La escena del crimen era un calco del acto inicial de una serie de policial negro. Un auto estacionado en medio de un camino de tierra polvorienta con las dos puertas abiertas del lado del acompañante. A unos tres metros del vehículo los cuerpos de dos pibes ejecutados, y rematados con tres disparos en la cabeza, en medio de un charco de sangre. Y entre los cadáveres un cartel que no por trillado deja de erizar la piel: “Con la mafia no se jode”. No fue una escena de una serie particular. Es parte de la saga que a diario viven los rosarinos desde hace al menos una década. Los pibes asesinados en un doble crimen con tinte mafioso se llamaban Brian Molina, de 22 años, y Dylan Joaquín Valenti, de 18. Ambos eran amigos. Sus cuerpos quedaron sobre una calle polvorienta que los vecinos llaman El Palomar pero que no figura en ningún mapa con ese nombre, a unos 1.500 metros al oeste de avenida Uriburu y Las Palmeras, detrás del polo industrial de Pérez. Se estima que fueron asesinados 30 minutos antes de la medianoche del jueves. Sus nombres cerraron la estadística de 28 asesinatos durante el mes que pasó, 11 de ellos en la última semana, 175 en lo que va del año.
"Estas personas llegaron a este lugar con el vehículo de uno de ellos. Las víctimas recibieron disparos a corta distancia y hallamos un cartel con un mensaje que, lamentablemente, ya hemos encontrado en otros casos: "Con la mafia no se jode". Vamos a investigar ese cartel. Estaba junto a los cuerpos. Se trata de una nota manuscrita". La explicación de parte del fiscal de la Unidad de Homicidios Dolosos Alejandro Ferlazzo sirvió como introducción a otros dos crímenes en el departamento Rosario.
“Se escucharon disparos alrededor de las 23 o 23.30, pero ya nadie le presta atención porque balazos se escuchan todo el tiempo. Es cosa de todos los días. Pero como a las 7 de la mañana, cuando los que iban a trabajar se toparon con los cuerpos, la noticia llegó rápido al barrio y todas fuimos a la pieza de nuestros hijos para ver si estaban durmiendo. Todas en el barrio pensamos que podía ser un hijo, pariente o familiar. Vio como son los pibes de ahora, se creen que nadie cobra las macanas que se mandan. Y siempre hay alguien que las cobra. La muerte de estos pibes nos súper sorprendió”, explicó una vecina del barrio El Jardín, que está a unos 300 metros de la escena del crimen, en jurisdicción de Soldini.
El lugar donde mataron a Molina y Valenti es ideal para una negociación, una transa o una ejecución. Un cruce de caminos en medio de un descampado a metros de un terraplén ocultó entre yuyales y cañaverales, rodeado de quintas ubicadas en las inmediaciones del cruce de Las Palmeras y Uriburu, un punto que marca el límite entre Rosario y Pérez. Y unos metros más allá, Soldini. La casa del vecino más cercana está a unos 150 metros. “Cuando oscurece por acá no se anda, porque te puede pasar cualquier cosa. Esto de noche es una boca de lobos”, explicó una residente del barrio El Jardín. Al cruzar las vías se puede tomar hacia Soldini o hacia Pérez. Ese fue el final del camino para Molina y Valenti. El primero era un hijo de pintor de obra que trabajaba con su padre, según lo que relató el hombre en la escena del crimen de su único hijo varón.
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Ramón, el papá de Brian Molina.
Foto: Celina Mutti Lovera.
“Yo hablaba siempre con Brian. Íbamos a trabajar juntos todos los días. Hasta ayer (jueves) estaba tranquilo. Era un pibe normal. No andaba asustado o perseguido. No tenía antecedentes, ni lo detuvieron por averiguación de antecedentes”, aseguró Ramón, quien manifestó que “no tenía idea de quién era” el otro hombre que había sido asesinado junto a Brian. "A eso de las diez menos diez (21.50) de la noche le empecé a enviar mensajes y ya no me los respondió. Nunca dejaba pasar tanto tiempo para contestar un mensaje. Enseguida respondía. Pero anoche nunca contestó los mensajes ni las llamadas. Después su teléfono daba como apagado. No pude dormir en toda la noche”, dijo.
La última vez que vio a su hijo fue alrededor de las 21del jueves cuando Brian salió en el VW Surán color gris de su padre, desde su casa en Amenábar al 7100 _barrio Villa Urquiza_, para llevar a una tía hasta el Fonavi de Rouillón y Seguí. Nada supo de su hijo hasta que pasadas las 7 de la mañana del viernes cuando la noticia del doble crimen estalló en los noticieros de radio, televisión y el mundo web. “Brian no solía andar por acá. No sabemos qué sucedió", agregó el padre de unas de las víctimas. Horas más tarde a la escena llegó la mamá del pibe asesinado que le sumó a un cuadro desgarrador un dramatismo atroz y desolador. De Valenti se supo muy poco en el lugar. Ningún familiar llegó a la escena de su crimen. Residía en las inmediaciones de Asunción al 5600, en barrio Villa Nueva. Sí llegaron al lugar un grupo de amigos de ambos pibes que confirmaron la amistad entre ambos. Los investigadores colocaron la mirada en las últimas horas de las víctimas para poder encontrar información que los ayude a develar quien está por detrás del doble crimen.
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Durante la última semana, desde el 23 de septiembre pasado, se produjeron 11 asesinatos en el departamento Rosario. Crímenes precisos, con mano segura, que tuvieron a la droga como un lugar común en las crónicas. Una letalidad y precisión que se había perdido de vista en los últimos tiempos y que llevaron a confundir tiratiros con sicarios. Pero la última semana se notó la mano de ejecutores profesionales que solos o en grupo eliminaron a sus objetivos sin lastimar a víctimas inocentes.
El espanto
Un vecino pasó por el lugar poco antes de las 7 para ir a trabajar y vio el VW Surán gris con sus puertas del lado derecho abiertas. Y unos metros más allá los cuerpos. Molina, de cúbito lateral, como dando a entender que trató de correr para evitar ser ejecutado. Valenti de cúbito dorsal, con su rostro al cielo. Ambos tenían disparos en la parte alta del tórax y tres disparos de remate en la cabeza. Las víctimas tenían la mayoría de sus pertenencias, pero a ambos les faltaban sus celulares. No se secuestraron armas. Si nueve vainas servidas calibre 9 milímetros y el cartel de “con la mafia no se jode” escrito en manuscrita en una hoja de cuaderno.
No es la primera vez que esa misiva aparece en la escena de un crimen. Fue usado durante 2018 por la banda de Los Monos en medio de los ataques a balazos contra edificios judiciales y viviendas vinculadas a operadores de Justicia, y que terminó este jueves en condena a 22 años de prisión para Ariel Máximo “Guille” Cantero. El cartel también fue utilizado por hombres de Esteban Alvarado, sobre finales de 2018, buscando “ensuciar” a sus rivales Los Monos en ataques de alto impacto social. Pero también fue adoptado a otros delincuentes de menor peso específico en el hampa local.
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La escena del doble crimen. Un cruce de caminos de tierra polvorienta a metros de un terraplén rodeado de yuyos, cañaverales y quintas de árboles frutales.
Foto: Celina Mutti Lovera.
El fiscal Ferlazzo resaltó que Molina y Valenti fueron ejecutados “a corta distancia” y que “desconocemos qué hacían en ese lugar”. También agregó que la hora de la muerte se estimó en “las 23 porque a esa hora hay vecinos que dijeron haber escuchado disparos y es la hora estimada por el forense que revisó los cuerpos”. Y respecto a la mecánica indicó que a las víctimas las bajaron del auto y las ejecutaron en el lugar. Otra vecina de la zona relató que le llamó la atención el tránsito de autos a la hora señalada por el lugar donde se produjo la ejecución. Otra residente dijo haber visto durante el jueves dos Traffic blancas estacionadas a metros del lugar de la ejecución. “Era dos Traffic blancas. Una parada casi sobre la vía y la otra a la altura del lugar donde mataron a los muchachos. Estuvieron entre las 11.30 y las 19. No hacían nada. Parecía como que estaban esperando algo”, indicó la vecina.
Sobre el mediodía de ayer, cuando el sol caía como plomo y los canales de televisión ya habían abandonado la escena del doble crimen, sólo quedaban en el lugar los dos manchones de sangre. Y en el medio como estropajos con sangre coagulada, los calzoncillos de los muertos. Dos nenes de menos de 8 años fueron directamente sobre los morbosos souvenirs hasta que uno de ellos se dio cuenta que no se debía. ¿Cuándo será el día que en la saga de crímenes que azota la ciudad alguien disponga que se limpie la escena de un crimen?
No es la primera vez que en la zona se produce una ejecución de tinte mafiosa y varios vecinos hicieron referencia a ello. El sábado 13 de febrero pasado alrededor de las 20 ingresaron llamados telefónicos a la central del 911 para dar cuenta de que había un hombre herido frente a la columna 50 de El Fachinal, barrio contiguo a El Jardín, a poco más de un kilómetro de la escena del crimen de este jueves. Miguel Angel Giupponi, de 35 años, apodado “Rulo” fue herido de muerte por dos hombres en moto que le dispararon. Giupponi estaba mencionado en varias investigaciones, sindicado de “vender drogas en la zona de Colombres y Rivarola, donde dobla el colectivo 121”. Fuentes consultadas el día después de su asesinato revelaron que tenía antecedentes por robo calificado y que había sido arrestado un par de veces. Además el hombre de 35 años había sido mencionado en al menos un homicidio y violentos episodios, como víctima y como victimario, según distintas crónicas publicadas años atrás por este diario.