cambia el paradigma de utilización del aparato judicial que todos los gobiernos buscaron. Durante el macrismo la Justicia ya no fungió para proteger a los amigos, sino para perseguir a los enemigos, al adversario político. Y lo digo no solo en el ámbito de Comodoro Py, en el interior también: basta con mencionar el caso de César Milani, de quien fui abogado defensor. Fue tanta mi indignación por su condena anticipada de más de dos años de cárcel que escribí un libro con las pruebas de su inocencia y la abyección de los jueces federales actuantes. Una semana después del libro lo absolvieron en La Rioja y dos meses más tarde en Tucumán.
–¿A qué escritores valorás o admirás? ¿Y cuáles creés que pueden haber incidido en la construcción de tu propio lenguaje como narrador?
–Albert Camus: El extranjero es el mejor alegato de la historia contra la pena de muerte; ni siquiera lo mucho y bueno que ha escrito en estos años John Grisham se le acerca. Alessandro Baricco: Sin sangre es una novela excelsa de poco más de cien páginas que radiografía el alma humana como nada que yo haya leído. Es una exposición sublime del fenómeno delictual en la mente y el sentimiento del ser humano. Hoy estoy leyendo una novela de Javier Marías, de seiscientos cincuenta páginas… empieza con un cazador furtivo que tiene en la mira a Hitler y no sabe si disparar o no.
–¿Pensaste alguna vez en partir de Rosario? ¿O sos uno de esos rosarinos que no pueden vivir sin su ciudad?
–La partida anida en mi cabeza cada noche... hasta que despierto y me pongo el traje y la corbata para ir al tribunal.
(Las fotos de Gustavo Feldman fueron tomadas por Silvina Salinas, de La Capital).