En más de cuarenta años de investigación y tras acceder a más de 180 manuscritos y documentos primarios, desperdigados por el mundo en librerías anticuarias o colecciones privadas, el crítico y ensayista Daniel Balderston presenta un sistemático y exhaustivo estudio de la práctica compositiva de Jorge Luis Borges para textos fundamentales como El Aleph, Kafka y sus precursores, El jardín de senderos que se bifurcan. Cuadernos, papeles sueltos y libros impresos se trata de un tomo que revela al autor de Emma Zunz a la hora de desarrollar un cuento, desde el manuscrito inicial hasta la versión publicada, develando así las relaciones íntimas que unen sus lecturas y escritura, y a la vez, estudiar en detalle su método de composición. Pues la crítica genética (que involucra la transcripción de los materiales pre-redaccionales o preparatorios y los manuscritos en sí) permite apreciar el singular sistema de variantes y reformulación de reescrituras. Es decir, un estudio arduo y serio del proceso creativo, a partir de los testimonios concretos. Y en esta recolección de variaciones, la reconstrucción del proceso que llevó al escritor argentino a construir sus poemas, cuentos y ensayos. Pues Borges siempre está trabajando muy de cerca ideas propias y ajenas. Leer y escribir, para nuestro autor, son casi lo mismo.
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Daniel Balderston: erudición y amenidad.
Y en el camino entre cita y cita, claro, hallazgos, tics personales de un escritor. Por ejemplo, Borges no pasa a la oración siguiente hasta quedar satisfecho con la primera (así, las sugerencias son varias y disímiles). Difuminaba sus fuentes, rara vez daba precisiones, usaba traducciones propias, glosaba o reformulaba, con cierta manía por verificar citas. Otra muestra vista a lo largo del libro; los personajes, casi siempre cambian de nombre hasta hallar los definitivos. Otra característica muy borgeana, aquí también cristalizada, y como ocurría con Stevenson, sus textos son dominados por la acción y no la descripción. Revisiones infinitas, y un camino sagaz de interpolaciones constituyen, así, a su vez, un lúcido juego de inserciones, donde cada manuscrito analizado es un vasto campo semántico de alternativas.
Como indican estas fuentes, Borges no hacía esquemas o planes, sus obras toman forma a medida que escribe, por eso el valor inestimable del libro, en querer reconstruir ese camino múltiple. Así, a través de un riguroso despliegue de materiales, Balderston demuestra que no hay un camino lineal hasta el texto borgeano definitivo (ni siquiera en Evaristo Carriego, uno de sus libros compositivamente más orgánicos). Sino todo lo contrario. Los cuadernos de trabajo de Borges (utilizados, dicho sea de paso, para explorar posibilidades, no para clausurarlas), presentan un manejo supremo de las fuentes (enciclopedias, diccionarios, índices geográficos, etcétera, y que a su vez se entrecruzan arborescentemente, dado que su pensamiento planteaba muchas alternativas). La práctica de anotar ideas o copiar citas en las tapas y páginas en blanco de los libros, muestra una biblioteca que es central para el escritor, “mina constante de citas e ideas, pero también repositorio de ideas importantes para la escritura futura”. Borges solía utilizar el margen izquierdo de un manuscrito o de un cuaderno para anotar sus fuentes (autor, título, hasta página), activando, en su defecto, las relaciones tácitas de causalidad entre los tomos consultados. Mención aparte merece El Aleph y cómo a través de la crítica genética el autor estudiado por Balderston llega a escribir la oración más extensa de su obra al representar lo infinito. Las tres copias manuscritas del celebérrimo cuento son estudiadas, demostrando un meticuloso camino de simplificación estilística. Hay muchos otros textos para los que el análisis de los manuscritos iluminan críticas renovadas. Por otro lado, el sistema de correcciones desarrollado se basaba en una acumulación de variantes (a veces una palabra en una oración está acompañada de hasta cinco o seis opciones anotadas arriba y debajo de la original) que no se descartan, sino que acopian hasta último momento. Un método abierto, en proceso de revisión constante y que postula, a la escritura como reescritura. Una escritura de la incertidumbre.
La edición incluye una serie de apéndices y numerosas páginas en versión facsimilar y transcripciones diplomáticas que ayudan a valorar y examinar con precisión los marginalia, los incontables borradores con que Borges trabajaba cuando escribía. Sería interesante pensar en extrapolar esta perspectiva de critica genética a otros autores. Hacerla extensiva, por ejemplo, al poeta Alberto Girri, o escritores que hicieron del procedimiento, un movimiento vivo, y no algo mecánico. El método Borges forma parte de la “Colección Fuera de Serie”. La traducción ha sido realizada por Ernesto Montequin.