Grandes futbolistas que perduran en la memoria colectiva quedaron en el umbral de la gloria. Les faltó esa coronación que los convierte en leyendas. Alfredo Di Stéfano y Johan Cruyff, por caso, integran ese grupo de elite que nunca dio una vuelta olímpica mundialista. El fútbol, en ocasiones, resulta injusto. No premia a los que tanto le brindaron a un deporte que mueve multitudes. Precisamente una sensación desagradable de esas sobrevoló de a ratos en el estadio Lusail. No había nadie más merecedor que Lionel Messi levantando la copa del Mundial Qatar 2022, pero los vaivénes de la final parecía que lo privarían de la única conquista que le faltaba, la más importante, para que el mito de su figura perdure de aquí en más por los tiempos de los tiempos. Había hecho todo en Qatar, actuaciones memorables, asistencias y hasta goles, incluídos los dos de la final y el de la tanda de los penales. ¿Cuánto más tenía que entregar?, ¿por qué tanto sufrimiento para dar esa vuelta olímpica que tanto soñó y que lo ubicaría definitivamente en el Olimpo del fútbol? Quizás fue la mano de Diego, las manos de Dibu Martínez o los aciertos de sus compañeros desde los doce pasos. O todo junto. O realmente fue una ayuda desde el cielo, como cree el Diez. “Sabía que Dios me lo iba a regalar”, dijo. Si fuese así, sin dudas que se trató de un acto de justicia divina.