Imaginen un evento del que todos sus amigos hablan continuamente, pero ustedes no pueden ir. Más tarde los ven pasando "el mejor momento de sus vidas" a través de sus historias de Instagram.
Imaginen un evento del que todos sus amigos hablan continuamente, pero ustedes no pueden ir. Más tarde los ven pasando "el mejor momento de sus vidas" a través de sus historias de Instagram.
En esos casos, la mayoría de las personas no pueden evitar sentir una puñalada en el pecho por haberse perdido semejante fiesta. Por no ser parte de ese recuerdo.
Estas situaciones "virtuales" crean ansiedad en el momento aunque también pueden crearla a largo plazo cuando se tienen que tomar decisiones sobre qué pensar o hacer frente una nueva propuesta.
En este contexto es cuando somos más vulnerables a las trampas del Fomo, un término que proviene de la expresión en inglés "Fear of Missing Out" y en castellano se traduce como el miedo a perderse algo o el miedo a no ser incluido en alguna actividad interesante o placentera, que otros están disfrutando.
El Fomo puede manifestarse a través de comportamientos compulsivos como comprobar y actualizar con frecuencia las redes sociales en busca de nuevas alertas, notificaciones o posteos de otras personas.
Muchos usuarios y usuarias de redes sociales creen que, por ejemplo Instagram, puede darles estadísticas sobre cuánto se compara su vida con la de otras personas.
Los que investigamos cómo impactan las redes en la salud mental sabemos que en una aplicación como esta, la comparación corre desenfrenadamente afectando la percepción que se tiene de uno mismo y de los demás. El riesgo es que con estas comparaciones pueden aparecer miedos o la sensación de que la vida de uno no es tan buena como la de los otros o de que uno mismo es en verdad irrelevante.
Discutir el uso de las redes sociales y el Fomo con sus miedos y ansiedades relacionadas no es fácil.
Al ponerlo sobre la mesa, es justo decir que la sociedad comúnmente sugiere que se pase menos tiempo en Internet como solución al "problema". Sin embargo, esta es una sugerencia que resulta más sencillo decirla que hacerla. Sobre todo para los adolescentes, en particular, que crecieron conectándose con el mundo a través de tecnologías digitales.
Instagram no es ni bueno ni malo; como muchas cosas en la vida, depende de cómo se use.
Cuando se trata del Fomo, debemos darnos cuenta de que no podemos estar en todas partes en todo momento, y eso está bien.
Las redes sociales seguirán creciendo, y todo lo que podemos hacer es esperar que los futuros usuarios puedan tener la suficiente confianza en sí mismos para hacer lo mejor para ellos.
La felicidad no proviene de compararnos, perseguir expectativas de otros o incluso, sentirnos superiores a los demás. No es la cantidad sino la calidad de las experiencias lo que importa. Estoy convencido de que las mayores alegrías de la vida se encuentran en los momentos más simples.
Momentos que son compartidos con personas que realmente nos conocen y nos quieren tal como somos. Ahí no hay trampas.