Que la cuenten como quieran, pero Newell's entendió a la perfección que para ganarles a los tucumanos debía agarrarlos de la solapas y prepotearlos. Es evidente que Diego Osella mandó a los jugadores a que hicieran eso y el equipo le respondió con una actuación soberbia, como hacía tiempo no se veía en el Coloso. También el 3-1 le enseñó al entrenador rojinegro que "ganar como sea", frase desafortunada que utilizó durante la semana, no es la mejor receta para llevarse los aplausos que lo acompañaron el sábado cuando dejó la cancha.
Por primera vez, los oídos de Osella escucharon la dulce melodía del reconocimiento, aunque ese gesto de la gente deberá decodificarlo con inteligencia. A buen entendedor, pocas palabras. ¿Qué le insinuaron? Basta de atrincherarse gratuitamente y contra rivales que muchas veces creen que la pelota muerde. Es que Osella ya comprobó que con Maxi Rodríguez, Quignon, Scocco, Formica, y alguno más que se sume a la causa, puede copiarse a libro abierto de equipos que dignifican una propuesta como Defensa y Justicia o San Martín (SJ). Newell's tendrá que morir en ese intento. De lo contrario, la responsabilidad será exclusiva del entrenador. Porque jugadores tiene y además Scocco ya lo hizo saber apenas consumada la victoria ante Atlético Tucumán.
También que la dibujen con más o menos optimismo, pero lo concreto es que Central nunca comprendió el partido que tenía que proponerle a Rafaela para hilvanar la levantada tras las victorias contra Patronato por el torneo y Deportivo Morón, por la Copa Argentina. A esta altura quién puede dudar de que las dimensiones de la cancha le quedó como ropa bastante holgada al equipo de Coudet. Lo raro de todo esto es que el Chacho, técnico de apertura y desarrollo mental si los hay, le erró feo a la hora de elegir las piezas para llevar adelante la estrategia conveniente en estos casos. Puso mucho pie refinado con Mauricio Martínez, Camacho, Lo Celso, Ruben y Teo Gutiérrez, cuando lo ideal hubiera sido un equipo más vertebrado para explorar el aire de una defensa integrada por Eros Medaglia, Rodrigo Colombo, Gastón Campi y Mathías Abero.
El propio Chacho también reconoció que las medidas del Monumental le taparon los ojos con una venda a su mensaje revolucionario. Este Central de las cuatro fechas tiene el mismo efecto que un mate cocido. No hace mal ni bien. Por ahora, tampoco causa daño ni molesta. Es extraño que ocurra esto por la variedad de jugadores que tiene. También porque si algo le imprimió Coudet a este proyecto fue que el equipo nunca pasó desapercibido. En cada presentación siempre levantaba elogios o propiciaba una búsqueda incesante para marcar las coordenadas que dominan casi siempre a un trámite.
Por eso sinceramente se esperaba que el sábado saltara el obstáculo de Rafaela con la misma facilidad con la que lo hizo aquel Newell's dirigido por Gerardo Martino, que no sólo jugó en la misma cancha y con las mismas dimensiones, sino que lo borró del mapa con un 3-0 a ese equipo de Jorge Burruchaga tan primitivo como el de Juan Manuel Llop.
Como canta el gran Joaquín Sabina, a Central se le metió la duda en la cama. Y eso por el momento lo está carcomiendo. A tal punto que lo empujó a una parálisis colectiva de la que tiene todo para salir. Más si en el banco está sentado un tipo de neuronas lúcidas como Coudet, quien habitualmente le encuentra la vuelta a todo.
Newell's comenzó un campeonato en el que demostró ansias de crecimiento. Un equipo que hizo de los obstáculos un motivo de superación. Central, por el momento, no entusiasma pero tampoco castiga con un juego involucionado desde la más pura indefinición. Cuesta verlo vegetar contra adversarios infinitamente inferiores. Los hinchas canallas se encomiendan a la demostrada sabiduría de Coudet para volver a armar lo que parecía que ya tenía armado.